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¿Cómo darse cuenta de que llegó el momento “ideal” para cambiar de trabajo?

“Solía ser Gonzalo de Google y empecé a tener la necesidad de ser Gonzalo Alonso”. Con estas palabras, el ejecutivo mexicano -que llegó en 2006 a la Argentina para hacerse cargo de la operación local y regional del megabuscador- sintetiza el salto que dio en su carrera profesional luego de transitar durante 15 años las arenas del mundo corporativo.

En base a su experiencia, el ex hombre de Google –hoy emprendedor y coautor del flamante libro “La revolución horizontal”- cuenta que no hubo una sola razón por la cual cambió de trabajo sino que existieron varias causas que lo fueron llevando a tomar la decisión de dejar la compañía.

Y, al respecto, enfatiza: “Lo más importante es que las personas que te rodeen estén de acuerdo con lo que estás haciendo. En mi caso, primero lo consulté con mi pareja y seres queridos. Y cuando una noche llegué a mi casa con todas las cajas, no fue una sorpresa. Era un momento muy esperado desde hacía tiempo. No me volví hombre de circo de la noche a la mañana sino que ya venía entrenando a los leones.”

La transición que atravesó Alonso es un lugar común en el que suelen caer, en algún momento de la vida profesional, la gran mayoría de los ejecutivos.

Y en un 2010 en el que, según coinciden los especialistas y consultores sondeados por iProfesional.com, el mercado de trabajo estará más activo, crecerá la cantidad de profesionales que se animen a dar un volantazo en sus carreras.

Es que, en un contexto de mayor reactivación económica, habrá más búsquedas por parte de las empresas y, por lo tanto, un incremento de las oportunidades laborales.

“Este año habrá más ejecutivos que se enfrenten a este dilema ya que en épocas de expansión se estimula el grado de insatisfacción de la gente por su trabajo porque empieza a pensar que en otro lugar puede estar mejor remunerada. Habrá mucho movimiento de personas que no se sienten conformes con el lugar en el que están y que quieren cambiar”, asegura Daniel Rosales, director de la Escuela Latinoamericana de Coaching (ELAC).

De hecho, un relevamiento realizado por la consultora de Recursos Humanos HuCap durante fines de noviembre y diciembre entre 449 encuestados, anticipa que ocho de cada diez personas están decididas -y cuatro de la siete en el corto plazo- a buscar nuevos horizontes laborales durante el 2010. (Ver infografía a continuación)

Cuando llega el día “D”
Pero ¿cómo darse cuenta de que llegó el momento de cambiar de trabajo? Para Cristina Mejías, directora de CM Sociología y especialista en transiciones de carrera, “la idea aparece cuando el índice de satisfacción se reduce. Típicamente, la gente se cuestiona su carrera laboral: ¿Está en armonía el “qué” hago con el “quién” soy? “

El planteo –según explica Mejías- se observa principalmente en las crisis de mediana edad o cuando se ha permanecido en una misma empresa o puesto por mas de cinco o seis años.

En esta misma línea, el headhunter y socio-director de Oxford Partners Rubén Heinemann enfatiza que uno de los aspectos que hay que mirar es el ciclo de cada ejecutivo en una compañía.

¿Cuánto tiempo es un ciclo? Si bien no se puede establecer una medida matemática, Heinemann manifiesta que “en general son entre siete y ocho años en una misma empresa.”

Dicho lapso de tiempo no significa ni que el ejecutivo se tiene que ir ni que lo van a despedir, pero es un tiempo ideal para hacer un “balance del alma” y pensar si es momento de mirar afuera o de poner el contador en cero y empezar otra vez puertas adentro de la organización.

“No hay una razón científica pero siete años es una buena cantidad en la que se puede crecer, se conoce bien la cultura de la compañía y a su vez a uno lo conocen, se ha podido equivocar e incluso recuperarse de los errores”, manifiesta Heinemann.

De acuerdo con Martín Sandoval, director de MS Coach, “es una sensación interna que por lo general se traduce en falta de motivación, de expectativas y sensación de que se llegó a un techo o se cumplió un ciclo dentro de la organización.”

