Inicio Empresas y Negocios Conciliación, una palabra que está de moda pero que pocos saben aplicar

Conciliación, una palabra que está de moda pero que pocos saben aplicar

La conciliación está de moda. Nos cansamos de oír cómo empresas y administraciones se jactan de sus planes y medidas para que empleados y ciudadanos puedan compatibilizar trabajo y familia. Sin embargo, la realidad demuestra que a quienes intentan conciliar no se les hace fácil y que muchas veces se ven obligados a elegir entre el trabajo, la familia o su vida personal. ¿Es posible lograr encontrar el equilibrio entre estos tres pilares? ¿Por dónde empezar?

El primer paso para conseguir ese equilibrio es nuestra propia voluntad de mejorar la realidad en que vivimos y de convertirnos en dueños de nuestro destino. Cambiar la realidad que nos rodea exige modificar cosas en nosotros mismos. El conocimiento propio nos ayuda a entender mejor la realidad y a profundizar en nuestra identidad, lo que nos da una seguridad que luego transmitimos. El autoconocimiento es fundamental para identificar la misión que tenemos en la vida y priorizar los roles que queremos llevar a cabo.

La conciliación con uno mismo integra todos los elementos de la personalidad, sabiendo que la persona perfecta no existe. Los tres elementos que influyen en la personalidad son la genética, la racionalidad y la afectividad. Éstas dos últimas dimensiones son dinámicas, lo que puede llegar a producir desequilibrios. ¿Cómo corregirlos? A través del autoconocimiento y de mecanismos de compensación, además de la ayuda de un coach.

El autoconocimiento también pasa por comprender los motivos, conscientes e inconscientes, que nos llevan a tomar nuestras decisiones. Los principales motivos que impulsan a la acción pueden ser agrupados en tres grandes categorías:

* Extrínsecos: los que vienen del entorno (el dinero, la fama, etc.)
* Intrínsecos: los que están ligados a la acción misma y su origen es interno (el aprendizaje, el reto o el placer que se obtiene de la misma acción).
* Trascendentes: su origen también está en el interior de la persona, pero su destinatario está fuera y las acciones repercuten positivamente en ellos.

Estos tres tipos de motivos pueden influir simultáneamente en cualquier decisión, pero tienen un peso diferente según la persona y su particular estructura de motivos. Por eso, conocer los motivos que impulsan nuestras decisiones es primordial para definir si nosotros somos los dueños de nuestra vida o prevalece el entorno. Cuánto más logramos desplazar el peso de los motivos hacia los trascendentes, más dueños somos de nosotros mismos.

Conciliar con la familia
Hoy, las largas jornadas laborales son una de las causas de que los individuos se centren en la familia nuclear, relegando a la familia extensa, sin calibrar las consecuencias. La sociedad actual precisa de líderes que se conozcan muy bien y sepan moverse con fluidez. La familia es una institución intermedia entre el individuo y la sociedad, es el entorno idóneo para lograr el progreso equilibrado y desarrollar competencias personales y profesionales para la posterior inserción laboral y social.

Existen distintos roles de la persona dentro de la familia: marido/mujer, padre/madre, hijo/hija, abuelos, y los roles “sobrevenidos” políticamente (yernos, cuñados…). Es bueno priorizar los roles siguiendo una jerarquía para no sentirse desbordados por demandas simultáneas de todos ellos, y para desarrollar resistencia ante esa realidad. Seguir un orden jerárquico de roles proporciona un equilibrio familiar que evita las confusiones, el malestar, la desunión y los problemas de conciencia.

En la familia se encuentran todo tipo de referentes: modelos masculinos y femeninos, integrantes de todas las edades, caracteres y profesiones. Esta variedad de referencias convierte a la familia en el entorno idóneo para lograr el progreso equilibrado y desarrollar competencias personales, profesionales y sociales.

Conciliar trabajo y familia
La dificultad para conciliar el trabajo y la familia radica en que las fronteras entre ambos se están difuminando cada vez más. Cuando hay conflictos de estrés, los problemas que se originan en el trabajo pueden producir un desbordamiento de la tensión que pasa a la familia y se traduce en menos calidad y cantidad de tiempo en casa.

