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Todo on line

Con el correr de los días y del virus van aumentando las opciones para hacer cosas desde casa. Se van generando diferentes dispositivos y herramientas para que este forzado receso sea viable y una de las herramientas fundamentales que nos ofrece infinitas posibilidades es el maravilloso mundo de internet.

Hoy en día todo puede hacerse por internet. Pagar cuentas online, sacar entradas, revisar la cuenta del banco, hacer transferencias o el pedido del super. Tener una computadora con internet en casa, además de ya ser una necesidad básica, en estos días se ha convertido en una medida preventiva.

Por el virus, la pandemia, la emergencia sanitaria y los millones de personas que vivimos en la ciudad, contar con la posibilidad de seguir con mis actividades desde casa es una excelente opción. Ante la gravedad de la situación y la facilidad de contagio parece que “la” opción es quedarse en casa. Si estoy sano no me contagiaré. Si estoy enfermo no contagiaré al resto. De allí que hoy quedarse en casa y vivir la vida online se está tornando una cuestión de responsabilidad. Podríamos hablar incluso de la “solidaridad social online”.

La pregunta que podríamos plantearnos aquí es hasta dónde lo online? ¿Cuál es el límite?¿Cómo es un uso verdaderamente responsable? o incluso ¿qué puede llegar a encubrir este mundo online?

Si bien, habitualmente, poder hacer todo desde casa es mucho más práctico, y hoy además una medida de prevención, debemos estar alertas con respecto al uso excesivo de lo online. El “mundo online” puede llegar a convertirse en justamente eso, un mundo paralelo, un holograma, donde se pierde contacto con lo real, con lo concreto.

Si evadimos el mundo real para refugiarnos en el mundo virtual, internet dejará de ser una herramienta práctica para la vida, como así tampoco será una medida preventiva frente a la gripe, ya que se convertirá en un modo de tapar mi problema de vincularme en el mundo real.

El límite del uso responsable o abusivo de internet es bastante difuso, y uno debe estar alerta. Quizás atrás de la practicidad o la prevención hay un miedo al vínculo, a establecer relaciones con otros, a lo que los demás puedan pensar de mí, a sus aprobaciones o rechazos, lo que en muchos casos podemos pensar como fobia social.

También hay que tener en cuenta que estas epidemias son propicias para generar un rechazo al otro, al desconocido, ya que en el imaginario clásico la enfermedad solo puede venir desde afuera. Se disparan asociaciones muy comunes entre lo extraño, lo desconocido, lo peligroso, la amenaza. Frente a esto, uno se recluye y no siempre por solidaridad social, sino por la posible amenaza del afuera.

Más allá de la increíble oferta de lo online, y de pensar que hoy todo puede hacerse por internet, esto tiene límites. Hay sistemas que necesitan imperiosamente del vínculo. ¿Cómo continuar entonces con estos sistemas que no pueden reducirse a lo virtual?

Hay que bajar a la realidad y volver a establecer vínculos, generar contactos que me relacionen con el medio en el que vivo, porque eso también es responsabilidad social.

La idea es hacernos cargos de nuestra realidad y asumir los tiempos que corren con responsabilidad; pero estar alertas para que estas prevenciones o herramientas no encubran un miedo a relacionarme con los demás.

Si el mayor uso de lo online se debe a una situación concreta de prevención, es una cuestión de solidaridad social. Pero no debemos olvidarnos de la necesidad del vínculo, para que nuestro mundo no se vuelva virtual, o simplemente un holograma.

En las situaciones de emergencia como esta, se puede potenciar lo peor de una sociedad o se puede reforzar los lazos sociales. Quizás esta sea una buena oportunidad para revisar los nuestros (o para revisar cómo construimos los nuestros).

Más información: www.hemera.com.ar