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Niñ@s Hiperestimulados

Estamos acostumbrados a escuchar sobre la difícil situación de los niños de la calle, los adolescentes carentes de posibilidades de inserción social, niños con privaciones de necesidades básicas importantes, y con esta situación, las consecuencias sociales, la discriminación, delincuencia, y otros problemas sociales.

Pero no se habla tanto, o al menos con la misma intensidad, pues parecería frívolo o superficial, es sobre la situación de los niños y adolescentes de las clases sociales medias y altas. Cuáles son sus conflictos y cuáles sus consecuencias.

Si se hace un poco de memoria, o se recuerda como se vivían las infancias hace 30 o 40 años atrás, nos encontraremos con experiencias muy diferentes a las de los días de hoy: jugar en la calle, los vecinos amigos del potrero, ir al kiosco de la esquina caminando solos -sí, niños de 7 años caminando solos por la calle- en cualquier calle de barrio de nuestra capital federal, etc.

Esta imagen de ver niños jugando a la pelota o al tinenti en la vereda ya es foto vieja, y lo viejo de la misma no es sólo la escena de la vereda como espacio físico donde jugar, sino el mismo hecho de jugar.

¿Que pasa con nuestros niñ@s hoy?
Si nos pusiéramos a observar y describir la vida de los chicos de hoy, nos encontramos con niños que amanecen a las 7 de la mañana para asistir a sus escuelas, donde permanecen hasta las 16 o 17 horas en que termina su doble jornada. Suelen ser colegios que al tener doble escolaridad, son bilingües, y tienen toda una gama de actividades deportivas y artísticas ya que además de las materias clásicas y obligatorias, tienen talleres expresivos y deportivos.

El plan educativo se fue complejizando en los últimos años, a medida que la demanda de los padres y del mundo laboral fue exigiendo perfiles más completos: inglés, computación, natación, etc. Es decir que estas escuelas privadas, no solo satisfacen la demanda educativa sino también las sociales y laborales.

Pero pareciera que esto no alcanza pues al salir de sus escuelas, los chicos comienzan a transitar su tercer jornada del día, y allí comienza el desfile: football, hockey, circo, danza, comedia musical, guitarra, maestra particular, ortodoncia, fonoaudióloga, psicóloga y psicopedagoga, son algunas de las actividades extras. Vuelven a su casa a las 20 horas para bañarse, hacer la tarea, sacarse los piojos, cenar y acostarse, pues al otro día el rally continúa. Así va pasando el día: de obligación en obligación, de compromiso en compromiso. Y llegan al fin de semana donde hay que ir al partido de tenis, al entrenamiento de football, a la muestra de circo y al teatro.

Los padres, con la mejor intención, buscan llenar la vida del hijo con actividades que mejor los prepare para la vida adulta, para rendir mejor, para pasarla bien, para salir con sus amigos. Lo que se observa dentro de nuestros consultorios es que lo que debería ser un espacio de placer, de diversión se convierte en una obligación y en un deber. Un deber no solo para el hijo sino también para la madre que se convierte en remisera de lujo dividiéndose entre las diferentes actividades de sus diferentes hijos.

Estos chic@s: ¿Cuándo juegan? ¿Cuándo descansan?
Se suele escuchar a las madres decir que prefieren que sus hijos hagan muchas cosas porque no les gusta que se queden horas mirando la TV o frente a la computadora. Pero estos chicos no paran. Están muy estimulados (hiperestimulados) y son lanzados hacia la acción. Donde pareciera que lo importante en la vida es hacer. Se ha perdido de vista cual es la necesidad de los niños en general y de cada chico en particular.

Rosemond, psicólogo estadounidense, escribió varios libros haciendo referencia a esto mismo, él vino observando desde hace años y describió este fenómeno como el síndrome de las familias frenéticas.

