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Lograr un grupo sólido y alineado

Las estructuras modernas de trabajo tienen una particularidad: no existe la autonomía total, sino que hay una interdependencia entre las distintas áreas y sus integrantes. Es decir, cada trabajador está ceñido y condicionado por la labor de sus compañeros y colegas, por las jerarquías y el sistema en sí.

¿Qué pasa con estos vínculos cuando las organizaciones se plantean un cambio? Rara vez ocurre que todos los individuos se ordenen y juntos construyan la nueva estructura. Por el contrario, casi siempre se vuelven unos contra otros, algo propio del desconcierto que se produce cuando hay una modificación en la rutina.

En estos momentos la comunicación cumple un papel fundamental para que todos se alineen, pues realizada de la manera adecuada es el mejor medio para llegar a cada uno de los trabajadores. Y esto incluye tanto a los jefes como los pares, los proveedores, los contratados externos y hasta los clientes.

Quien esté en contacto con la organización podrá participar de los cambios de la visión. Además, es también una posibilidad estratégica para establecer quién deja de participar en la nueva etapa.

Tratar que la gente comprenda la visión de un futuro alternativo es un desafío, incluso aún mayor que lograr que comprendan el mensaje en sí. Entonces, aparece en forma concreta el gran objetivo de todo líder, que es ser creíble tanto en su persona como en su comunicación.

¿Cómo se crea una credibilidad sólida? Hay muchos factores que intervienen, pero básicamente hay que tener una reputación íntegra, un buen registro de desempeño y congruencia entre palabras y hechos. Finalmente, al lograrse una alineación sólida se promueve que los trabajadores comiencen a tomar sus propias decisiones, que sientan su grado de poder para ejercer libremente su función.

Con el trabajo de alineación quedan atrás frases muy recurrentes como: “así no se hace”, “no podemos encarar estos cambios” o “hacé como te digo”. Esos problemas, muy típicos de las organizaciones actuales, se disuelven ante la distribución de poder que queda así socializado y que empuja a cada empleado a la acción.

Además, ya no se hacen las cosas por el bien propio sino por el bien común.
Solo con esta visión se lograrán establecer cambios verdaderos y sólidos, que sean percibidos en el día a día de todos los integrantes de la estructura.