Inicio Clickeando Días de pesca, playa y aventura

Días de pesca, playa y aventura

El último confín de la Costa Atlántica bonaerense es una romería de turistas que exhiben buen semblante. No se trata de una multitud. Más bien son grupos de chicos y grandes en familia que se cruzan sobre la amplia playa de Bahía San Blas.

La franja de arena de 800 metros de ancho alberga tanto a los que llegan con el único propósito de dorar sus cuerpos y sumergirse en el mar como a experimentados pescadores y a jinetes ansiosos. Un baqueano local guía a la hilera de aventureros avezados y primerizos montados sobre sus caballos, a punto de emprender una cabalgata por la orilla hasta el Faro Segunda Barranca (unos 30 km hacia el sur), donde esperan rubricar la travesía con un suculento asado.

Pese a que a esta altura del océano Atlántico la costa cobra dimensiones inconmensurables, las escenas playeras transcurren a pocos pasos de la exuberante Reserva Faunística Jabalí, donde se levanta el resort Tiburón, la versión reciclada de un haras de caballos de carrera de principios del siglo XX. A un costado de la cancha de bochas con piso sintético, Alicia Trogliero -la dueña de casa- hace honor a su origen salteño con imperdibles empanadas de carne picante. La mujer sabe que el restaurante tiene que estar bien provisto: en cualquier momento se inicia el desfile de gladiadores de alta mar y de los riachos de la isla Rama, que al filo del mediodía empiezan a desembarcar con su carga de tiburones (las variedades escalandrún, gatopardo y bacota), corvinas rubias, meros, pescadillas, gatusos y palometas. Un breve recorrido visual basta para comprender el mote Paraíso de los pescadores adjudicado a este balneario.

En las interminables charlas que siguen a cada jornada, a esos pescadores embarcados con el guía Daniel Colombil suelen sumarse los que clavan la caña en la playa y aquellos que saben alzarse con buenos ejemplares de pejerrey panzón en el puente de acceso a la isla Jabalí y en una formación de suaves pendientes. La pesca variada también encuentra en el arroyo Jabalí uno de sus sitios más promisorios.

“El desgaste de energía puede ser recuperado en el restaurante con cordero patagónico al asador, ostras gratinadas y papillot de pescadilla, gatuso o corvina, cocido al horno con vino, limón y verduras. De postre, panqueques de dulce de leche y crema”. Pero más vale ser moderados frente al listado de tentaciones: el más que reparador menú que propone la anfitriona puede llegar a demorar un paseo por el Museo del Carruaje, suspender una panzada de comidas criollas en el Fogón de los Arrieros y hasta postergar sin fecha cierta un desafío al croquet, billar francés, ping pong, golf, fútbol o vóley playero. Además, las actividades recreativas a discreción en el extremo sur de la provincia de Buenos Aires también conciben baños termales en Pedro Luro y Villalonga (al norte de San Blas) y una visita a Carmen de Patagones, un dechado de arquitectura colonial.