Son familias caracterizada por un alto nivel de tensión, que pasa sus días corriendo de una actividad a la otra, no permitiéndose espacios para relajarse y no tener nada que hacer. Son personas con agendas apretadas entre actividades laborales, cursos y eventos sociales. Dejando como consecuencia la falta de momentos para dialogar con los hijos e inculcándoles a los mismos sin percatarse creencias disfuncionales tales como “relajarse es sinónimo de vagancia” “ no hacer nada es malo”, lo que con el tiempo les dificulta identificar y manejar sus emociones.

Es importante recordar que los niños aprenden más de lo que les mostramos “haciendo” que de lo que les “decimos”.

¿Qué necesita mi hijo? ¿Qué siente? ¿Qué piensa? ¿Qué le pasa?
Los padres de hoy, y por consiguiente sus hijos, no ven bien el tiempo de ocio, de verdadero ocio: mirar TV, jugar con amigos, leer, no hacer nada, simplemente estar en casa con mamá y esperar que llegue papá, poder acompañar a mamá a hacer alguna compra, caminar por el barrio, ir a tomar un helado. Todo esto es vivido como aburrimiento. Las generaciones actuales no soportan el ocio porque lo viven como vacío y casi como depresión. Necesitan de las estructuras externas para ordenar sus vidas, y asi van perdiendo de vista las estructuras o necesidades internas.

Los niños necesitan estar en pijamas, jugar y relajarse, entonces: relajarse y si no saben hacerlo pues sería bueno que aprendan a hacerlo. Entre las consultas recibidas en Hémera, hay cada vez más niños y adolescentes estresados, y con síntomas físicos tales como:

  • Miedos nuevos o recurrentes (miedo a la oscuridad, a estar solos, a los extraños, etc.)
  • Preocupaciones
  • Aferrarse al adulto y sentirse incapaz de perderlo de vista
  • Enojo
  • Regresión a comportamientos típicos de etapas anteriores del desarrollo
  • Llanto y lloriqueo
  • Incapacidad para controlar sus emociones
  • Comportamiento agresivo
  • Caprichos
  • Oposición para participar en actividades familiares o escolares
  • Molestias estomacales o dolor estomacal vago
  • Pesadillas
  • Problemas para dormir
  • Dolor de cabeza
  • Enuresis (mojar la cama)
  • Disminución del apetito o cambio de hábitos alimentarios

Los niños de hoy, al igual que los adultos están padeciendo trastornos de ansiedad. Tanto hijos como padres, envueltos en una vorágine social, en una carrera hacia no se sabe donde, han perdido la capacidad de registrar las alertas corporales, conductuales y emocionales que indican la necesidad de parar. Al perder este registro no pueden bajar a tiempo de del rally antes mencionado, para evitar que la propia maquina (que es nuestro propio cuerpo-alma) colapse. Así, se ve a niños colapsados, agotados y agobiados.

Estos chicos necesitan recuperar el espacio de juego, de descanso. Las familias necesitan replantearse y regular las exigencias y pensar que la infancia viene de la mano de la inocencia, la ingenuidad, la espontaneidad, y es necesaria ser vivida de la mejor manera posible. En la infancia se crean las bases, los cimientos donde luego se conformará la estructura del adulto: si las bases están débiles, cansadas, fragmentadas. Darles una infancia cálida, feliz y relajada a nuestros hijos es darles la posibilidad no solo de ser felices hoy, sino también el día de mañana.

Como padres podemos poner en marcha algunas estrategias para ir recuperando la paz y la capacidad de conectarnos con nuestros hijos, por ejemplo:

  • Brindarle al niño un clima familiar tranquilo.
  • Seleccionar los programas de televisión que se verán y quedarse con ellos mientras miran TV.
  • Escuchar al niño, ser cariñoso y decirles lo mucho que los queremos.
  • Pasar ratos tranquilos y relajados con el niño.
  • Darles la posibilidad de elegir y de tener algún control sobre su vida.
  • Anticipar los cambios (horarios, trabajos, rutinas)
  • Compartir contacto con la naturaleza, ya que es muy relajante.
  • Dedicarles tiempo ahora: los niños no entienden el futuro como nosotros.
  • Buscar ayuda o asesoramiento profesional cuando los signos de ansiedad o estrés no disminuyan o desaparezcan normalmente.