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Advierten que las enfermedades por maltrato aumentan el costo laboral

En tiempos de crisis, la inestabilidad de los cargos, el acoso y la sobrecarga de tareas, suelen acentuarse, aunque generalmente estas situaciones pasan inadvertidas por las empresas al evaluar el costo laboral.

Puntalmente, estos problemas que crecen a medida en que la situación económica se torna más difícil, pueden determinar la suerte de una compañía y la salud de sus empleados. En este marco, los especialistas advierten sobre la importancia de detectar a tiempo estos casos y detallan sus aspectos principales.

El verdadero costo laboral
La Organización Mundial de la Salud estima que una de cada seis personas se enferma por maltrato en el trabajo. El hostigamiento, que viene la mayoría de las veces desde quien posee determinado poder o jerarquía, puede ir desde una burla, la ridiculización o la sobrecarga de trabajo, hasta formas más sutiles.

La jefa llegaba cada mañana dispuesta a hacerle la vida imposible a los empleados. Desde el atalaya que le proporcionaba su jerarquía decidía quién circulaba por allí y quién no, cuándo y por qué se tomaban licencias, y hasta amenazaba con despedir a la hermana de una de sus subordinadas si ésta última no cumplía con sus mandatos.

La escena no está sacada de ningún culebrón televisivo: fue la situación que vivían los empleados administrativos de una universidad de nuestro país, objeto de estudio de un grupo de psicólogos que además los ayudó a salir del hostigamiento laboral.

Los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) son alarmantes: en Suecia el denominado mobbing, término derivado de mob que significa horda o plebe, o violencia laboral es responsable del 15% de los suicidios, y en Inglaterra el 53% de los empleados padece acoso psicológico.

En tanto, en Finlandia, el 40% de los empleados municipales sufrieron coacciones. En los países en desarrollo, por ejemplo, no hay estadísticas.

Sin embargo, se sabe que el problema crece al calor de la precarización laboral y la falta de oportunidades.

Según reza la reciente tercera edición del informe de la organización internacional denominado “violencia en el trabajo”, una encuesta realizada en 2002 en Alemania permitió estimar que más de 800 mil trabajadores eran víctimas de mobbing, en tanto que en España se calculó que cerca de 22% de los funcionarios públicos sufría violencia laboral.

El estudio asegura, además, que en los países en desarrollo las mujeres, los migrantes y los niños están entre los trabajadores más vulnerables.

Un proceso sutil
“La violencia en el trabajo es una epidemia. Desde la salud pública se dice que va a causar más enfermedades y muertes que las patologías infecciosas”, señaló la psiquiatra Elsa Wolfberg, presidenta honoraria del Capítulo de Psiquiatría Preventiva de la Asociación de Pasiquiatras Argentinos Argentina (APSA).

En la década del ’80, el psicólogo Heinz Lehimann describió al mobbing como la violencia sufrida en el trabajo por lo menos una vez por semana, durante seis meses o más. Es decir que no son violencias ocasionales sino que hay una continuidad.

“Las maneras del mobbing pueden ir desde agresiones manifiestas, ya sean verbales desacreditando al sujeto, burlándose de él, de su pelo, de su religión, de su vestimenta, ser ridiculizado, descalificado, hasta formas más sutiles como no hablarle, no darle trabajo, hablar a esa persona pero mirar a otra, pueden ser desde violencias groseras hasta crueldades muy refinadas”, explicó Wolfberg, quien es también docente en Psiquiatría de la UBA.

Otra de las situaciones típicas es asignarle tareas por debajo de sus capacidades, hacerla sentir inútil.

En el mobbing generalmente el acosador tiene cierto poder sobre la víctima; no obstante también puede ser entre pares y en sentido ascendente.

La persona víctima en un comienzo no da crédito a lo que pasa. Le parece que es un malentendido, no acusa recibo del maltrato, piensa que su jefe tuvo un mal día.

Pero cuando esto se prolonga piensa que hizo mal su trabajo, se hace eco de la descalificación y se identifica con la imagen de persona desvalorizada que el acosador le devuelve.

Las actitudes del acosador pueden ir subiendo de tono, la persona acosada empieza a deprimirse, pide ayuda pero no es escuchada, ya que, generalmente, si el hostigador tiene cierto poder, cuenta con la complicidad de los demás empleados, quienes pueden pensar que si se alían con el acosado corren el mismo peligro.

Ante el vacío aparecen los síntomas corporales. Se eleva la presión arterial, situación que si se prolonga puede derivar en un infarto o en un accidente cerebrovascular, señaló la psiquiatra, entre otros síntomas.

Depresión reactiva, disturbios del sueño, mareos, pérdida de la concentración, irritación, y propensión a los accidentes pueden ser otras de las manifestaciones.

En la Argentina, el mobbing no está en la lista de las 189 enfermedades profesionales y sólo tres provincias: Tucumán, Buenos Aires y Jujuy, además de la ciudad de Buenos Aires sancionaron -entre 2002 y 2004- leyes que contemplan el maltrato, pero sólo se aplican en el ámbito de la administración pública.

Según un reciente informe de la Fiscalía Nacional de Investigaciones Administrativas, organismo dependiente del Ministerio Público Fiscal, entre octubre de 2003 y 2004 se iniciaron 1503 expedientes por denuncias de violencia laboral.

Distintos tipos de violencia
El mobbing no es la única forma de violencia laboral, ya que también puede ser ejercida por acción, por “sordina” o por omisión. Según explicó Wolfberg, la violencia por acción ocurre, además del mobbing, cuando existe sobrecarga de trabajo, y es una situación de violencia solapada.

La inestabilidad laboral también es una violencia por acción, y si bien la gente naturaliza esta situación, no es normal. Por otra parte, la desproporción entre esfuerzo y recompensa también es violencia laboral y una fuente de patologías psicosomáticas.

En esta línea, relató que existen varias investigaciones que dan cuenta de que cuando existe una desproporción entre premio y esfuerzo aparece el estrés laboral y la vulnerabilidad cardiovascular asociada, donde la frecuencia de riesgo coronario aumenta entre 1,5 y 4 veces.

La violencia por sordina se da cuando quien la vive no reconoce el problema, rezonga un poco en los pasillos pero no hace nada para modificarlo.

Según Wolfberg, también existe la violencia por omisión, que corre cuando no se reconocen las leyes que protegen a los trabajadores, como la ley de Riesgos del Trabajo y la de Higiene y Seguridad en el Trabajo.

Cómo reconocerla
La persona que sufre violencia laboral debe consultar a un abogado. Tiene que saber que hay leyes que lo protegen.

“Hay niveles de prevención: si la persona se siente muy mal debe pedir ayuda psicológica, no abandonarse, hacer algún tipo de actividad corporal, porque lo que ocurre es que el individuo tiende a desconectarse de sí mismo, de su cuerpo, de sus necesidades por estar tan enganchado con lo que le exigen y con el hostigamiento”.