En el mundo digital actual, donde cada clic deja huella, la privacidad se ha convertido en una preocupación central para millones de usuarios. Meta, la empresa matriz de Facebook, Instagram y WhatsApp, está en el centro del debate por sus prácticas de espionaje digital y el uso intensivo de los datos personales. Pero, ¿cómo lo hace y hasta dónde llega realmente su capacidad de rastreo?
Técnicas invisibles: Cómo Meta rastrea incluso en modo incógnito
Un reciente hallazgo de investigadores en ciberseguridad ha revelado un método sofisticado que utiliza Meta para vincular la identidad de los usuarios, incluso cuando navegan en modo incógnito, borran cookies o no están logueados en el navegador. Esta técnica aprovecha una función poco vigilada de Android: las aplicaciones pueden abrir puertos locales y recibir conexiones directas desde el navegador del mismo dispositivo. Así, scripts como Meta Pixel logran transmitir identificadores y cookies directamente a las apps nativas, asociando la navegación web con la identidad real del usuario, sin que este lo perciba1.
En palabras simples: la navegación web puede ser enlazada con tu perfil de Facebook o Instagram, aunque tomes precauciones básicas de privacidad. Esta práctica se realiza de forma invisible y pone en jaque la supuesta seguridad de los datos, incluso bajo las estrictas leyes europeas.
Meta y la inteligencia artificial: tus datos como combustible
A partir del 27 de mayo de 2025, Meta comenzó a utilizar los datos personales de sus usuarios para entrenar su inteligencia artificial, incluyendo interacciones y publicaciones en Facebook e Instagram. Las únicas excepciones son los mensajes privados y los usuarios menores de 18 años. Lo más polémico es que Meta no solicita un consentimiento explícito, sino que se ampara en el llamado «interés legítimo», haciendo que rechazar este uso de datos sea un proceso complejo y poco transparente2.
Esto ha generado preocupación y denuncias en distintos países. En Argentina, por ejemplo, se exigió a Meta que aclare cómo obtiene el consentimiento de los usuarios y cómo garantiza la anonimización de los datos. En Brasil y la Unión Europea, la compañía ha sido obligada a suspender el uso de datos personales para entrenar modelos de IA, al menos hasta que se adapte a las regulaciones locales34.
Multas y sanciones: el costo de la vigilancia
La historia de Meta con la privacidad está marcada por sanciones millonarias. Solo en 2024, la empresa fue multada con 91 millones de euros por almacenar contraseñas en texto plano y, en 2023, con 1.310 millones de dólares por transferir datos personales fuera de la Unión Europea sin garantías suficientes. Además, ha recibido multas por no tener una base legal válida para procesar datos con fines publicitarios y por fallas en el manejo de datos de menores en Instagram4.
La presión regulatoria ha obligado a Meta a pausar el uso de datos para IA en Europa y a comprometerse a no procesar datos de usuarios sin consentimiento explícito. Sin embargo, la compañía sigue buscando formas de aprovechar la enorme cantidad de información que recopila a diario.
Espionaje externo: Pegasus y la batalla por la privacidad
El debate sobre el espionaje digital no solo involucra a Meta como vigilante, sino también como víctima. En 2025, la empresa ganó un juicio contra NSO Group, creadora del software espía Pegasus, por infectar a 1.400 usuarios de WhatsApp. Pegasus permitía acceder de forma remota a cámaras, micrófonos y mensajes, afectando a periodistas, activistas y políticos de todo el mundo56.
Meta celebró el fallo como «un avance importante para la privacidad y la seguridad», pero el caso puso en evidencia lo vulnerables que son incluso las grandes plataformas ante ataques externos.
Conclusión
El caso de Meta ilustra cómo la privacidad digital es un terreno en disputa permanente. Por un lado, la empresa utiliza técnicas avanzadas para rastrear y aprovechar los datos de los usuarios, a menudo sin transparencia ni consentimiento claro. Por otro, enfrenta sanciones, denuncias y litigios por el alcance de estas prácticas. Para el usuario común, la lección es clara: la vigilancia digital es más sofisticada de lo que parece y proteger la privacidad requiere estar siempre informado y alerta.