Inicio Clickeando Dejar el pintorcito y ponerse el delantal: bienvenido a la primaria

Dejar el pintorcito y ponerse el delantal: bienvenido a la primaria

Con el fin del preescolar se presenta un nuevo comienzo, nuestros hijos llegan a la primaria, un período que durará siete años y que plantea uno de los primeros grandes cambios en la vida de los pequeños estudiantes. Cada una de estas dos etapas tiene sus características y el pasaje de una a otra genera un gran movimiento tanto en sus protagonistas como en quienes lo acompañan. Se trata de un paso que marca el fin del contexto más endogámico hacia la exogamia, de la familia a la socialización.

El jardín de infantes responde a las necesidades que los pequeños presentan de sentirse como en casa. Si bien hay un adulto referente como autoridad -el docente-, éste presenta características de contención y acompañamiento más personalizado. Las normas a cumplir son construidas y flexibilizadas ante situaciones cotidianas. Además, todo esto se enmarca dentro de un ambiente que sigue los pasos y el ritmo de los alumnos.

En cambio, en la primaria es el niño quien debe adaptarse a la institución. La autoridad se corre un poco de la imagen maternal; el ritmo, las normas, los horarios y las actividades se deben cumplir por todos y con menos flexibilidad a la hora de ser revisadas.

La respuesta de los niños antes este cambio de etapa dependerá de sus características personales y de la actitud con que la familia acompaña este proceso. Algunos de los síntomas que podrían presentarse son: ansiedad, angustia, terrores nocturnos y otros más complejos como ataques de pánico o enuresis y encopresis (pérdida de control de esfínteres).

Desde la familia, los padres deben brindar su aporte. En principio, ellos deben adaptarse a la idea de que sus hijos están creciendo y que necesitan ir logrando su independencia y autonomía. Para que eso se de naturalmente, los niños deben ver en sus papás referentes que los acompañan seguros y felices de su desarrollo.

Reconociendo lo que viene

Para que el niño se adapte a las nuevas modalidades sin dificultades, disfrutando del día a día y generando un buen vínculo con el proceso de aprendizaje, es esperable que durante el último tramo del jardín los docentes trabajen esta transición. En este sentido se suelen planificar visitas a la nueva institución, a sus aulas, anticipar cómo se distribuirán las bancos, qué tipo de actividades realizarán, qué materiales manejarán y más.
Luego, una vez comenzado el año en primaria, la idea es que los maestros puedan acompañar también a este proceso tal vez yendo de visita a la sala del año pasado, saludando a sus colegas o manteniendo algunas de sus rutinas al menos por un tiempo.

Como docente inicial y primaria, tuve la maravillosa oportunidad de estar a cargo varios años de primer grado. Durante ese tiempo me encantó trabajar la transición y la adaptación entre una etapa y otra. Los chicos me preguntaban: por qué la seño en la primaria dejan de cantar o por qué ya no juegan con nosotros en el patio, por qué ya no compartimos la merienda, por qué no hacemos la ronda para contar lo que hicimos durante el fin de semana. Por eso, disfruté al continuar realizando con mis alumnos el trencito para trasladarnos del patio al aula, de cantar antes de comenzar una actividad, de tomar mate mientras contaban sus aventuras en familia, de hacerles cosquillas mientras tenían un ratito de descanso y de dar un tiempo libre a pura música y baile al llegar el viernes.

Considero que los chicos pueden disfrutar de su crecimiento y su educación sin perder la oportunidad de cantar, jugar, compartir, conversar y divertirse. Esta es la mejor receta para que tengan un excelente vínculo con el aprendizaje y así puedan aprender lo que deseen.