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Un recorrido por las raíces filosóficas del coaching

Se dice que el término “coaching” remonta sus orígenes al siglo XV, en la ciudad húngara de Kocs, situada a unos 70km de Budapest y de Viena.

Este poblado, parada obligada de viajeros, dio origen al nombre de un carruaje particular denominado “kocsi” (pronunciado “cochi”), que luego se tradujo al alemán como “kutsche”, al italiano como “cocchio” y al español como “coche”.

Así, etimológicamente, el término “coach” deriva de un medio de transporte. Y, de alguna manera, el coaching sirve para transportar a las personas del lugar donde están hasta el lugar donde desean estar.

El conductor del carro (o “coach”, sirve de guía para el coaching) facilita el proceso de desplazamiento del cliente (o “coachee”) pero no decide el rumbo a seguir.

Las raíces del coaching en la filosofía antigua
Leonardo Ravier, en un artículo publicado en Coaching Magazine, define al coaching como “una disciplina catalizadora del potencial de los seres humanos, el resultado de interrelaciones espontáneas y evolutivas que, a lo largo del pensamiento humano, han ido desarrollando lo que hoy empezamos a conocer como coaching y que sigue en permanente evolución o cambio. Y no constituye un producto deliberado de un solo ser humano o producción de un grupo específico”.

Así, a lo largo de la historia, filósofos de diversas corrientes de pensamiento han aportado al desarrollo de la disciplina.

La mayéutica socrática es, quizá, el primer antecedente. Sócrates, a través de preguntas reveladoras, orientaba a sus interlocutores en la búsqueda de la “verdad”, exponiendo las bases de sus falsas creencias.

Así, los diálogos platónicos, basados en una secuencia de preguntas y respuestas entre lo que podríamos llamar “coach” y “coachee”, constituyen un antecedente del método del coaching.

Todavía en la antigua Grecia, la ética aristotélica, basada en la búsqueda de la felicidad, sigue siendo la gran motivación que subyace a las sesiones de coaching.

Las raíces del coaching en la filosofía moderna y contemporánea
En la época moderna, el método fenomenológico de Edmund Husserl, el pensamiento existencialista de Jean Paul Sartre y la psicología humanista terminan de moldear las bases filosóficas del coaching.

La capacidad de tomar conciencia sobre lo que nos ocurre y el planteo de un proyecto de vida es inherente a la reflexión desarrollada en una sesión de coaching, que como material de análisis debe ser tratada libre de censuras y prejuicios.

Las corrientes contemporáneas del coaching
Los aportes constructivistas a la filosofía del lenguaje han sentado las bases del “coaching ontológico” (literalmente “entrenamiento del ser para su re-diseño”), que considera al lenguaje como un determinante fundamental de nuestro ser y hacer.

Los nombres más resonantes de esta corriente son Werner Erhard Maturana, Fernando Flores, Echeverría y Olalla.

El coaching también ha recibido una importante influencia desde la psicología del deporte a través del trabajo de Timothy Gallwey, quien desarrolló una metodología de entrenamiento denominada “The inner game” (el juego interior).

Este puede ser el ejemplo más claro de cómo el deporte pudo influir en las técnicas de coaching o bien cómo el coaching aporta el concepto de juego interno, como condición de desarrollo de las acciones externas.

Así, sobre estas bases filosóficas y metodológicas, desde la década del ’80, el coaching se ha difundido mundialmente como profesión, adquiriendo una identidad propia y las áreas de incumbencia que hoy conocemos: life coaching (coaching personal), executive coaching (coaching ejecutivo) y corporate coaching (coaching organizational o business coaching).

En definitiva, si bien sus raíces se remontan muchos cientos de años en el pasado, el coaching como disciplina autónoma es relativamente novedoso y se encuentra en constante evolución.