Inicio Empresas y Negocios ¿Cómo me paro frente a la crisis? ¿Cómo cómplice, víctima o guerrero?

¿Cómo me paro frente a la crisis? ¿Cómo cómplice, víctima o guerrero?

Se reiteran las explicaciones sobre el por qué se llegó a la actual crisis. También se suceden los anuncios de despidos masivos en algunas organizaciones y estimaciones de porcentajes crecientes del desempleo.

Un contexto, sin duda, de desesperanza. Ayer, apenas arrancó el taxi que tomé, el conductor me pregonó lo mal que están las cosas.

Los pasajeros, aparentemente, lo alimentaban con información “fresca” sobre las medidas que se estaban adoptando en algunas empresas.

A modo de sentirme anclado me parece interesante preguntarme cómo me paro frente a esta crisis. No es la primera vez que vivo una, aunque, es cierto, siento que estoy debutando con una de esta magnitud. ¡Siempre hay una primera vez para todo!.

¿Cómplice? No. No actúo en una posición en la que pueda alentar o silenciar medidas que alimenten a esta crisis. Creo, además, que mi silencio pasado me aconseja a guardar silencio en el presente, asumiendo mi cuota de responsabilidad.

¿Víctima? No. No vale la pena. Fueron muchas las veces que me disfracé de víctima de circunstancias vividas, provocadas, o no, por mí. Aprendí, con dolor, que esto no producía ningún cambio y que tan sólo me servía para dilatar las acciones propias. No me entretengo, tampoco, en arengas buscadoras de castigos a los responsables (funcionarios gubernamentales, auditores y directivos empresariales) ni en debates sobre posibles medidas que se deberían adoptar (esto me remitiría a un cierto nivel de complicidad y para colmo inútil).

¿Guerrero? Puede ser. Aunque creo que no es cuestión de salir a matar dragones para sobrevivir este momento, le daré pelea a lo que venga. Voy adoptando conductas adaptativas. Me iré ajustando a lo que resulte, aunque puede ser que no me agrade. Los años me han enseñado que la realidad no siempre coincide con el deseo ni con el gusto.

Seguramente hay muchas más posiciones posibles frente a este desbarajuste financiero. Tengo claro que ningún minuto que le destine a elucubraciones, solitarias o acompañadas, destinadas a buscar la solución, aportará algo positivo al fenómeno que vivimos. Creo que si me sumerjo en las aguas profundas de la desesperanza lo único que encontraré es, justamente, desesperanza. ¿Para qué apostar a esto? En tal caso lo hago a la vida.

Escucho, eso sí, con sorpresa, ciertas medidas que algunos gobiernos están adoptando para frenar el derrumbe financiero (así se lo menciona en los medios de comunicación). No estoy convencido de que salvar a tal o cual entidad financiera (por “emblemática” que sea) resulte ventajoso o un principio de solución. Me pregunto: ¿Qué pasa si se cae tal o cual entidad financiera? Me respondo: nada, a lo mejor sería bueno dejar que el globo se vaya desinflando. Vaya uno a saber si esto es, o no, así.

Por lo pronto, siento que no me conviene detenerme en este espacio, así que es mejor que siga haciendo lo que estaba haciendo, ya que de eso, al menos hasta hoy, obtengo mi sustento e intento, no sin esfuerzo y a mi manera, honrar a mi vida.