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El vínculo entre la mamá y el bebé…

Ante el nacimiento de un bebé, los padres suelen experimentar períodos de confusión en los que es necesario pasar por el primer tiempo en donde la pregunta acerca del futuro de su hijo es lo que orienta sus vidas: si serán buenos padres, si crecerá sano y feliz…sumado a la adaptación que cada madre y padre necesitan a sus nuevos roles.

Es importante para ese nuevo vínculo, darse el permiso para conocer a este nuevo hijo, conectarse con él, aprender a ejercer la función materna y paterna en las experiencias fascinantes que nos esperan cada día, recordando que todos los bebés necesitan para su desarrollo del contacto físico, de la mirada de su madre y de su palabra ya que así se propiciará el encuentro, el vínculo entre ellos y se apostará a la singularidad de ese pequeño.

Sostén, mirada, tacto, palabra…le dan al bebé la posibilidad de ser, por eso es tan importante generar espacios para acompañar a la
mamá: facilitar el vínculo proponiéndole actividades alternativas diferentes a las que tienen como objetivo la evolución del niño, fomentando la confianza en sí misma y en su capacidad de ayudar al bebé a lo largo del complejo proceso de desarrollo, para que desde allí pueda ofrecer a su hijo momentos de sostén y sentimientos de disponibilidad corporal y emocional.

Este contacto junto con el lenguaje marcan la modalidad propia de cada uno de relacionarse con los otros, con el mundo. Modalidad que día a día va “tomando cuerpo” en el bebé, preparándose para la vida de relaciones.

· El niño y el lenguaje

El bebé es alguien que no tiene aún la capacidad del habla, pero ello no quiere decir que no tenga relación con nuestro lenguaje: comprende, se alimenta de nuestro discurso, está habitado por el lenguaje antes de poder emplearlo. Es por ello que es sugerible hablarle al niño, y de esta manera entremezclar nuestras palabras con su balbuceo inaugurando un vínculo basado en el intercambio y en al afecto.

Hablarle, hablar de él, anticipar lo que vendrá: “ahora nos vamos a bañar…”, cantarle, contarle cuentos conforman un tesoro interior que lo acompañará a lo largo de su vida.

Cuanto más pequeño es el niño, más importante es lo que hablamos en forma indirecta, no sólo recibe la palabra que dirigimos hacia él, también lo que decimos de él y el lenguaje que intercambia nuestro cuerpo con el de él.

Una de las primeras consecuencias del lenguaje consiste en favorecer la singularidad del ser de este niño. Es por ello que la misma palabra dicha a dos niños diferentes, provoca diferente reacción en cada uno: toca distintos rasgos. De allí la importancia de que los adultos prestemos especial atención a los signos que los pequeños nos destinan, intentando atravesar la dificultad, priorizando su voluntad de comunicarse y así descifrar el contenido de su respuesta o mensaje, es en este intercambio donde encontrará el tono necesario para evolucionar de la mejor manera sea cual fuere su dificultad.

En la mayor parte de los casos se empieza a hablar del niño mucho antes de su nacimiento: en nuestros deseos, nuestros proyectos, en la elección del nombre. Desde ese momento, el niño empieza a vivir, y se desarrollará y crecerá si se le otorga suficiente espacio, pero no del físico sino del psíquico, es decir todo lo que de él se dijo, imaginó, esperó aún antes de su nacimiento…