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Una mirada diferente sobre los trastornos alimentarios: el rol de los padres

Los trastornos de alimentación han existido siempre y hay descripciones de ellos en muchos relatos de la Historia. El origen del síndrome en estos trastornos del comportamiento alimentario está relacionado con la biografía personal, el contexto familiar, los acontecimientos vitales y las presiones socioculturales.

La bulimia y la anorexia son trastornos cuya base se encuentra en alteraciones psicológicas que puede llegar a tener graves repercusiones biológicas y fisiológicas. Desde la ausencia de menstruación, caída del pelo, sequedad en la piel, alteraciones gastrointestinales o complicaciones endocrinológicas, hasta serios problemas cardiovasculares y renales.

Hay factores predisponentes que hacen que algunas personas sean más vulnerables a desarrollar un trastorno debido a sus características individuales y a las situaciones familiares y sociales que viven.
Alguna de las características individuales que pueden predisponer a sufrir un trastorno de alimentación son:
– Tener hábitos alimentarios inadecuados, intentos de dietas rígidas, irreales e imposibles de cumplir y antecedentes familiares de obesidad.
– Preocupación excesiva por la imagen corporal: el deseo exagerado por conseguir un cuerpo perfecto y así compensar otros aspectos de la personalidad con los que la persona se encuentra insatisfecha.
– Desvalorización interna por falta de autoestima.
– No ser capaces de enfrentar problemas, planificar soluciones y llevarlas a cabo.
– Creencias irracionales sobre la apariencia física y la aceptación social.
– Vivir muy pendientes de los demás. Buscar satisfacerles.
– Miedo a madurar, a crecer y a manejar la independencia que esto implica.

También existen ciertas características familiares en las personas que presentan estos trastornos:

– Familias que conceden una importancia extrema al cuidado de la imagen externa.
– Madres y padres que tienen expectativas demasiado altas para sus hijas e hijos.
– Miembros familiares con problemas de alcoholismo o depresión.
– Malos tratos, abuso sexual o abandono.
– Antecedentes de anorexia o bulimia en hermanas o hermanos.

Los factores precipitantes hacen referencia a aquellas circunstancias estresantes que hacen que se desencadene la enfermedad.

Uno de los conceptos fundamentales que hay que tener claros para entender este tipo de trastornos, es que se trata de una enfermedad y no de una simple manía o capricho de quienes la padecen.

El gran error que se comete es creer que las personas caen en esta enfermedad por gusto y quienes están a su alrededor no logran entender cómo pudo pasar. El punto entonces es entender que el tema pasa por el cómo las mujeres o adolescentes, van manejando las distintas experiencias de la vida.

Para prevenir o tratar a tiempo esta enfermedad, es importante que la sociedad tenga claro los aspectos y conductas que delatan a las personas que la padecen, así como también tomar conciencia de que con prohibiciones o retos no se cura, y que requiere de un tratamiento integral que consta de nutricionista, psicólogo o psiquiatra y equipo médico, para que pueda existir un buen diagnóstico.

Dado que estos trastornos se presentan principalmente durante la adolescencia y primera juventud, el papel de la familia es fundamental.

La familia no es culpable del trastorno, pero debe implicarse en la detección del problema, en el tratamiento y, por supuesto, es el fundamental agente preventivo.
No sólo se trata de estar pendiente de los comportamientos de la hija o hijo con la comida, sino saber qué aspectos en su vida pueden estar resultando difíciles. Es importante no apresurarse a quitar importancia a sus comentarios y entender que sus preocupaciones son muy importantes para ellos.
Es fundamental revisar si en la familia hay dificultades en la comunicación o a la hora de resolver los conflictos: si se exageran, se niegan o se intentan resolver siempre a través de la agresividad o de culpas mutuas.
Es conveniente facilitar la expresión de los sentimientos, incluidos los negativos. Si no se hace, se favorece a que se expresen de manera indirecta, por ejemplo, a través de la comida. Para algunas personas comer de forma compulsiva o no comer llega a convertirse en la única forma de expresar emociones totalmente normales como el enfado o la ira.
También las madres y los padres deben preguntarse si no tienen una actitud muy crítica que pueda estar afectando la autoestima de los hijos, o si se establecen límites y normas adecuados a la edad de sus hijas e hijos, o si estos son escasos o bien excesivos, impidiendo su autonomía y maduración.

Los trastornos alimenticios se pueden tratar exitosamente y se puede restablecer un peso saludable. Mientras más pronto se diagnostique y se trate la enfermedad, es más probable que haya mejores resultados.
Debido a su complejidad, los trastornos alimenticios requieren un plan extenso de tratamiento que involucra monitoreo y cuidado médico, intervenciones psicosociales, asesoría en nutrición, y cuando es adecuado, control con medicamentos.