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La competitividad en la PyME

El término competitividad es muy utilizado en los medios profesionales teniendo especial prédica en relación con la planificación y desarrollo de todo emprendimiento y actividad empresarial.

¿Pero, de qué estamos hablando cuando nos referimos a ella?

Distintos autores la han definido. Algunos, la señalan como la “capacidad de generación de rendimientos” (Ansof. Igor, 1997; Thompson – Strickland: 1994) en vinculación directa a que una empresa competitiva logra una rentabilidad optima a raíz de una inversión dada.

M. Porter, en cambio, define que “la competitividad está determinada por la productividad”, es decir, el valor del producto generado por una unidad de trabajo o de capital

De un modo más llano, podemos decir que la competitividad se entiende como la capacidad que tiene una organización de lograr y mantener en el tiempo ventajas comparativas -respecto de su competencia- que le permitan alcanzar y sostener una posición en su mercado o contexto socioeconómico.

Lo cierto es que la competitividad de una empresa esta constituida por muchos elementos que confluyen a fin de generar la misma, pudiendo asignarle a esta un resultado positivo o negativo y que deben ser evaluados individualmente a fin de lograr el resultado deseado.

A fin de aclarar esto, debe tenerse en cuenta que una organización puede ser altamente competitiva en un área y muy deficiente en otro. Así, puede tener el mejor producto y mala distribución; excelente precio y un mal servicio en la atención al cliente; puede tener una excelente campaña comunicacional y exceso de personal y burocracia; etc.

En definitiva, la competitividad de una empresa esta definida por la:

• Capacidad de gestión
• Definición estratégica y planteo comercial.
• Gestión de la innovación
• Estrategia de marketing y evaluación del mercado presente y futuro.
• Mejores prácticas en el ciclo completo de producción (desarrollo, producción y comercialización)
• Alto nivel tecnológico.
• Logística.
• Alianzas e interacción de proveedores y productores

A lo que debe agregársele estos dos grandes conceptos:

• La permeabilidad del contexto socioeconómico que permite o no el desarrollo y mantenimiento de la ventaja competitiva propia.
• La capacidad de adaptación y mejora de las ventajas y capacidades competitivas por parte de la empresa ante la dinámica del mercado objeto.

Asumido esto, nos encontramos con la realidad de una PyME con sus ya conocidas características:

• Dirección de baja capacitación profesional.
• Relación capital-trabajo de bajo índice.
• Escasa o insuficiente inversión.
• Gran cantidad de labores artesanales o de baja tecnología.
• Mano de obra intensiva, de baja profesionalidad y productividad.
• Baja escala de producción.
• Bajo nivel de control.
• Reducido número de personal a cargo.
• Organización familiar y/o autocrática.
• Baja aplicación de técnicas de marketing.

No obstante, dentro de este marco, también cabe exponer las fortalezas que tienen este tipo de entidades y que en el corto y mediano plazo puede ser más que significativas. Así, las PyMEs usualmente disponen de:

• Gran flexibilidad para el cambio.
• Rapidez en la toma de decisiones y en la comunicación dada su estructura jerárquica (pirámides organizacionales chatas).
• Reducida burocracia.
• Contacto directo con el mercado (cliente).
• Baja inversión de inicio, por ende, gran rentabilidad en base a la inversión.
• Menores requerimientos tecnológicos.
• Reducidas necesidades de escala de producción.

El Recurso Humano

A la luz de lograr la mencionada competitividad, es lógico pensar que, a fin de mantener la misma, ya no es suficiente el dominio de la técnica y el cumplimiento con la entrega del producto o servicio ofrecido; hoy se requieren capacidades por encima de los conocimientos técnicos, por tanto, se destacan el talento, la innovación y las habilidades personales.

Por consiguiente; aclarado esto y sin desdecirme de lo antes expuesto, me permito resaltar que en cuanto al logro de la competitividad, el factor superador por excelencia es su recurso humano.

La razón de esta afirmación es que en él se basa la habilidad comunicacional; el deseo de preguntar y servir; el agrado y disposición de trabajar en equipo; el desafío; el desarrollo personal sin techos prefijados; la competitividad individual; el deseo de superación; etc.

El sostenimiento en el tiempo de una posición competitiva entraña el saber trabajar bajo presión; un gran espíritu de colaboración; el desarrollo de la inteligencia emocional; el manejo de relaciones interpersonales; grandes dosis de deseo de superación; un claro objetivo de realización; visualizar retos y la generación de sinergias mediante el trabajar en equipo. Todos valores propios de la persona.

Superación

En síntesis, si se quisiera utilizar un vocablo que resuma lo que representa la competitividad, debería utilizarse la palabra “superación”.

Y el logro de esta presupone:

a) Tener conocimiento pleno de la organización a fin de aprender y reconocer sus fortalezas y debilidades. Solo así puede intentarse desarrollar y ofrecer un mayor valor para que sea percibido por el cliente. Y

b) No temer, dado que la “superación” implica el exponerse y arriesgarse a hacer algo distinto, algo mejor y con ello ponerse a prueba por el consumidor a sabiendas que este puede aprobar o no su propuesta.

Axiomas y contenido

Por último y a fin que disponga de ayuda en el logro de la competitividad de su empresa, tenga en claro que esta conlleva la capacidad de:

Emprender iniciativas que representan un reto personal y para la organización; que suponen riesgos y, por tanto, dan la posibilidad de descubrir y explorar oportunidades.

El convertir a organización en una “opción” verdadera ante la dinámica del mercado y las distintas necesidades del cliente.

Tener la capacidad de satisfacer necesidades (de cliente externo como del interno) con anticipación.

Gran rapidez para la toma de decisiones en base a información formal e informal.

Saber diferenciarse generando valor en forma constante.

Gran capacidad de escucha, apertura mental y flexibilidad para detectar, evaluar y manejar los cambios.

Innovación y mejora continua, para un mercado en constante evolución y dinámica.

Capacidad para manejar la incertidumbre.

Trabajo en equipo con personal motivado y dirigido a enfrentar desafíos, un futuro incierto y de alta exigencia.

Se estima que en América Latina el 90% de las empresas son PyMEs y en el mundo, entre el 25% al 35% de las exportaciones les correspondes a las mismas.

Allí tiene gran parte de sus competidores, trabaje y piense como mejorar su competitividad, pues esta no es una opción si se desea perdurar en el mercado.