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Un lodge en la inmensidad

Es fácil dejarse llevar por la inmensidad y el silencio absoluto que encierran los increíbles paisajes de la Patagonia. Sus lagos cristalinos, las montañas de picos nevados y esos tonos de verdes tan particulares de la región, simplemente atrapan al visitante. Sólo hay que respirar profundo y dejarse sorprender por la naturaleza.

Camino al Glaciar Perito Moreno y a 30 minutos de El Calafate, en la provincia de Santa Cruz, esa sensación es posible de experimentar. Eolo, un lodge de campo que revive el estilo de las antiguas estancias patagónicas, espera a sus huéspedes con 3.000 hectáreas y rodeado de vistas inimaginables. Desde sus grandes ventanales se ve el Lago Argentino, el Valle de la Anita, las Torres del Paine y el Brazo Rico.

Lujo y naturaleza
Apenas uno pone un pie en Eolo, comienza el placer. El amplio living y recepción invita a sentarse a admirar los colores del paisaje que cambian cada hora: el amarillo del amanecer, el rojo intenso de la tarde y la luz clara que lo invade todo en las noches de luna llena. Cada una de las 17 suites (10 Superiores, 5 Premium y 2 suites Corner) llevan el nombre de un animal o ave típica de esta zona y está decorada con fotografías de cada uno de ellos. En las habitaciones no hay televisores para, según los dueños, garantizar un descanso profundo. Para los momentos de recreación hay una biblioteca con vistas al impresionante cordón montañoso que forman las Torres del Paine. Y para los cinéfilos, sala de televisión con DVD. El hotel cuenta con un amplio bar que ofrece una selección de vinos argentinos y es, además el espacio dónde está permitido fumar.

Para disfrutar del entorno, desde el lodge se organizan actividades al aire libre que están incluidas en la tarifa. Puede hacerse trekking al Cerro Frías y al Valle de la Anita, mountain bike, observación de estrellas con telescopio y avistaje de aves. El resto de las actividades como las cabalgatas, las visitas, el trekking y el safari al Glaciar Perito Moreno y las navegaciones lacustres, tienen una tarifa aparte.

Luego de un día al aire libre y antes de cenar, los huéspedes puede disfrutar de la piscina climatizada, el sauna y la sala de masajes. Ya al final del día los espera el restaurante del hotel, que sorprende a sus comensales con una colección de 14 juegos de piezas antiguas donde sirven exquisiteces patagónicas como liebre estofada en vino blanco, lomo de ciervo, además del tradicional cordero patagónico al asador.