Inicio Empresas y Negocios La Argentina tiene cada vez más mujeres emprendedoras

La Argentina tiene cada vez más mujeres emprendedoras

El holandés golpeó el tablero, las piezas volaron por el aire y Marina Rizzo, con escasos 22 años, celebró su victoria con un llanto. Había pasado “cuatro horas atornillada a la silla” para dar vuelta una partida de ajedrez que parecía perdida, por haber sacrificado un caballo al principio del juego. Con esa misma tenacidad, Rizzo, que aprendió a jugar ajedrez en su Entre Ríos natal a los 5 años, conduce hoy Caballito de Palermo, una escuela de ajedrez para chicos de 4 a 12 años con una metodología propia, que ya fue replicada en México y llegará a la Unión Europea en poco tiempo.

Cada vez más argentinas, de todas las edades y estratos sociales, se animan a emprender un negocio propio, y la tendencia hizo que en los últimos dos años el país saltara del puesto 14° al 8° en el ranking mundial de emprendedoras que realiza el Global Entrepreneurship Monitor (GEM). El primero y segundo puesto del ranking lo ocupan Perú y Tailandia, respectivamente, con una tasa de actividad emprendedora (TEA) de 26,06 y 25,95% en cada caso. Al final del listado aparecen Letonia, Rusia y Austria. Otros países de la región que figuran en el top ten son Brasil (7°) y Chile (9°).

El último informe revela que la tasa de actividad emprendedora femenina subió del 7,3 al 13,34% entre 2005 y 2007. En otras palabras, casi el 14% de la población adulta de mujeres en la Argentina está relacionado con un emprendimiento.

Rizzo, de 43 años, que abrió sedes de su escuela de ajedrez en la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, comenzó a gestar su emprendimiento en 1992, pero en 2006 decidió dedicarle todas sus energías al primer proyecto privado que propone al ajedrez como un “camino al desarrollo de estrategias para la vida”.

Fuera de lo clásico
“Quise salir de los modelos clásicos y armé clases con tableros gigantes, música, arte y juegos. Los chicos juegan y después se debate, por ejemplo, por qué un alumno no puede con el sentimiento de derrota. Empecé alquilando un lugar y fuimos abriendo sedes. Hoy tengo un equipo de profesores y el próximo paso es estandarizar el modelo para poder expandirlo aún más”, explica la emprendedora, que representó al país en dos olimpíadas. “Nada fue fácil. Me separé y eso fue otro incentivo, porque me mudé a un lugar que ni siquiera tenía cama y tenía que mantenerme a mí y a mis dos hijos. Siempre invertí lo que fui ganando. Armé yo los disfraces, los juegos. Hoy Caballito de Palermo me mantiene, y quiero que esto crezca, por eso me inscribí en Inicia, que ayuda a emprendedores”, agrega Rizzo, cuyo método está a un paso de instalarse en todos los jardines de infantes del distrito mexicano de Aguas Calientes.

Hacer lo que se sabe
La médica veterinaria Susana Conigliaro, de 63 años, también se enfrentó al desafío de criar sola cuatro niños pequeños, tras el fallecimiento de su marido, en 1982. La especialista en microbiología transitó por varios proyectos y en 1995 consolidó el Centro de Diagnóstico Veterinario, que tras superar la debacle económica se convirtió en uno de los mayores productores de vacunas, con una facturación anual de 29 millones de pesos. “Yo enseñaba en la facultad y me encontré de golpe con un socio y un laboratorio de diagnóstico y vacunas de mi marido. Eso lo terminé cerrando, y después abrí otro centro, en el que aprendí a anticiparme a la demanda de los veterinarios. En 1995, decidí unirme a un nuevo socio, Sebastián Mirarchi, que me ayudó con la visión comercial del proyecto”, recuerda la especialista. Y confiesa: “Si uno hace lo que sabe hacer, logra el objetivo. Yo sabía de microbiología y seguí para adelante. En 2002 apostamos todo a un nuevo laboratorio en Pilar y nos arriesgamos a desarrollar nuestra vacuna de aftosa. Tardó años, pero finalmente salió. Siempre hubo altibajos, pero aprendí que hay que estar en la cresta de la ola para anticipar la demanda; por eso estoy 10 horas en el laboratorio todos los días. Lo mío es la investigación”.

Los casos de Susana y Marina no son aislados. “La brecha entre los proyectos masculinos y femeninos se está achicando. Las mujeres ven más oportunidades y se han dado cuenta de que un emprendimiento les permite desarrollar su vida profesional con la personal. Los proyectos se vuelcan en áreas de diseño, indumentaria, turismo, belleza y gastronomía. También vemos algunos casos de biotecnología, pero faltan en el sector de software”, dice Silvia Torres Carbonell, directora del Centro de Entrepreneurship del IAE, a cargo del GEM en la Argentina. “Ellas -agrega- suelen ser más conservadoras que los hombres y tienen más miedo al fracaso, por eso deben animarse e ir por más.”

El fenómeno tiene referentes como Bárbara Diez, que convirtió un emprendimiento de wedding planner en una empresa millonaria. Tamara Di Tella construyó un imperio con el método Pilates y no se detiene: a la empresa madre sumó un desarrollo de Tangolates y recientemente sacó su primer libro de marketing para motivar a sus pares. “Hay que atreverse a innovar y hay que hacer las cosas diferente. La mujer que emprende tiene que estar preparada para todo tipo de dificultades y para trabajar 18 horas por día. El único lugar en el que la palabra éxito viene antes de la palabra trabajo es en el diccionario”, dice.

Calidad de vida
Lucila Stazi, de 29 años, ya sabe lo que es trabajar 18 horas por día. Se animó a emprender el año pasado con Machê, una empresa de catering que en pocos meses ganó clientes como Telmex e IDC. “Estudié publicidad, y cuando terminé vi que había errado el camino. Entonces me inscribí en el Instituto Argentino de Gastronomía, me recibí y trabajé en varios restaurante, como Tomo I, hasta que decidí avanzar con mi proyecto”, relata. “Siempre fui muy independiente, y tener algo mío era el principal objetivo. Es un trabajo de 24 horas, pero lo disfruto. Manejo mis tiempos y puedo dar un trato personalizado. Creo que lo fundamental para mí fueron los contactos. Llamé a todos los que conocía hasta que ellos empezaron a llamarme a mí”, agrega.

Alejandro Mashad, director de la Fundación Endeavor, afirma que “una empresa propia le da a la mujer una mejor calidad de vida con sus hijos”. Esto último fue lo que buscaron Celeste Terrera y Fiona Heine, ambas de 31 años, cuando se unieron en 2006 para crear Campai Locaciones, una empresa que provee lugares como sets de filmación a productoras de cine, publicidad y gráficas. “Llevábamos 10 años en el negocio como free lance o en relación de dependencia. No había forma de conciliar el ritmo de trabajo con la crianza de nuestros hijos salvo con un emprendimiento, y lo hicimos”, recuerda Celeste. “Hoy estamos con nuestros hijos en casa y trabajamos con la computadora. Tenemos nuestro archivo de locaciones y el proyecto crece con tres locaciones por mes. Cada una son unos 5000 pesos que nos permiten ir escalando el proyecto”, agrega.

En la visión de Torres Carbonell, directora del centro del IAE, “todavía hay mucho espacio para que crezcan los proyectos de las mujeres”, y seguramente esos huecos se irán llenando.