Inicio Empresas y Negocios Los albergues transitorios también se reciclan como hoteles de diseño

Los albergues transitorios también se reciclan como hoteles de diseño

Se denominan actividades toleradas aquellas que por su índole no son honorables ni reconocidamente útiles”. Para el Código de Habilitaciones de la Ciudad, la definición que encuadra a los “albergues transitorios” es la misma desde hace 30 años. Sin embargo, estos establecimientos bautizados cariñosamente como telos, están en pleno cambio. Algunos de los 176 que hay habilitados en Buenos Aires se están reciclando como hoteles de diseño, donde ya no hay hule bajo las sábanas, luces de colores u “olor a telo”, esa mezcla de desinfectante con desodorante de ambientes barato.

“Al igual que pasó con los bares y restaurantes, ahora el diseño llegó al hotel alojamiento -asegura Daniel Fridman, dueño del sitio www.alberguestransitorios.com y especialista en el tema-. Como el público lo pide, hay una camada de hoteles que se están modernizando y adoptando nuevos estilos, más minimalistas. Los espacios son más grandes y con luz natural y los alfombrados se están cambiando por pisos de madera. Además, se incorporan wi fi y plasmas. Algunos albergues rediseñan parte de sus habitaciones y dejan algunas a la vieja usanza, porque hay clientes que todavía la prefieren”.

Uno de los hoteles pioneros es el JJ, de Núñez. Ya cuando abrió, en 1974, cada una de las habitaciones era diferente. “Por entonces era bien telo, los cuartos y la entrada eran oscuras -describe su gerente-. Pero la gente se fue soltando y ahora quiere que haya luz natural. Además, vimos que dentro de la clientela vienen muchos matrimonios. Y el telo, con su aire de cabaret, era un poco agresivo para la mujer normal”.

Ahora, el JJ ofrece habitaciones luminosas y, algunas, hasta con jardín exterior. Predomina la sobriedad y, si no fuera por los hidromasajes en la habitación, parecería un hotel de pasajeros. “Nuestras habitaciones son como departamentos”, se ufana su gerente. Entre otros servicios hay wi fi, DVD, un frigobar con gaseosas y cerveza sin costo y cochera privada. De lunes a viernes, en la “hora pico” de la tarde, los turnos son de dos horas y los fines de semana, de cuatro. Su costo va de $ 130 a $ 260.

“Acá no hay ceniceros pegados a los muebles o cuadros atornilla dos, porque la gente no se roba las cosas -confía el gerente-. La diferencia con un albergue tradicional es la misma que existe entre la pornografía y el erotismo”.

Desde hace seis años el hotel alojamiento más lujoso no está en Capital, sino en la mano al Riachuelo de la General Paz, en Villa Lynch. Cada una de sus 23 habitaciones fue diseñada y decorada por un arquitecto diferente, la mayoría mujeres. “Es que la que elige es la mujer”, sostiene Daniel Liñares, el gerente, con 39 años de experiencia en el rubro.

“Cuando empecé en esto, a fines de los 60 -recuerda-, las mujeres entraban tapadas con un pañuelo, leyendo Radiolandia o buscando algo en la cartera para que no las vieran. Pero las cosas cambiaron mucho. Cuando abrimos, hace seis años, la orden era que cuando entraba un auto el conserje abordara al hombre, aunque manejara la mujer. Pero como ellas se ofendían, decidimos cambiar la política”.

En las habitaciones del General Paz no hay ni un detalle que evoque al viejo telo. Se trata de lofts diseñados casi como para que viva una persona. Desde sus grandes ventanales se ve la avenida. Hay un jacuzzi integrado, una sala de estar y muebles de buen diseño. Todo por una tarifa que oscila entre $ 178 y $ 318 por un turno de tres horas. Siempre hay una mesa puesta como para comer. La carta propone platos gourmet y sushi, que se pueden acompañar con vinos de las mejores bodegas o incluso un champagne Dom Perignon.

“El telo es un invento argentino y fue la respuesta a una necesidad social -explica Liñares–. La diferencia fundamental con un hotel de pasajeros es que adjudica anonimato. Esta actividad existe gracias al adúltero, fundamentalmente el culposo. Y los adúlteros no pueden comer en un restaurante a la vista de posibles conocidos. En el General Paz, pueden comer como en un restaurante, pero en la intimidad”.

El negocio es próspero: mientras que Liñares habla, una pantalla en su oficina pinta de rojo en un diagrama las habitaciones ocupadas. Son las 16.30 de un día de semana y el 70% del diagrama está rojo.

La sexóloga Claudia Groisman, autora de “Sexualidades y afectos”, dice: “Antes un gran motor de la pasión era la prohibición. Ahora, en la época de la caída de las transgresiones, la vieja modalidad sexual del encuentro de a dos pierde intensidad y hay que agregar otros elementos. ¿Qué puede hacer un matrimonio para sentir que vive una relación clandestina? Ir a un telo. Y el lugar puede suplir la falta de habilidades amatorias. ¿Qué más puede pedir una mujer, si el hombre la llevó a un palacio?”.