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Gestión preventiva de los conflictos en el hogar

Como prevenir implica un menor sufrimiento, para anticiparse a los conflictos en el hogar es necesario realizar una gestión preventiva de los mismos, acompañando tanto a los padres como al desarrollo infantil.

Desde esta visión preventiva, se promueve un ámbito de reflexión con un enfoque integral de la salud y a favor de la infancia. El desarrollo infantil se presenta como el eje alrededor del cual se van “gestando” los diferentes proyectos. La problemática propia del desarrollo enfrenta a la familia a situaciones para las cuales en ocasiones, no está preparada.

En algunos niños, sus dificultades son el emergente de un conflicto familiar más profundo y en otros, se presentan como consecuencia de sus vivencias en el transcurso del proceso educativo. Por otro lado, en aquellos niños con alguna discapacidad, la familia se enfrenta, además, a situaciones que generan mucha angustia, fragilizando sensiblemente la función materna y paterna, funciones que resultan esenciales para el desarrollo de todo niño.

El lactante teje con lo que tiene “un punto corrido, debilita la trama” dice Catherine Dolto. La atención del desarrollo infantil y el acompañamiento familiar representan las estrategias privilegiadas para el abordaje de las problemáticas del desarrollo y, en particular, para las denominadas “Alteraciones del Desarrollo Infantil”.

Madres y/o padres que no entienden que les sucede a sus hijos y se muestran: paralizados, ansiosos, angustiados o que se encuentren viviendo situaciones en las que necesitan un acompañamiento, son los que buscan un acompañamiento profesional. El trabajo compartido permitirá recuperar el placer en la relación y llegar antes que el trabajo terapéutico con niño sea indispensable.

El acompañamiento familiar, realizado en paralelo al trabajo con el niño, permite desplegar las capacidades y potencialidades del grupo familiar, apuntalando, sosteniendo y fortaleciendo su función en el proceso de desarrollo.

A partir de la formación psicomotricista se puede observar al sujeto en su integridad, tomando en cuenta su particular historia de vida, el grupo social al que pertenece, la estructura familiar, el modelo institucional en el que el niño se encuentra inmerso en su escolaridad, así como el contexto socio-político e histórico en el que se está desarrollando.

Una vez concurrió a la consultora una madre con su bebé de cuatro meses, al cual llevaba a UPA “como un paquete”. Hay situaciones que se trasmiten mas allá de las palabras, el contacto, los intercambios, la mirada de la mamá hacia su bebé son fundantes en el vínculo. Si un bebé es sostenido en forma inadecuada, tiene muchas posibilidades de comportarse “como un paquete”.

Nuestro encuadre proporciona una mirada integradora y reparadora, que se ha ido perdiendo en otras disciplinas y especialidades. A diferencia de las estrategias terapéuticas que toman al niño como “algo a reparar”, donde cada profesional toma un aspecto, un “fragmento” de la persona, esta formación permite ver la totalidad del sujeto, expresándose con todo su ser a través de su conducta, de sus dificultades, de sus competencias, de sus posibilidades y de sus síntomas.

Crear un ambiente facilitador del desarrollo supone un lugar físico donde el niño pueda moverse libremente, explorar el espacio y los objetos a su alrededor, sin riesgos, ofreciéndole las mayores condiciones de seguridad, tanto desde el espacio físico, como desde lo afectivo, evitando el peligro de accidente y las prohibiciones por parte del adulto.

La preocupación constante será crear las condiciones óptimas, para que los niños estén activos y en forma autónoma, conduciendo a no intervenir de modo directo sino, indirecto. Pero esto no significa “no intervención”, sino que caracteriza un modo particular de la intervención.

El hablar de potencialidades implica tanto al niño pequeño como al grupo familiar y, a todos aquellos seres humanos con los que el niño interactúa cotidianamente.