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Champán, o morir de éxito

Víctimas de su éxito arrollador, las casas productoras de champán temen que la falta de uvas limite su crecimiento en vísperas de la vendimia 2007 en Francia.

El comienzo de la cosecha estaba previsto para este 23 de agosto, pero se ha retrasado unos días a causa del mal tiempo. Moët Chandon (LVMH), Lanson, Pommery y todas las empresas líderes del mercado van de récord en récord, con 328 millones de botellas vendidas entre el mes de julio de 2006 y el mes de junio de 2007 (es decir +3,4% en un año) y con una facturación de 4.120 millones de euros en 2006.

Las exportaciones fuera de la Unión Europea (+8%) hacen gala de una excelente salud y presentan buenas perspectivas. El consumo de champán puede seguir creciendo en los países BRIC (Brasil, Rusia, India y China), que, hasta ahora, importan pocas botellas.

El problema es que “sólo hay champán en Champaña”. Y las 35.000 hectáreas de la denominación de origen, en los departamentos de Marne, Aube y Aisne principalmente, ya están todas plantadas de pinot noir, pinot meunier y chardonnay. Por eso, se está estudiando una ampliación de la zona del champán. El rendimiento máximo por hectárea también se alcanza año a año (12,4 toneladas en la vendimia del 2007, más el desbloqueo de los vinos colocados como reserva). En definitiva, que puede escasear la uva en Champagne, mientras las grandes casas ya la están comprando muy cara: entre 4,50 y 5 euros el kilo.

El presidente del Sindicato general de viticultores (SGV), Patrick Le Brun, se muestra, sin embargo, tranquilo respecto a la vendimia 2007: “Vamos a meter en nuestras bodegas el equivalente a 400 millones de botellas”.

Y añade: “Se dan los parámetros de una excelente cosecha, con un grado mínimo de alcohol confortable y una buena acidez”.

El único problema es que esta tensión sobre la materia prima pone en peligro el “modelo social” champenois, basado en el reparto de la riqueza entre dos socios condenados a entenderse: los 15.000 viticultores, que proporcionan la parte esencial de la uva, y las 284 casas, que aseguran la venta del 75% de las botellas.

Antes de la vendimia, el presidente de Moët Chandon, Frederic Chumela, se quejó de tener que contentarse con un crecimiento de una cifra, “cuando podría ser de dos”. Y dejó entrever que los viticultores retenían el equivalente a 100 millones de botellas.

Esta declaración es un “aviso a navegantes”, según la economista Nathalie Viet, especialista en viticultura en el seno del Instituto Equinoxe. A su juicio, Moët Chandon y otras casas “se venían autocensurando desde hace años”, para respetar el consenso con los viticultores. “Pero eso atenta contra la lógica empresarial de un grupo que cotiza en Bolsa y que tiene numerosos accionistas”.

“No le podemos asegurar un crecimiento del 10% a la casa Moët”, le respondió el presidente de los viticultores, Patrick Le Brun, apostando por los acuerdos “interprofesionales” para asegurar el futuro de la región.

Le Brun habría podido citar a Pierre, alumno y sucesor de Dom Perignon, el padre del champán en el siglo XVII: “Hay que despreciar la cantidad, que sólo hace vino muy común, y apostar siempre por la calidad, que siempre proporciona más placer y más beneficios”.