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Berrinches y caprichos

Seguramente para todos los padres, o eso esperaríamos, su hijo es lo más preciado en el mundo; y para esos pequeños, sus padres serían el centro del universo, su marco referencial, la presentación del mundo frente a sus sentidos y emociones.

Es por ello que la modalidad de vínculo y de crianza que optemos como adultos tendrá grandes consecuencias en ellos en todas las áreas que lo conforman: afectiva, intelectual, social y física.

Si bien no hay una única manera de desarrollar saludablemente la maternidad y paternidad, hay posiciones que favorecen u obstaculizan la misma y por ello debemos reflexionar e informarnos acerca de algunos hitos en ese camino.

Uno de ellos es el tema de berrinches y caprichos, unas de las primeras manifestaciones en la búsqueda de autonomía, basada en el intento de ir más allá del otro (de sus palabras, sus miradas, sus opiniones, límites, prohibiciones) hacia la constitución de su singularidad, su identidad como otra persona diferente a sus padres, y por lo tanto con su criterio, deseos, necesidades.

Pero en ese camino, es probable que estas nuevas adquisiciones traigan felicidad a sus padres y también nuevas preocupaciones y temores. Y es que hasta que logre independencia, buen uso de sus propios recursos, autonomía, vida propia, muchos pasos habrán dado tanto los hijos para lograrlos, como
los padres para propiciarlos o por lo menos permitirlos.

Esta etapa suele iniciarse al año de vida, junto al logro del desplazamiento independiente: primeras metas, decisiones, resoluciones; para comenzar a ceder entre los 2 y 3 años.

Entonces:

– Los berrinches y caprichos corresponden a una etapa normal del desarrollo del pequeño
– Se relaciona con la búsqueda de su autonomía y la construcción de su identidad
– Se enmarca dentro del tema de los límites y la autoridad
– El papel de los padres y adultos en general es clave para favorecer un desarrollo saludable

Lugar de los padres

Una de las responsabilidades de los padres frente a la crianza de los hijos es ejercer la autoridad, entendiendo como tal la inclusión de su palabra y su mirada en relación a rutinas, relaciones afectivas, normas a cumplir, orden en los roles familiares, claridad en el lugar singular de cada uno, modalidad de interrelación, con el fin de lograr una convivencia con el otro, que sea saludable, armoniosa, enriquecedora. De eso se trata en última instancia la concepción de lo social.

Frente a ello hay diferentes respuestas de cada niño. Habrá quienes se adapten con mayor facilidad a las normas y habrá otros que resistan a aceptarlas y a cumplirlas.

Es allí donde los adultos deben sostener las normas establecidas, el límite impuesto que dice: “no todo es posible” sin retroceder a causa del facilismo o falso amor.

En primer lugar porque ser padre no es una tarea fácil de por sí y porque los límites son el real acto de amor. Esto es: es más fácil aparentemente ser permisivo…nuestros hijos no se enojan, no lloran, no nos hacen pasar “vergüenza”.

Si en cambio, no permitimos aquello que nuestro pequeño desea tal vez se angustie, pasemos un mal momento.

Pero como somos sus padres y conocemos nuestra responsabilidad de crianza que nuestro lugar nos demanda, sostenemos esa decisión a pesar de ello. No hay duda: esto es amor!

Para trabajar productivamente en la inclusión de las normas o límites podemos hacer uso de ciertos recursos:

– Desvío de atención: se trata de llevar la atención del pequeño hacia otro lado que el “conflictivo”
Es importante saber que en este caso se resuelve la situación pero no se está enseñando al pequeño a aceptar los límites.

– Negociación: es decir incluir un lugar intermedio entre la posición del pequeño y la nuestra
Por supuesto que no todos los temas incluyen esta posibilidad, y como todos los recursos si su uso es muy frecuente, pierde eficacia.

– Fundamentación: intentar que nuestro hijo comprenda el límite para que responda a él.
Una vez más, es importante el equilibrio. Efectivamente es bueno para su aprendizaje comprender los motivos de las normas a seguir; pero si esto no es posible se debería sostener igual.

– Premio y Castigo: brindarle a nuestro hijo premios al aceptar normas y castigos cuando no.
Es un recurso que se sugiere poco uso. Los niños se acostumbran a basar sus acciones a la espera de uno o evitando el otro y sin aprender lo más saludable, salteándose el ligar de la autoridad.

– Ejercicio de Autoridad: se trata de una intervención clara, segura, que incluye las normas y los límites esenciales para el desarrollo del pequeño, que logra sostenerlo frente a posibles desacuerdos y finalmente su cumplimiento con el uso de uno o más de los recursos anteriores.

Seguramente si el entorno afectivo que rodea lo cotidiano del niño brinda seguridad y contención, el camino será mucho más sencillo de lo que parece.