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Los peligros del branding personal

En una sociedad con tanto exceso de oferta, la diferenciación respecto a la competencia y la creación de marca parece una apuesta más segura y sobre todo más rápida que cientos de horas en formación. Tampoco hay dudas sobre la eficacia y utilidad del Marketing Personal para lograr ese posicionamiento en el mercado que te permita trasladar tus valores añadidos y por tanto, captar clientes. Pero de posicionarnos a “vender humo” hay una pequeña y débil línea que, en ocasiones, se está franqueando en exceso.

A pasos agigantados nos adentramos en una sociedad que Daniel H. Pink denominó Free Agent Nation. Cada vez más profesionales de gran nivel están siendo despedidos o se cansan de responder a una estructura jerárquica y muy estática y se lanzan en el proceloso mundo de emprender. Poseen el bagaje necesario para realizar su trabajo con una cualidad extraordinaria, pero existe un problema, nadie les conoce.

Quizás por este motivo, aunque no el único, otro concepto que esta emergiendo de forma considerable es lo que podríamos llamar Marca Personal o Identidad Profesional, una especie de sello que garantiza que somos tan buenos como decimos serlo. Nos posicionamos como profesionales, expertos e incluso tomamos conceptos ingleses para sonar más importantes y alimentar tanto a nuestro ego como nuestra cartera.

Una de las funciones de la marca personal es asentar la percepción que tiene el mercado de nuestras capacidades en función de nuestros logros profesionales. Es sencillo, si no hay logros no hay marca. Es algo sencillo de entender y funcionaba más o menos bien. El problema ha venido cuando la marca personal se ha convertido en un objeto en sí mismo, sin más referencia que la propia palabrería que tú mismo te asignas como experto en un tema en concreto.

En este sentido es cuando surgen speakers, conferenciantes, CEOS (de sí mismos, pues son autónomos freelance), founders y co-founders (tb muchos de sí mismos), y coachs, muchos coachs, muchos de ellos con un currículo adecuadamente aderezado, complementado y potenciado a base de “marca personal”, pero sin una experiencia realmente contrastada, sin conocimientos ni “know how” real, sino, simplemente, con una buena gestión de “personal branding” o bien con mucho tiempo para escribir, venderse y posicionarse.

Las redes sociales son una de las mejores herramientas para distribuir, viralizar y explotar esta vertiente de los “vendedores de humo” (y de los que no). Se ha llegado a unos niveles en los cuales ya no sabes a quién contratar, en los cuales ya no te fías de la información que cada uno deposita sobre sí mismo en su web, en su blog o en las redes sociales.

Y existen muchos ejemplos de ello. Algunas personas posicionadas como expertas, no es que ignoren lo fundamental de su profesión. Han leído libros y probablemente puedan tener una conversación más o menos profunda sobre del tema. La cuestión fundamental es que no comprenden lo que dicen, no han pasado por el proceso de aprendizaje para encajar su conocimiento teórico en un mundo eminentemente práctico. Un ejemplo fácil de entender sería aquel que se sabe todas las recetas de memoria, pero es incapaz de funcionar en la cocina de un restaurante. Hay un abismo entre conocer los ingredientes de una vichyssoise, que tener que hacer treinta platos bajo presión y cuando te faltan tres ingredientes. Un profesional con experiencia sabría salir de la situación, otro que sólo haya leído al respecto, acabará con el menú, los pinches y probablemente con su estómago.

Sinceramente?¿Alguien se cree 100% lo que ponen en el perfil? Menos marketing personal y más reputación, menos demostraciones de ego y más humildad, menos palabras y más hechos. Llegará un día en que valoraremos la simplicidad, las cosas bien hechas, menos CEOS, menos owners, founders y EGOS en Linkedin y más gente con sentido común y humildad que demuestren con hechos y no con palabras bonitas. Todos hemos conocido al “inútil” de la oficina con un perfil en Linkedin o un blog en el que parece casi merecedor de un Premio Nobel. Y como experta en ventas les diré que hay gente que se sabe vender muy, pero que muy bien.

Y es que en esta vida gana no el que es más bueno, sino el que se sabe vender mejor? aunque luego no fidelicen y tal como decía Abraham Lincoln: “Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”.