El problema surge cuando uno de los dos ámbitos es prioritario y acaba perjudicando al otro: este orden no implica que empleemos más tiempo en el área prioritaria, porque a menudo pasamos en la empresa mucho más tiempo que en casa. Pero eso no debe ser óbice para poner la familia en primer lugar.

Conciliar trabajo y familia implica mucho más que ajustar horarios: supone conciliar la propia vida. Para ello se requiere un plan que abarque todos sus aspectos apostando por el éxito total: personal, familiar, profesional y social.

La relación entre el trabajo y la familia se ha llevado a cabo de diferentes formas a lo largo de la historia. Pero existe un nuevo modelo: el de la libertad de elección. Esta alternativa tiene en cuenta que cada familia posee un perfil y unas preferencias, y pasa por momentos, necesidades y posibilidades de trabajo diferentes en distintas etapas de su vida.

Conciliar con la empresa
El tercer pilar de nuestra vida es la profesión. La empresa constituye uno de los lugares donde pasamos más horas y, por ello, la actividad que se desarrolla en ella repercute en los individuos y en la sociedad. La misión específica de la empresa como institución es generar riqueza y repartirla de modo equitativo, pero no podemos olvidar que la misión genérica de cualquier organización humana es ayudar a crecer profesional y personalmente a las personas que allí trabajan, y facilitar que desarrollen entre sí relaciones de amistad.

Por lo tanto, a la organización le conviene intentar conseguir que sus empleados desarrollen, a través de aprendizajes, la motivación por motivos intrínsecos y trascendentes. Los tipos de vínculos que se desarrollen entre el empleado y la empresa dependerán de los tipos de motivos que muevan predominantemente a cada una de las partes.

Cada uno de los trabajadores de una empresa tiene una misión personal y familiar, pero también una misión profesional que debe ser capaz de integrar en su lugar de trabajo. Como profesionales, los empleados deben cumplir la misión de satisfacer las necesidades ajenas, como los clientes de la empresa. Sin embargo, como personas, tienen la misión de desarrollar relaciones de amistad con los compañeros y jefes.

Los fracasos en el encaje entre empleado y empresa tienen su origen en un proceso de selección incompleto por una o por ambas partes. Por un lado, las empresas deben revisar sus procesos de selección de personal teniendo en cuenta los motivos; por el otro, es obligación de los individuos conocerse a sí mismos para saber el tipo de empresa en la que debe incorporarse.

La entrada masiva de la mujer en el mercado laboral ha sido históricamente la causa de tener que repensar lo que es la empresa y cómo flexibilizarla para dar cabida a esa diversidad. En algunas empresas se está iniciando ya la etapa real del cambio hacia la conciliación y la flexibilización de horarios. Hay empresas que ya se están ocupando de conseguir la calificación de “Empresa Familiarmente Responsable”, algunas por mejorar su imagen de marca, otras porque lo pide la legislación o el sindicato y las más pro-activas porque ven la conciliación entre el trabajo y la familia de sus trabajadores con visión amplia y de largo plazo.

Conciliar con la sociedad
¿Por qué es necesaria la acción de los individuos en la sociedad? Los mercados y los ordenamientos legales no bastan para garantizar que los ciudadanos aporten un beneficio social. Para conseguir el verdadero progreso, junto al incremento de la eficiencia técnica, hay que incrementar la eficiencia humana en la sociedad.

Es importante que los individuos consigan una buena adaptación al medio en el que viven sin dejarse fagocitar por el aire que respiran. A través de los distintos roles que adoptan en la sociedad (político como votantes, económico como consumidores y social como factores humanizadores de la sociedad), las personas influyen en el resto de individuos. No todos pueden contribuir de la misma forma, ya que no todo el mundo tiene las mismas oportunidades, pero, en cualquier caso, todos somos responsables y debemos comprometernos con la sociedad para que funcione.

Por Nuria Chinchilla y Maruja Moragas, profesoras del IESE