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Poca confianza en los líderes

En su nuevo libro, Barbara Kellerman expresa su enojo con los líderes porque siente -y los hechos están de su lado– que han defraudado a sus subordinados. Cita una estadística alarmante: solo 7% de los empleados confía en sus líderes. Según Kellerman la culpa, en parte, es de los especialistas en management que se sienten cómodos explicando teorías pero poco interesados en la rigurosidad científica. Falta, en pocas palabras, un método, una manera de cuantificar los resultados.

En un fragmento del capítulo 7 de su nuevo libro, “The end of Leadership” (“El fin del liderazgo”) pone de manifiesto este problema.

Allí se habla de que por todo el dinero invertido en liderazgo en las escuelas de negocios, por todo el esfuerzo y el tiempo, hay bastante poco para decir sobre la métrica. Es decir, detrás de todo este esfuerzo, hay poca evidencia científica. Al contrario, los programas que desarrollan líderes son evaluados bajo un mismo criterio: si quienes participaron se sintieron, o no, satisfechos con la experiencia. Eso no prueba, de ninguna manera, que el programa tuvo el impacto deseado: puede suceder exactamente lo opuesto, que los más satisfechos hayan sido quienes menos se hayan sentido alterados por lo propuesto en el taller.

Eso no significa que no existan programas con mérito propio o que ninguna institución o individuo se haya beneficiado con ellos, aclara Kellerman. Pero sí que a la industria del liderazgo le falta regulación y que se ha dormido en sus laureles: hay poco corpus académico y el pensamiento original de los líderes ha marcado el terreno en la segunda mitad del siglo 20. Si se tienen en cuenta las estadísticas y la temperatura de la opinión pública con respecto a los líderes, son pocas las revisiones que se han hecho sobre el modelo existente en las escuelas de negocios. Pocos cambios en un contexto de avances tecnológicos y culturales. Es hora de reimaginarlo.

Los errores de liderazgo con muchos y se encuentran por todos lados. Por ejemplo, ignorar las encuestas. Es cierto que no todas están hechas con rigurosidad pero ignorar a la opinión pública siempre es tonto, especialmente si se trata sobre la pérdida de fe en los líderes. Por ejemplo, una encuesta de CNN/ORC International indica que solo 15% de los estadounidenses confía en el gobierno para hacer lo necesario; en los años 60, esa cifra era superior a 70%. En lo que sí están de acuerdo casi 77% de los ciudadanos de Estados Unidos es que hoy se está atravesando una crisis de liderazgo y que esta caída en la confianza se ha hecho más extrema en los últimos años y que ya no afecta únicamente solamente a los políticos sino también a los negocios y a los medios; a las instituciones educativas, militares y religiosos.

En el área corporativa la confianza ha caído más fuertemente. Solo 7% de los empleados confía en sus empleadores, y la mayoría no los considera ni honestos ni competentes a la hora de realizar sus trabajos. La recesión y la explosión de escándalos corporativos no ha ayudado a mejorar esta percepción.

Se da una paradoja en el caso de Goldman Sachs, dice la autora. Aunque su reputación ha sido afectada negativamente en los últimos años por casos de corrupción y escándalos corporativos, la revista BusinessWeek la nombró entre las compañías con mejor liderazgo del mundo por su programa para desarrollarlo. Esto no habla muy bien sobre la capacidad de una sociedad para moldear líderes ni tampoco sobre los programas existentes que, siente Kellerman, defraudan a la hora de esculpir nuevos líderes.

El crecimiento tal vez tenga algo que ver: en economías emergentes como China, India o Brasil los jefes siguen siendo más respetados que en Inglaterra, Canadá o Estados Unidos, lugares en donde las economías han sufrido duros golpes. Pero para Kellerman el problema está en que, más allá de los esfuerzos para producir lo contrario, esos países siguen moldeando malos líderes: incompetentes, rígidos, que bajan la productividad. En todos los casos, la industria del liderazgo les ha fallado como reguladores de una actividad que podría beneficiar a la sociedad en su conjunto.