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¿Cenas íntimas eran las de antaño?

Siempre sentí curiosidad por los temas que rondan la historia de la gastronomía. Y apenas consulto con la biblioteca sobre el asunto, o bien me detengo en algún artículo de un futuro miembro de la Academia de la Historia Gastronómica Argentina (en formación), quedo vivamente impresionado por la abundancia y sofisticación que supieron tener esos encuentros “íntimos” entre sibaritas formados o en camino de serlo.

Ya en el Antiguo Testamento encontramos testimonios sobre banquetes memorables, sino, repase el libro de Job, o el de Ester, o el de Amós, por mencionar algunos, y uno ve que el pueblo de Dios, que pasó por grandes padecimientos, no perdía la memoria acerca de cómo pasarlo bien, cuando las circunstancias lo permitían.

A Julio César se le ocurrió que la toma de Pompeya ameritaba una cuchipanda con toda la muchachada que había colaborado en el asunto. Y, lista va, lista viene. Que “este sí”, que “este no”, e invitando “nada más que a los íntimos” (como aclaran hoy los novios que hacen listado de 600 invitados para el casamiento, ante la mirada congelada de los padres paganinis), Don Julio, le contaba, terminó rodeando su mesa con ¡200.000 invitados!. A mí me toca hacer una comida para los 24 socios del The Fork Club (en algún momento le contaré de que se trata) cada dos años, y me vuelvo loco desde medio año antes, ni quiero pensar la logística para este “encuentro íntimo”. Además, pregunto: ¿cómo se llamaba a la gente a la mesa? ¿Había un grito del tipo: ¡muchachi los choris están listos!?

Ricardo II de Inglaterra, en 1387, resolvió juntar a la gente como uno de la época, es decir, los 2000 barones más ricos de su reino. No sé si ya había algún Somerset Maugham suelto por los alrededores, que haya opinado como él: “para comer bien en Inglaterra tendría que desayunar tres veces al día”, pero Don Ricardo le habría tapado la boca con el menú que prepararon sus 200 cocineros con los siguientes ingredientes: 11.000 huevos; 720 gallinas; 1400 bueyes; 200 conejos y 120 cabezas de carnero. (¿No es increíble que se conserve esta precisa información en los archivos de la época?).

Pero no todo ha sido frivolidad. El chef del Reform Club de Londres, decidió homenajear a 22.000 pobres de esta ciudad, a fines del siglo XIX. Y en esta suerte de comedor popular se sirvieron 4.000 kilos de carne asada; 300 pasteles de conejo, cordero y cerdo; 1500 kilos de papas; 2.000 kilos de pudding de ciruelas; enormes cantidades de frutos secos, naranjas, té, café, pasteles varios y más de 1.000 litros de cerveza negra. Una anotación añade a todo esto un buey donado por la compañía de gas de Londres…

En septiembre de 1900, el entonces Presidente de Francia, Émile Loubet, le pareció que había festejar como correspondía el aniversario 108° de la proclamación de la República. Nuevamente empezaron las listas de invitados, con agregados de último momento, de alguna tachadura, y finalmente, resolvieron apretarse convocando a 22.295 escogidos (¿se imagina a la Primera Dama de entonces, diciéndole al marido “a éste no me lo invitás porque la mujer es una chirusa”). Le encargaron el servicio a lo mejor de la época que era la casa Potet et Chabot, que puso en las mesas ostras, caviar del Mar Negro, faisanes, helados, vinos de altísima gama que incluían un Morgon cosecha de 1887, y obviamente champagne para beber a saciarse. Los organizadores debieron recurrir a 1.600 maîtres d’hotel y 3.600 camareros, más 300 lavacopas, que por su parte tuvieron que ocuparse de fregar 95.000 copas, 250.000 platos y 5.000 docenas de cubiertos. A las lavanderas no les fue mejor, porque tuvieron que hacerse cargo de lavar y planchar 8.000 manteles y 30.000 servilletas.

Antes que un miembro del foro de esta sección me haga notar que salté etapas de la historia gastronómica de manera un poco veloz, déjeme que le cuente que me di cuenta, pero le digo que tampoco estoy escribiendo un tratado de “cenas íntimas”, sino que mi deseo es compartir y disfrutar con ustedes estas curiosidades. Al fin y al cabo, como decía Borges: “tenemos todo el pasado por delante”