Inicio Empresas y Negocios Los genes no se patentan: ¿la muerte del negocio biotecnológico?

Los genes no se patentan: ¿la muerte del negocio biotecnológico?

El 29 de marzo de 2010 el juez Robert Sweet del distrito de Nueva York invalidó el patentamiento de genes humanos en respuesta a la demanda interpuesta por varias asociaciones, incluyendo la Unión Americana por las libertades civiles.

El juez anuló las patentes sobre los genes BRCA1 y BRCA2, relacionados con el cáncer de mama y de ovarios, otorgadas a la empresa de biotecnología Myriad Genetics.

Sweet dictaminó que “la identificación de las secuencias del BRCA1 y BRCA2 es un hito científico de un valor incuestionable por el que Myriad merece reconocimiento, pero esto no implica que sea algo sobre lo que puedan poseer una patente”.

El magistrado argumentó que dichos genes “son productos de la naturaleza, no invenciones, y por tanto no pueden estar sujetos a las leyes de propiedad intelectual”.

Y concluyó: “La purificación de un producto natural, sin más, no puede transformarse en una patente. Y como el ADN aislado no es diferente del ADN en estado natural, no es patentable”.

Ahora bien, ¿qué significa esto para el negocio biotecnológico?

Actualmente, cerca del 20% de los genes humanos conocidos están protegidos por unas 2.000 patentes genéticas.

Si la sentencia apelada por Myriad Genetics queda firme, éste será el principio del fin de la patentabilidad de genes humanos, conllevaría grandes pérdidas económicas para las empresas que han realizado estas inversiones y sembraría serias dudas sobre el futuro de la industria biotecnológica.

En la actualidad, prima a nivel mundial el criterio por el cual la descripción de las secuencias de bases de un gen en su estado natural es un descubrimiento y, por lo tanto, no debe ser motivo de patentes.

Pero la respuesta de la industria no tardó en llegar.

El 20 de mayo, en la versión online de la revista Science se publicó un trabajo de investigación (“Creation of a Bacterial Cell Controlled by a Chemically Synthesized Genome”) en el cual el Dr. Daniel G. Gibson y un impresionante equipo de colaboradores dirigido por Craig Venter, del J. Craig Venter Institute, logró trasplantar un genoma sintético totalmente realizado en el laboratorio, con el cual reemplazaron el de una bacteria cambiándole su identidad.

La noticia sobre la primera célula con genoma obtenido mediante síntesis química estalló en los medios con titulares tales como “se creó vida artificial” o “la vida sintética”.

Pero estos llamativos titulares no han dejado vislumbrar un ángulo muy particular vinculado a la publicación científica.

Tal vez lo más importante sea el hecho de que un genoma sintético SÍ es un invento y, por lo tanto, se podrá patentar: una interesante alternativa al fallo judicial para continuar con el sostenido crecimiento de la industria biotecnológica.

Diseñar genomas sintéticos, más allá de destrabar las patentes relacionadas con la salud, permitiría, según los comentarios de los investigadores, “inventar” y disponer de suficientes genomas de modo de lograr microalgas como para producir, en un sólo paso, biocombustibles renovables en cantidad suficiente como para reemplazar a los actuales.

El ejemplo dado sería una gran solución para un gran problema. No obstante, subyace alrededor de las “células sintéticas” la necesidad prioritaria de brindar una respuesta contundente al problema de patentabilidad genética.

Al parecer nada se podrá oponer al crecimiento exponencial del conocimiento biotecnológico. Tal vez la primera célula con genes sintéticos sea el inicio de un camino sin trabas legales hacia una nueva revolución industrial.