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La Generación Y no existe

Los gurúes del management se han dado siempre algunas licencias: bautizar con nombres ingeniosos realidades que no se comprenden del todo es una de ellas. ¿A qué denomina el Management (con mayúscula) “Generación Y”?

Nadie sabe a ciencia cierta cuáles son las investigaciones o estudios que sustentan la existencia de esta supuesta generación. Pero, por algún motivo que desconozco, se supone que los muchachos y muchachas nacidos entre 1980 y 2000 son:

Optimistas y pragmáticos. Buscan el bienestar ahora y no trabajan para un futuro incierto. Tienen claro lo que quieren. Necesitan tiempo para dedicar a todo aquello que les da placer: estudiar, trabajar en una ONG, jugar al fútbol, reunirse con los amigos, etc. No permiten que el trabajo les quite tiempo. Buscan placer y diversión en la oficina. La responsabilidad y el compromiso sólo surgen cuando encuentran sentido en lo que hacen.

Si la dificultad para retener a los jóvenes es lo que le quita el sueño a los ejecutivos y empresarios, ponerle al fenómeno el nombre de Generación Y difícilmente se lo devuelva (al sueño, digo).

Asumiendo que existen estudios sociológicos que abonan esta clasificación, me surgen un par de obvias preguntas: ¿Cuán generalizable es esta proposición? ¿Integran este grupo TODOS los chicos nacidos entre 1980 y el 2000 de cualquier parte del mundo?

Tal vez la tan mentada Generación Y alberga en su interior una serie de subgrupos o sub generaciones, la Y1, Y2, Y3… Y17. Una de ellas será seguramente la que incluye a los optimistas y pragmáticos.

Es evidente que las empresas sufren la rotación. Los gerentes no saben cuándo, a dónde, ni por qué sus empleados jóvenes se van. Pero lo cierto es que se van. ¿A dónde se van? ¿Quiénes son los que se van? ¿Cuándo se van? Y entonces, la respuesta (¿tranquilizadora?) es: “Se van por que son Generación Y”.

No alcanza con eso.

La pregunta quizás está insuficientemente formulada. No importa tanto cómo son los que se van, sino por qué se van los que se van.

¿Cuántos de nosotros si hubiéramos tenido la libertad de elegir habríamos hecho algo distinto a lo que hacemos? Ajusto y aclaro un poco: somos nietos de aquellos que anhelaban un hijo doctor.

Muchos (claro que no todos) somos nietos de inmigrantes que llegaron a Argentina en los albores del siglo pasado. Muchos escapados, hambreados, sin idioma, intelectuales, trabajadores, anarquistas, socialistas, hombres y mujeres con interés de progresar, de hacer en esta tierra lo que se les había negado en la que dejaban. Hombres y mujeres de sacrificio, de trabajo, de esfuerzo. Estos abuelos soñaban con su hijo doctor. Ese hijo representaba sus expectativas, convertía ese esfuerzo del desarraigo en algo concreto: un futuro en el que se inscribía el bienestar económico y el prestigio social. Un futuro que les ratificara que había valido la pena el esfuerzo.

Ese mandato estuvo presente en una parte importante de los hijos de inmigrantes llegados a nuestro país y ese mandato, no en pocos casos, se hizo realidad.

Los cambios, la liberación de los mandatos, no se producen de una generación a otra -dicen los analistas-, se necesitan al menos dos.

Los hijos de aquellos inmigrantes devenidos en doctores (se entiende que no necesariamente doctores) tuvieron sus hijos. Y nosotros, esos hijos, no fuimos totalmente libres para decidir qué hacer de nuestras vidas. Teníamos un mandato residual. Podíamos no ser doctores, pero el progreso, el crecimiento económico y el ascenso social, estaban marcados a fuego. Y claro que no fuimos totalmente libres para elegir. La elección estaba enmarcada en aquellas actividades/profesiones que nos daban el marco y la posibilidad de crecer (económica y socialmente).

Los chicos que tanto quitan el sueño a los managers son nuestros hijos. Chicos libres (más abajo pretendo atemperar la generalización que encierra este párrafo), que se pueden dar el lujo de no tener claro qué estudiar. Chicos que pueden probar y no comprometerse toda una vida en algo (carrera, trabajo, pareja…) que no los convence. Chicos que no tienen que terminar lo que sea en 5 años. Chicos más libres de lo que fuimos nosotros.

Entre los chicos que rotan, entre los chicos que entran y salen de los trabajos hay una fuerte y decidida búsqueda. La búsqueda de lo que quieren, de lo que desean, que no siempre está exenta de dudas, ni de marchas y contramarchas.

La Generación Y como concepto pone un velo sobre las individualidades, impide pensar y entender a cada persona, a cada individuo como único. Y quizás, precisamente, es la búsqueda de la individualidad de estos chicos lo que hay que reconocer para poder “retenerlos”.