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La importancia de tener otro punto de vista

Cada vez que nos topamos con dificultades y frustraciones, dilemas morales o del sentido de la vida, tendemos a encerrarnos y no comentar nada de lo que nos está ocurriendo.

Por diversas razones: vergüenza, el qué dirán, falta de aceptación del fracaso, etc. Variadas son las cosas que nos hacen aislarnos y no buscar ayuda para mirar las situaciones y la propia vida desde otro punto de vista.

Otras personas recurren al psicólogo pero se dan cuenta (o el psicólogo se da cuenta) que el tema que le complica no se ajusta a una terapia ya que no es necesaria. ¿Cómo abordar entonces esas problemáticas, situaciones o dilemas muchas veces cotidiano? ¿Dónde encontrar quien me pueda orientar? ¿De qué modo y quién me ayuda a posicionarme de tal manera que pueda cambiar la manera de pensar y el prisma con el que estoy viendo la vida hasta ese momento?.

Es aquí donde entra una de las disciplinas más antigua del ser humano, podríamos decir que es innata, la poseemos desde el nacimiento. Es la Filosofía que actualmente va saliendo de su ámbito puramente académico y universitario hacia la vida cotidiana, recuperando su uso práctico. Podemos decir que la asesoría filosófica o la consulta filosófica pretende recuperar a la filosofía como una herramienta para la vida cotidiana de las personas. El asesor filosófico acompaña al consultante en la reflexión de los diversos tópicos que para cada uno son significativos, esto puede abarcar desde problemas personales hasta inquietudes vinculadas con el devenir social y cultural. Para cada persona hay una respuesta y un camino diferente.

Dicha reflexión puede darse de manera individual (es decir el consultante y el consultor) o en grupos de investigación. Es importante aclarar que no es una práctica clínica, no es una terapia alternativa, sino más bien una alternativa a la terapia. No trabaja con modelos médicos y no se vale de categorías como “síntoma”, “trastorno” o “enfermedad”.

La palabra más adecuada para esta modalidad es acompañamiento. El consultante no es enjuiciado sino acompañado en un marco de libertad para el diálogo. La Consultoría Filosófica tiene la convicción de que es dudoso tener respuesta a todas las grandes cuestiones, pero que sí el poder dialogar y plantear de diversas maneras las situaciones o problemas ayuda a que cada uno reconozca el eje de su dificultad, lo que le permitirá encontrar respuestas más adecuadas y tomar acciones diferentes a las que hasta el momento había llevado a cabo.

No es una clase de filosofía aunque se valga de los conocimientos del asesor filosófico. Para asistir a las reuniones individuales o grupales (o para una asesoría epistolar, mediante carta o email) no es necesario haber tenido ninguna experiencia con la filosofía académica ni con bibliografía filosófica. Se trabaja con la capacidad filosófica que posee todo ser humano por su mera condición de tal.

Muchos son los temas posibles a conversar: hay uno para cada persona y situación diferente. La consultoría filosófica no consiste en cambiar absolutamente la personalidad, sino que es una ayuda para hacer aflorar las herramientas que la persona tiene para resolver aquello por lo que solicitó la asesoría, es una ayuda para cambiar el punto de vista desde el cual estamos mirando las situaciones o la propia vida.