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Más allá de la RSE: la empresa sostenible

En los últimos años surgió en el mundo un concepto que supera al de Responsabilidad Social Empresaria (RSE): el desarrollo sostenible. Se trata de una visión más profunda de la relación que las empresas tienen con la sociedad y las compromete a tomar en cuenta, en cada una de sus acciones, el impacto social y ambiental, además del rédito económico.

El desarrollo sostenible fue definido por primera vez en 1987 por el Informe Brundtland de la Comisión Mundial de Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo como la forma de crecimiento que permite “atender las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de satisfacer las propias”.

A partir de la Cumbre de Río de Janeiro 1992, de la mano de Stephan Schmidheiny, fundador del WBCSD (Consejo Empresarial Mundial para el Desarrollo Sostenible), y otros precursores como Ray Anderson, CEO de Interface Inc., el sector productivo comenzó a replantearse el lugar que ocupaban sus compañías en la sociedad y en el planeta. En ocasiones movido por la conciencia o evolución de algunos líderes empresariales, y en la mayoría obligado por los conflictos sociales y legales que comenzaba a generar su forma descuidada de producir y actuar.

Poco a poco empezó a hablarse de la necesidad de rediseñar la relación de las empresas con la sociedad y el medio ambiente. Una de las primeras alternativas consideradas fue la adopción de las prácticas comprendidas en el concepto de RSE, la mayoría de las veces limitado a acciones filantrópicas tradicionales: donativos de las empresas a líderes sociales u organizaciones civiles de las comunidades donde operan.

Sin duda que el concepto que mejor expresa la esencia de la sostenibilidad empresarial es el Triple Bottom Line (TBL, en español, triple cuenta de resultados), formulado por el consultor John Elkington en su libro Cannibals with Forks ( Caníbales con tenedores , 1997). Según Elkington, considerado por sus pares el padre de la sostenibilidad empresarial , el TBL es el atributo distintivo de las empresas comprometidas en forma categórica con el nuevo paradigma: es decir, aquellas que en sus sistemas de gestión toman en cuenta el impacto de sus procesos y productos sobre la economía, la comunidad y el medio ambiente en los cuales desarrollan sus actividades. En tal sentido, el concepto de TBL resulta mucho más completo y abarcador que el de RSE, porque implica readecuar la totalidad de los productos y procesos.

Sin embargo, apunta Elkington, la adopción del nuevo paradigma no es instantánea, sino que requiere un proceso que exige, en todas las compañías, el recorrido de siete pasos consecutivos o revoluciones hacia la sostenibilidad . A medida que las empresas logran adoptarlos experimentan dos transformaciones radicales. La primera es el surgimiento de una nueva cultura corporativa que reconoce como su principal activo a las personas que colaboran y comparten el conocimiento, dando nuevos espacios a la acción e innovación.

La segunda es el reconocimiento del vínculo de interdependencia entre la empresa y la sociedad.