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Claves para animarse a emprender

Todo proyecto se inicia con un sueño. Sin embargo, quienes tienen la capacidad de ponerlo en marcha no son sólo soñadores: son soñadores pragmáticos que, además de mucha imaginación, tienen la capacidad de realizar de manera sistemática las acciones necesarias para concretar su sueño.

Porque toda creación depende de un proceso que alguien tiene que sostener. Mientras es fácil sostener algo que ya funciona, los emprendedores se diferencian por ser especialistas en dar sostén a un proyecto recién nacido, y ser capaces de llevarlo sano y fuerte hacia su madurez.

Es cierto que en ocasiones, su mirada creativa puede ser confundida con la locura y el delirio (sobre todo cuando se adelantan demasiado a su contexto). Pero, en verdad, el emprendedor posee una mirada más esperanzada que el resto. Pero ¿cuál es la diferencia entre el delirio, la ilusión y la esperanza? Es la aceptación de los costos asociados, que siempre están implicados en una visión.
De hecho, para el delirante cualquier costo es aceptable, mientras que para el iluso simplemente no existen. Sólo el esperanzado los entiende, los acepta y sigue adelante.

La mayor parte de las veces la capacidad de sostén y la tolerancia de la tensión, son las capacidades definitorias para fundar un negocio y llevarlo adelante. Por eso, quienes emprenden un negocio poseen una psicología diferencial que les permite animarse a más, a realizar esos hallazgos que, probablemente, otros no se atreverían. En este sentido, poseen una particular facilidad para utilizar a su favor ciertas defensas psicológicas contra las ansiedades propias del riesgo. Sin dudas, el precio de creación es la incertidumbre.

Algunas condiciones para fundar y desarrollar un emprendimiento son:

– Tener una visión de negocios
El emprendedor debe contar con una idea básica sobre el negocio que pretende realizar, y algunas buenas razones que le permitan planificar algún tipo de ventaja competitiva para insertarse en el mercado.

– Dar el primer paso
Una persona que decide desarrollar su propio negocio, elige renunciar al confort y la seguridad que le podría ofrecer una relación de dependencia y prefiere ir detrás de sus sueños y hacerlos prosperar a pesar de los riesgos.

– Sentir pasión por un proyecto
Quien decide emprender un negocio siente la pasión por hacer realidad una imagen futura. En este sentido, el dinero funcionará como una herramienta fundamental pero nunca es un fin en sí mismo. El fin, precisamente, deberá ser realizar el proyecto. De otro modo, carecerá de sustentabilidad.

– Tener valentía y capacidad de sostén
Al momento de encarar un negocio propio, el miedo es un sentimiento no sólo natural sino hasta saludable. La valentía consiste en no negarlo y trabajar para superarlo. El entusiasmo (que en su etimología significa “lleno de Dios”) suele ser un inestimable aliado. Así, cuando las cosas no andan como se espera, la capacidad de sostén puede mantenerse y, probablemente, allí resida el gran secreto del éxito.