Inicio Clickeando Bodega Chañarmuyo

Bodega Chañarmuyo

Todo comenzó a fines de 1999, cuando el empresario Jorge Chamas se sintió tentado por ese rincón de la geografía árida de La Rioja. A partir de la visión de este emprendedor, y con la ayuda de todos los pobladores de la zona, en el lugar donde se emplazaba una antigua finca de frutales abandonada tras la muerte de su dueño, comenzaron a cobrar forma la bodega y los viñedos San Gabriel, junto con una posada de 10 habitaciones donde el vino es el tema principal.

Ubicados sobre 100 hectáreas al pie de un cerro que alguna vez vio florecer a la cultura aguada, los viñedos llaman la atención por el particular negro particularmente fuerte de sus uvas, característica que se relaciona con la conformación del terreno y sus nutrientes. Dispuestos de manera oblicua, con un cielo azul de fondo y cactus gigantes de tanto en tanto, estos viñedos empiezan a explicar el potencial turístico de Chañarmuyo.

Pero, por si hicieran falta más explicaciones, la bodega contigua respeta una voluntad heredada desde su concepción misma. Diseñada con la expresa indicación de integrarse al paisaje, en su forma semicircular -que imita la ladera de un cerro-, se pueden apreciar los dos colores de piedras que se utilizan en cada nave (el rojo y el ocre). Estas piedras son de la provincia y son los tonos predominantes en los cerros de la zona.

Una parte fundamental del proyecto empresarial de Chañarmuyo fue unir la producción vitivinícola con el turismo. Por eso, junto con los viñedos y la bodega, que se disponen a embotellar sus primeras vendimias, se construyó una posada, que dispone de 10 habitaciones y se organizó un programa de visitas, con paquetes de tres y cuatro noches que incluyen degustaciones y recorridos por las instalaciones vitivinícolas.

La propuesta de turismo enológico de Chañarmuyo busca tender un puente entre la cultura aborigen con los tiempos actuales, a través de la producción de la tierra. Por eso, la arquitectura misma de la posada revela el caudal de cultura que se respira en la zona.

El hall principal del alojamiento tiene tres dibujos, que resumen la historia riojana. El primero de ellos es una reproducción de las estrellas diaguitas de Vinchina, el segundo la representación de una de las fiestas religiosas más antiguas de La Rioja, el Tincunako, y el tercero un racimo de uvas.

Esta inmersión en una cultura de antaño se acompaña en la posada con una propuesta gastronómica autóctona, en la cual los hornos de barro nunca se apagan, y las verduras, frutas y cabritos han crecido en la propia finca. Todo esto, en el contexto de las mayores comodidades, con mullidos sillones que permiten perder la mirada en los viñedos.A la hora de emprender otras actividades, los propios pobladores de Chañarmuyo son quienes ofician de baqueanos y generosamente se ofrecen a mostrar el cercano pucará, testigo del paso de las civilizaciones precolombinas por la zona. O bien acercan los caballos que en cuatro horas nos llevarán a Talampayita, en el cordón de Famatina.

Las opciones no terminan ahí, y con un poco más de tiempo o de espíritu aventurero, se puede gastar algo de suela en recorridos de trekking por los cerros; o tal vez llevarse un vistazo de la vida apacible de los cercanos poblados de Angulos, Santo Domingo y Campanas.

Resurgido de sus cenizas y redimido por la vid, Chañarmuyo tiene la fórmula justa para convertirse en un destino encantador. Comodidad y calidez, una conjunción por la que vale la pena alzar la copa.

Informes. E-mail: reservas@chanarmuyo.com.ar
En Internet: www.chanarmuyo.com.ar