Inicio Empresas y Negocios Alertan que faltará pan, galletitas, fideos y carne en las góndolas argentinas

Alertan que faltará pan, galletitas, fideos y carne en las góndolas argentinas

En la Argentina, uno de los “graneros” del mundo por excelencia, todas las polémicas que se iniciaron en los últimos años estaban vinculadas a las oportunidades perdidas, tales como el desaprovechamiento de los buenos precios de las commodities o el incumplimiento de contratos de exportación.

Sin embargo, en medio de la mayor sequía de las últimas décadas, políticas de desincentivo a la producción y la fuerte incertidumbre que impera desde el año pasado, el temor ya no responde a los negocios internacionales que se escapan de las manos, sino que está vinculado con un punto crítico del día a día de los consumidores: el posible desabastecimiento de productos de primera necesidad en el mercado interno.

Especialistas y directivos de cámaras vinculados con el sector, comenzaron a encender la luz de alerta ante lo que consideran una inminente “desaparición” de las góndolas de algunos alimento claves de la canasta básica de los argentinos, tales como los panificados y la carne.

En diálogo con iProfesional.com, Pablo Adreani, director de AgriPAC Consultores y uno de los analistas referentes del mercado granario, fue contundente: “En la Argentina va a faltar pan, galletitas y fideos”.

“Vamos camino a que se produzca un desabastecimiento, producto de la pésima campaña de trigo que estamos teniendo en la actualidad”, agregó Adreani.

Por su parte, el presidente de la corredora de granos Artegran, César Gagliardo, confirmó los temores de una posible escasez de estos alimentos básicos: “Estamos en el peor camino. Las proyecciones del área sembrada de trigo se están recortando drásticamente y a esta altura, hay que olvidarse de que quede algo para exportar. Eso es lo menos importante, acá la clave es ver si llegamos o no a abastecer el mercado interno”.

En la misma línea, el economista Manuel Solanet, alertó que “es un hecho que va a desaparecer el saldo exportable de trigo y que haya escasez de materia prima. Esto puede derivar en desabastecimiento”.

A esto, el experto agregó un elemento más de tensión social: una potencial suba de precios para estos alimentos básicos.

¿Cómo sería un desabastecimiento virtual?
Según Adreani, “la situación del trigo hoy en la Argentina es dramática. Estamos repitiendo la misma experiencia del año pasado con el agregado de que la sequía se prolongó demasiado. Está cayendo la superficie de siembra y esto implica continuos recortes en las proyecciones de producción”.

Según el especialista, el futuro del cereal hoy únicamente está en manos del clima: “Si no llueve en julio vamos camino a cerrar la peor campaña de las últimas décadas”.

Sucede que si bien la producción podría superar levemente las cerca de 6 M de toneladas que demandan los consumidores argentinos, “va a suceder que la mitad de ese volumen nadie la va a ver en el mercado de comercialización”, explicó Adreani.

“El productor sabrá que lo que tiene vale oro y en un momento determinado va a dejar de volcar granos al mercado. Entonces, lo que va a suceder es que, a pesar de tener las toneladas para abastecer el consumo, nunca aparecerá ese volumen porque lo van a estar reteniendo en los campos”, recalcó.

”Esto, sin dudas traerá un problema muy serio el año próximo en el abastecimiento interno de productos industrializados a partir de la harina, como el pan, los fideos y las galletitas, entre otros”, agregó Adreani.

Radiografía de la producción de trigo
¿Cómo se llegó a esta situación? Los números son contundentes: hace dos campañas, la Argentina había logrado una cosecha de trigo de 16,6 M de toneladas, que había arrojado un saldo exportable de más de 10 M, ya que el mercado interno consume poco más de 6 M.

La campaña anterior cerró en 8,5 M, es decir, una caída de casi 50%, producto de la mayor sequía de los últimos 70 años y la histórica pelea entre campo y Gobierno por las retenciones móviles.

Para la actual campaña, cuyo ciclo de siembra cierra a fines de este mes, los analistas esperan que la producción continúe cayendo aún más. De hecho, desde la consultora Agritrend calculan que apenas se llegará a las 6,7 M de toneladas, lo que la convertiría en la peor cosecha desde 1978. Sin embargo, hay estimaciones todavía peores.

Para Gagliardo, “las proyecciones son malas. Con suerte vamos a estar cerrando en 6 M de toneladas. Pero si el clima no acompaña hasta el 30 de julio, la fecha límite para sembrar trigo, este nivel puede seguir bajando”.

La razón es simple: con retenciones del orden del 23%, problemas climáticos y precios locales que, según los analistas, aún siguen totalmente desfasados de las cotizaciones de Chicago, “hay productores que bajaron su programa de siembra en un 70% o que directamente tomaron la decisión de saltear la campaña triguera”, según Gagliardo.

Desde la óptica del economista Pablo Rojo, “todo está claro, con la política del Gobierno los precios locales quedaron rezagados de los internacionales. A esto hay que sumar la sequía y los constantes cierres de las exportaciones. Se encargaron de desincentivar la siembra”.

Los problemas que enfrenta el Gobierno
En un contexto como el actual se darán dos problemas para el Gobierno que están íntimamente ligados: el primero es qué postura tomará con respecto al campo si hay una eventual retención de trigo por parte de los productores que especularían con una mejora en el precio final vía menor pago de derechos de exportación.

El segundo y fundamental es cómo se va a garantizar el normal abastecimiento del cereal.

Con respecto al primer punto, Adreani prevé que “se agrave la pulseada con el campo”. En otras palabras, que se reedite parte de la guerra que paralizó las maquinarias del país durante gran parte de 2008.

