Inicio Empresas y Negocios Antropofagia organizacional, ¿qué podemos aprender de los “gurúes” del extranjero?

Antropofagia organizacional, ¿qué podemos aprender de los “gurúes” del extranjero?

La muestra en el MALBA (abril de 2008) de la pintora modernista brasileña Tarsila do Amaral (1886-1973) ha vuelto a poner en evidencia la cuestión de la antropofagia cultural y por extensión (en nuestro caso) la antropofagia organizacional, tema propuesto por el colega brasileño Miguel Pinto Caldas en ocasión de las recordadas conferencias de ExponenciAR 2004.

La “joya de la corona” exhibida en los salones del MALBA se titula “Abaporu” (1928) que en tupí-guaraní significa “antropófago”.

Tarsila obsequió esta obra a su esposo Oswald de Andrade (1890-1954) en ocasión de su cumpleaños en enero de 1928.

Y la imagen de aquel extraño hombre pintado por Tarsila, de enormes pies hincados en la tierra, cuya pequeña cabeza parece apoyarse melancólicamente en una de sus manos fue un disparador para que, en mayo de aquel año, Oswald de Andrade editara el primer número de la “Revista Antropofágica”.

En la primera página, el “Manifesto Antropofágico” realizaba una presentación estentórea de una proclama modernista (aunque rescatando la propia cultura) y proponía una suerte de “metabolización” de lo venido de afuera por vía de la antropofagia “contra todos los importadores de conciencia enlatada”.

Sin tanto ruido, pero con el mismo propósito de despertar la conciencia crítica frente a la importación acrítica de tecnologías y “modas” de gestión, Pinto Caldas orientó su excelente trabajo “Transformación y realidad Organizacional”, en colaboración con Thomas Wood Jr..

Pinto Caldas ha sido un continuador de una firme tradición cultural brasileña, inaugurada por Oswald de Andrade, y profundizada por el mítico Alberto Guerreiro Ramos (1915-1982), el primer negro que alcanzó la distinción de ser profesor universitario, quién además llegó a ser una figura destacada en el ambiente internacional de la sociología.

En su obra “La reducción sociológica” (publicada por primera vez en español en 1959) Guerreiro Ramos destaca la importancia de la conciencia crítica en la realidad brasileña, como imperativo de su desarrollo como sociedad:

“La conciencia crítica es un modo radicalmente distinto de aprehender los hechos, de lo cual resulta no sólo una conducta humana despierta y vigilante, sino también una actitud de dominio de sí misma y del exterior”.

Pinto Caldas que, no por casualidad, ocupó en la Universidad Getulio Vargas la cátedra de Guerreiro Ramos, retoma este mensaje del maestro y lo proyecta a la realidad cotidiana en el trabajo antes mencionado, realidad con la cual nos desenvolvemos en la mayoría de las organizaciones de trabajo y en particular en las áreas vinculadas con la gestión humana.

En aquella conferencia, Pinto Caldas propone un “puchero antropofágico”, pero advierte que son muy pocos los que merecen ser comidos.

Así, plantea la “antropofagia organizacional”, como la posibilidad de desarrollo de capacidades en las organizaciones para adaptar los modelos extranjeros a las propias necesidades, descartando aquello que no es conducente para el propio entorno cultural.

El concepto de antropofagia organizacional en Caldas remite a la metáfora planteada en su momento por de Andrade en cuanto al ritual indígena de comer la carne y el corazón de los vencidos, pero no de cualquier vencido, sino de aquellos valerosos, con lo cual los nativos se aseguraban aumentar su propio coraje y valor.

Por el contrario, los indígenas sentían náuseas de alimentarse con la carne de los cobardes.

Por eso, Caldas recomienda a los directivos de las organizaciones el llevar a la caldera del puchero antropofágico a todos los gurúes y luego seleccionar aquellos que prueben su valor y utilidad para recién entonces “devorarlos” y transformarlos, asimilándolos a su propia identidad.

Pero, ¿por qué nos interesan tanto los gurúes venidos de afuera?, se pregunta Caldas.

Él mismo se responde señalando que una cultura que se siente inferior con relación a otra busca referentes con la falsa idea de que así podrá alcanzar un nivel superior y parecerse a la cultura de referencia. Es, sin duda, el fenómeno repetido de la ausencia de conciencia crítica que postulaba Guerreiro Ramos.

Cierto es que las pautas de referencia de escuelas de administración, consultores, tecnología y literatura sobre los temas de gestión, toman como referencia casi única los modelos generados en Norteamérica, que se corresponden con otra cultura y otra estructura social.

Al traer “gurúes” y “modelos”, un ejecutivo suele creer que aparecerá ante propios y extraños como moderno, efectivo y actualizado.

Además, existe una suerte de comportamiento perverso en nuestros entornos por el cual ninguna propuesta parece seria o correcta si no viene respaldada por el criterio de autoridad conferido por alguna fuente del exterior.

El prejuicio cultural de sobre valorar a todo lo “importado” no sólo está presente en el marketing comercial, sino también en el marketing de ideas.

Si algo es importado (y sobre todo si viene con expresiones en idioma extranjero o respaldado por la presencia de un consultor) tiene mucha más perspectiva de ser considerado como plausible que lo generado localmente.

Ahora bien, no se trata de promover una actitud “chauvinista” de rechazo absoluto a todo lo externo y el apoyo inclaudicable a lo local, cerrándonos a toda influencia externa.

De ahí, la importancia de la propuesta original de Oswald de Andrade de la antropofagia: seleccionar, descartar, deglutir, metabolizar, transformar.

Como bien ha señalado Fernández Retamar (citando a Haroldo de Campos), la propuesta no supone una sumisión a lo extranjero, sino una transvaloración.

Por consiguiente, coincide con Guerreiro Ramos en una visión crítica “susceptible tanto de apropiación, como de expropiación, desjerarquización, deconstrucción”

Continúa: “el caníbal era un polemista (del griego pólemos = lucha, combate), pero también un «antologista»: sólo devoraba a los enemigos que consideraba valientes, para extraer de ellos la proteína y la médula necesarias para el robustecimiento y la renovación de sus propias fuerzas naturales…”

La propuesta es entonces: reconocer nuestras propias fuerzas, nuestros rasgos en cuanto al poder, el riesgo, la confrontación, la participación, para generar desde adentro nuestras propias respuestas, reconociendo aquello de afuera que nos puede ser útil para fortalecer el propio modelo interior, como hizo Tarsila do Amaral, que se expuso y frecuentó el modernismo europeo, para enriquecer su mirada, pero sin dejar de ser ella misma, “contra todos los importadores de conciencia enlatada”, como lo muestra el legado de su fascinante expresión plástica.