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Algunas lecciones de management desde la isla de Lost

Un avión de línea en viaje de Sydney a Los Angeles se estrella en una isla del Pacífico. Las brigadas de rescate nunca llegan.

En aquella misteriosa isla, quedan libradas a su suerte personas de los más diversos orígenes, personalidades y experiencias de vida.

Así, a medida que transcurren los días, inevitablemente se van forjando relaciones de poder, dinámicas de trabajo en equipo y emergen líderes que necesitan crear condiciones de legitimidad para que sus decisiones sean acatadas por el grupo.

Cualquier similitud con los desafíos que enfrenta cualquier hombre de negocios no es pura coincidencia. La isla de Lost es un gran laboratorio donde pueden descubrirse las principales dinámicas del comportamiento humano en las organizaciones.

1) El nacimiento de un líder

Cuando el avión se estrella en la isla, los sobrevivientes parten desde una misma situación en términos de legitimidad de liderazgo.

En efecto, no había ninguna relación preexistente de obediencia entre personas que nunca se habían visto las caras. Así, aquella pequeña comunidad política se construye desde cero.

Jack emerge pronto como líder por su capacidad de inspirar confianza, su habilidad táctica para resolver problemas y su propuesta de una visión optimista para el grupo en momentos de desesperación (“saldremos de esta isla, se los aseguro”).

Así, la mayoría no tarda en reconocer su legitimidad para tomar las grandes decisiones (con algunas excepciones, como el ultra pragmático Sawyer, free-rider del grupo).

Jack, sin embargo, es incapaz de mantener intacta su posición de liderazgo.

Su relación con Juliet (percibida por muchos sobrevivientes como una espía de los Otros) erosiona su credibilidad y fractura al grupo en dos facciones: quienes mantienen su lealtad y quienes optan por seguir al enigmático John Locke.

2) Los perfiles del grupo

Todos los personajes tienen una expertise específica para aportar a la prosperidad del grupo. Jack es médico. Sayid, soldado. Jin, pescador.

Hurley, el muchacho de generoso porte que ganó la lotería, no parece destacarse por ninguna habilidad especialmente útil en la isla.

Y, sin embargo, desempeña un papel crucial en el funcionamiento del grupo.

Hurley, que sabe escuchar, pronto es elegido como confidente por la mayoría. Así, si bien carece de cualidades de liderazgo, adquiere una posición de poder convirtiéndose en un nodo que acumula y distribuye información entre los distintos personajes (de hecho, esto también le permite oficiar de nexo entre el líder y el resto del grupo).

3) Líderes soberbios: ¿la perdición de Benjamin Linus?

El líder de los Otros, Benjamin Linus, parece el maquiavélico cerebro que mueve como marionetas a los personajes. Incluso, no pierde oportunidad de manifestar su absoluto control de todas las situaciones.

Y, sin embargo, el exceso de confianza casi le cuesta la vida cuando Juliet (a quien Ben consideraba una aliada incondicional) le sugiere a Jack la posibilidad de asesinarlo durante una cirugía para extraerle un tumor.

En la temporada cuatro, la soberbia de Ben le hace cometer un costosísimo error de cálculo. En efecto, su hija muere asesinada por su negativa a negociar con un soldado que la tenía a punta de pistola.

4) El éxito como equipo

En los días inmediatamente posteriores al accidente, muchos personajes, esperando un pronto rescate, optan por el individualismo (encarnado por la rubia Shannon, que se broncea plácidamente en la playa).

Sin embargo, a medida que se agotan las provisiones, los sobrevivientes comienzan a funcionar como un grupo, distribuyendo las responsabilidades de acuerdo a las habilidades de cada uno y procurando alcanzar un objetivo común.

Lost no es la historia de Robinson Crusoe. El principal activo de los sobrevivientes del Oceanic 815 es su capacidad de unir fuerzas para enfrentar un ambiente hostil e imprevisible.

En definitiva, como dice Jack cada vez que la unidad del grupo parece resquebrajarse, en la isla (y quizá en los negocios) “se vive en conjunto, y se muere solo”.