“Si la campaña es tan mala como estimamos, entonces los productores van camino a enfrentarse con el Gobierno, que va a estar desesperado para que salgan a vender el trigo. Sin dudas vamos camino a una nueva persecución para que liberen los stocks”, agregó el director de Agripac.

Desde que estalló el conflicto con el agro el año pasado y los productores decidieron retener cerca de 6 millones de toneladas de soja especulando con una baja de las retenciones, Ricardo Echegaray, en ese entonces presidente de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (Oncca) emprendió una fuerte campaña para detectar qué proporción de la producción guardada en silobolsas no estaba declarada. Para ello utilizó todo tipo de instrumentos, como declaraciones juradas y una batería de controles informáticos.

Incluso, con el tiempo, desde el Gobierno se llegó a sugerir la posibilidad de crear una nueva Junta Nacional de Granos para intervenir en toda la cadena agrícola.

Además, los analistas desestiman que con las actuales políticas de precios se pueda tentar a los productores para que siembren, cosechen y vendan: desde Confederaciones Rurales Argentinas (CRA), por ejemplo, ya le declararon la guerra al acuerdo que impulsó el Ejecutivo para garantizar el precio pleno en la comercialización de 1 millón de toneladas de trigo.

Con este tipo de medidas “se termina entregando el comercio de los granos a un oligopolio, en una rara asociación entre el Estado nacional, multinacionales exportadoras y molinería local”, dispararon recientemente los dirigentes rurales.

¿Y cómo se garantiza el consumo?
Para Solanet, en este caso, “la única alternativa que le va a quedar al Gobierno es tener que salir a importar”.

La única vez que el “granero del mundo” tuvo que verse ante la necesidad de demandar trigo del exterior para satisfacer la demanda fue en 1952, tras la aplicación de políticas agrícolas equivocadas, según Lucio Recca, ex subsecretario de Agricultura.

“Si estamos obligados a importar, para compensar la diferencia que hoy se paga por el precio interno y el internacional, el Gobierno tendría que aportar un subsidio y ahí se enfrenta a la dificultad fiscal. Ya no hay tela para cortar. En definitiva, esto puede llevar a un aumento en el precio de la harina”, agregó Solanet.

“Esto es una evidencia de que la política agropecuaria ha sido errónea. Que la Argentina tenga que importar trigo es una muy mala consecuencia”, destacó.

¿Peligra el “asadito” del domingo?
Otro de los alimentos insignia de la Argentina que está en el centro del debate es el de la carne.

Desde la Asociación de Productores Exportadores Argentinos (APEA), si bien desestimaron que en la mesa de cada día haya bifes provenientes de vacas alimentadas en Brasil, no dudaron al afirmar que “va a haber menos producción, el consumo se va a achicar y va a haber suba de precios”.

Fuentes de la entidad se quejaron de que “sufrimos dos años consecutivos de sequía, hubo falta de tacto, se redujo la cantidad de terneros logrados y los productores liquidaron hacienda, principalmente hembras. Esto sí o sí va a repercutir en la producción de carne”.

Uno de los referentes del sector, Miguel Schiariti, presidente de la Cámara de la Industria y Comercios de Carnes y Derivados de la República Argentina (Ciccra), adelantó a iProfesional.com que “para el otoño próximo va a faltar hacienda y se va a generar un cuello de botella que no va a ser fácil de superar”.

Al respecto, destacó que “habrá 3 millones de terneros menos” y que todo esto podría repercutir en “aumentos de precios” para los consumidores.

De este modo, si bien la Argentina no tendría que importar carne, enfrentaría dos efectos sumamente negativos: el del posible desabastecimiento y la potencial pérdida de una porción del negocio de exportación, que el año pasado dejó más de u$s800 M.

¿Cómo se llegó a esta situación? De acuerdo a un informe de Ciccra, varias son las causas:

* Reducción de las existencias vacunas, producto de una faena récord, apoyada en la de la falta de estímulo para invertir en la cría de ganado.

* Liquidación de vientres, que ha permitido un alto nivel de producción de carne vacuna, lo que se torna insostenible en el mediano plazo.

* Identificación de la exportación como mercado competitivo del consumo interno y no complementario, lo que llevó a establecer trabas crecientes para exportar productos cárnicos, desalentando el desarrollo armónico de ambos mercados y la mayor generación de valor.

Los resultados están a la vista: en 2006 había 61,3 M de cabezas de ganado. Sin embargo, en lo que va de 2008, las existencias se ubicaron en el orden de las 57,7 M, es decir, 3,6 M de animales menos.

Las consecuencias de esto se tradujo, según un informe de CRA, en que el país perdiera en estos últimos tres años, por la mala política ganadera, un total de $14.536 millones.

Sucede que el proceso de “liquidación de vientres” por falta de rentabilidad generó que, desde 2006 se dejaran de producir 4,1 millones de cabezas de ganado.

“Si evaluamos la pérdida de carne por no tener estos terneros, el país dejó de producir 750.854 toneladas, que hubieran alcanzado para alimentar a otras 10 millones de personas durante un año”, explicaron desde CRA.

Teniendo en cuenta que el consumo está en 69 kilos per cápita por año -el nivel más alto desde 1994- y que el stock está estancado, la única manera de garantizar más consumo es reduciendo las exportaciones. Esto hace prever un nuevo foco de conflicto con productores y frigoríficos. La noticia llega en un mal momento, en que el Gobierno está embarcado en la difícil tarea de recomponer el poder luego de los adversos comicios del 28 de junio.