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La sociedad al borde de un ataque de pánico: El miedo a perder el empleo

Aquí y en la mayoría de los países, la crisis económica mundial está provocando, entre otras consecuencias, la incertidumbre generalizada sobre el futuro de la economía y un aumento considerable de la desocupación. Estos hechos tienen efectos anímicos de peso sobre una parte importante de la población, en todos sus niveles económicos y sociales.

Todas las personas involucradas en el proceso laboral, los inversionistas, los empresarios, los empleados, pueden sufrir un deterioro real y palpable en su situación económica en general. En algunos casos, como por ejemplo cuando se produce la pérdida del empleo, se llega a situaciones en las que no sólo se hace imposible mantener el nivel de vida habitual sino, lo que es peor, el individuo puede verse obligado a abandonar el sistema social organizado al que pertenece. Como es de imaginar, esto afecta profundamente a la familia del desempleado y a su entorno, creando un estado psicológico de gran desasosiego y ansiedad.

Pero lo central aquí es que la crisis no afecta solamente a quien se queda sin trabajo y a su familia. El temor a la desocupación o a la pérdida de capacidad económica se instala en mayor o menor grado en toda la sociedad. Es así que todos, aun los que no han sido afectados directamente, terminan teniendo miedo a la desocupación o, en el mejor de los casos, a verse obligados a reducir su nivel de vida.

No es extraño entonces que en el conjunto de la sociedad hará presa un alto nivel de ansiedad generalizada. Dependerá de las personas y de su situación el grado de ansiedad que se instale y que es mayor o menor de acuerdo con las circunstancias. Si, en el momento actual y en nuestra sociedad, a esta preocupación le sumamos el temor por la gripe, por el dengue y por la inseguridad, la ansiedad puede alcanzar niveles muy elevados.

En general un grado normal de ansiedad es beneficioso para la persona porque le permite estar en alerta y gracias a esto poder anticipar, planear y poner en marcha sus recursos para hacer frente a la situación que le toque vivir.

En el caso específico de quedarse sin empleo la persona podría buscar uno nuevo o poner en marcha algún proyecto independiente. Sin duda, ninguna de estas opciones es fácil y menos en épocas de crisis, pero realizarla no es imposible. Se requiere de un importante esfuerzo para concretar estos proyectos, pero previamente es imprescindible alcanzar a vislumbrar la posibilidad de hacerlo y evaluar acertadamente las diferentes posibilidades de éxito en lo que se intentará emprender.

Cuando la ansiedad es patológica o excesiva la persona no puede actuar de manera efectiva ya que los pensamientos que aparecen son siempre catastróficos e indican caminos sin salida. Aparecen además diversos síntomas físicos, como tensión muscular, taquicardia, sensación de falta de aire, mareos etc. Incluso al alcanzar niveles más elevados de ansiedad, la persona puede tener una crisis de angustia. El quedarse sin empleo hasta puede ser el disparador para que aparezca un trastorno de pánico.

En estos casos consultar con un especialista es lo adecuado para recobrar el equilibrio perdido. La terapia cognitiva comportamental es muy efectiva para controlar los síntomas y para corregir las distorsiones cognitivas que comúnmente se producen cuando la ansiedad sobrepasa los límites normales.

La persona no puede pensar bien, porque pierde perspectiva, se queda enfocada en una única escena y las alternativas desaparecen. A lo sumo aparecen dos opciones y siempre en términos de blanco o negro. Por ejemplo: o tengo empleo o me voy a convertir en un paria.

Dentro de este marco es muy difícil encontrar soluciones para tranquilizarse y menos aun si los pensamientos que aparecen son catastróficos, tales como “¿y si me echan?”, “¿y si nunca más consigo un empleo?”, “ y si tengo que reducir mi nivel de vida?”. Esto se agrava por supuesto cuando la persona, efectivamente, se queda sin empleo y tiene que buscar soluciones en el corto y en el mediano plazo. Cuando la realidad nos presenta su peor cara debemos recurrir a nuestra capacidad creativa para resolver los problemas. Lamentablemente, sin embargo, esta capacidad se ve reducida o anulada cuando hay mucha ansiedad en el sistema.

Parar, pensar, evaluar alternativas y tomar decisiones se transforman en tareas imposibles de llevar a cabo. También aparecen las obsesiones, ideas que se imponen una y otra vez sin dar respiro a quien las piensa. Las personas ansiosas suelen decir “la cabeza no me para”, “no puedo descansar”, sostienen que están agotados y exhaustos. Una clásica respuesta cuando se les pregunta cómo están es: “cansado/a”, “muy cansado/a”.

No debemos olvidar que así como pensamos sentimos, y con estos pensamientos catastróficos es imposible que no aparezca la tristeza, la depresión, el enojo, el miedo e incluso el pánico.

Frente a la posibilidad de quedarse sin empleo es importante poder pensar correctamente y disponerse a imaginar la mejor salida posible. Lo importante no es preguntarse qué pasa, sino decirse qué hago yo con lo que pasa. Si la ansiedad inunda el sistema este enfoque se vuelve imposible.

Por ello hay que pararse, reflexionar y así poder pensar las diferentes opciones que siempre existen, aunque no siempre estemos en condiciones de apreciarlas. Nuestros pensamientos se reflejan en nuestras facultades, de allí que debamos estar alertas cuando la ansiedad nos excede para que a través de un correcto tratamiento podamos recobrar la creatividad y el equilibrio perdidos. Con esto tendremos las armas que nos permitirán sobreponernos a la adversidad.