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Consejos para mejorar las relaciones laborales

Cada persona tiene un discurso público, uno privado (que se reserva) y uno oculto (que ni siquiera conoce). La interacción parece ocurrir entre los discursos públicos, mientras que los otros se mantienen escondidos.

No revelar los discursos privados y ocultos no parece ser importante, porque estos supuestamente son “pequeños” con relación a los públicos. Sin embargo, las interacciones humanas son todo lo contrario. Esconder el discurso privado es imposible, y además no es sano. Uno puede tratar de ignorar sus pensamientos y emociones perniciosos, pero se traslucen.

Transformando el diálogo interno

Existe un supuesto sobre los diálogos internos y es que estos deben mantenerse en su forma original. Por eso, “decirlos o no decirlos” se presenta como única alternativa. Este dilema nace a partir de una condición de contexto que se supone invariable y que nos condena a elegir ante dos únicas opciones. Sin embargo, se termina a partir de la elección de una nueva y tercera alternativa: procesarlos, hasta encontrar su esencia de pureza y efectividad.

Procesamiento de los diálogos internos

Antes de ser auténtico con los demás uno debe serlo consigo mismo. Por eso, el primer paso de es la toma de conciencia. Entonces, comienza el proceso de auto-aceptación, que no implica la validación.

El segundo paso es la asunción de responsabilidad. La clave de la transformación es sentirse protagonista, ser proactivo y encarar el esfuerzo de modificar la conducta propia, como palanca para modificar la situación.

Hay que revisar las propias intenciones: en vez de condicionar el éxito a la conducta del otro, incorporar una condición de satisfacción que sólo dependa de la conducta propia.

Entonces, resta analizar críticamente las opiniones e interpretaciones de los diálogos internos. Este análisis ayuda a ver que estos no son la verdad, sino una perspectiva posible de la situación.

El último paso es darse cuenta de que uno puede procesar sus diálogos internos, así como también las expresiones tóxicas de sus interlocutores.

De la conversación a la meta-conversación

A veces el problema no está en el texto de la conversación sino en su contexto. La meta-conversación convierte al contexto en texto. El clima -que tiñe y condiciona la conversación- se torna en el tema de la meta-conversación. Un ejemplo de ello es advertir la impaciencia en su interlocutor y comentar si es que tiene prisa.

En cada conversación inefectiva se esconden semillas para el aprendizaje y la transformación. Tal vez la competencia más importante de los seres humanos y de las organizaciones sea la capacidad de “procesar” los errores para convertirlos en oportunidades de mejora, dado que son justamente la materia prima del crecimiento.

En futuros artículos se abordarán otros conceptos aplicables al accionar cotidiano, para ayudarnos a establecer una efectiva relación con los demás y con nosotros mismos.