En su opinión, la decisión de cambiar de empleo puede deberse a varios motivos, que pueden ser:

* Estrictamente laborales, como aburrimiento o agobio en las mismas tareas que antes se hacían con entusiasmo

* La necesidad de desarrollar proyectos de manera independiente

* Económicos, al comprobar que en el mercado se está pagando más por la misma posición.

Un test que no falla
Gloria Cassano, directora de la consultora de Recursos Humanos homónima, advierte que “hay gente que se aferra a su trabajo porque tiene una autoestima baja y poca seguridad en sí misma para arriesgar un cambio.”

Y añade: “Si bien cuando del ingreso económico depende una familia se hace difícil, aún así, la imposibilidad de cambio está estrechamente relacionada con la baja autoestima y con la capacidad de soportar levantarse todos los días de mal humor y dedicarle diez horas, o más, a aguantar tareas o personas que hacen sentir mal.”

A modo de test, Cassano plantea que si alguna persona se siente identificada con cuatro o más de las situaciones descriptas a continuación, le llegó la hora de buscar otro empleo, sabiendo que parte del tiempo que trabaja lo tendrá que dedicar a entrevistas y evaluaciones.

1. Cuando no tiene ganas de ir a trabajar
2. Cuando de diez horas, ocho está a disgusto
3. Cuando no se valora su trabajo
4. Cuando el clima laboral acrecienta su mal humor
5. Cuando está convencido de que puede hacer más de lo que se hace y sabe que no le darán la oportunidad en ese lugar
6. Cuando su jefe no lo considera
7. Cuando su sueldo es bajo comparado con el mismo perfil en otras empresas o en la que está trabajando.

Cambios en la fase I
En diálogo con este medio, Heinemann destaca que “también existen situaciones específicas, especialmente en la primera etapa profesional que va de los 25 y 35 años, en las que uno tiene que estar mirando cuánto se está aprendiendo y si en el lugar donde está tiene espacio para crecer o no. Esta es la prueba ácida.”

Así, en los primeros años, es normal que un profesional cambie de trabajo, porque seguramente esté atravesando una etapa de experimentación. Pero una vez que madura, va a poder ver con mayor claridad qué es lo que realmente le gusta y disgusta del trabajo y a partir de ahí decidir si conserva o no el empleo en cuestión.

“Lo peor que puede hacer una persona es quedarse en un lugar en el que no le gusta lo que está haciendo. No hay dinero que pague esto”, enfatiza, a modo de advertencia, el ejecutivo de Oxford Partners.

Un mundo de sensaciones
En el caso de Gonzalo Alonso, fueron “muchas las sensaciones y razones personales” que lo llevaron a dejar el sillón principal de Google.

Entre los motivos, el ejecutivo destaca su necesidad de empezar a expresarse acerca de todo el conocimiento que había adquirido en una forma más personal, tener sus propios emprendimientos, las ganas de escribir un libro y su falta de tiempo para hacerlo, “los 15 años de vida corporativa sin parar” y los sueños que venía “pateando” porque siempre la prioridad era la compañía.

“Cuando me encontré ante esta situación, fue una clara señal de que estaba dejando de lado cosas que en realidad tenía muchas ganas de hacer”, recuerda Alonso. Y reconoce: “Se que soy un privilegiado, porque no todo el mundo tiene la oportunidad de hacerlo.”

Al ex ejecutivo de Google le llevó alrededor de un año y medio madurar la idea de su salida. Sin embargo, este tipo de decisiones pueden tomar hasta incluso tres años, analista incluido.

Y si bien reconoce que no le fue nada fácil “recalibrar”, advierte que hay ciertos espacios y momentos que recuperó y que ya no está dispuesto a cambiar. Además, en su cabeza deambula la idea de escribir un segundo libro.

¿Hablarlo con el jefe?
Alonso recuerda que mientras él procesaba la idea, en Google se estaban dando muchos cambios y no tenía un jefe directo con quien poder charlar acerca de lo que le sucedía. A pesar de esta imposibilidad, optó por contárselo a un compañero al que le tenía la suficiente confianza, quien lo ayudó mucho.

“Las personas que me rodeaban fueron implacables recordándome que a ese nivel de trabajo no podía flaquear. Como líder, esperan de ti un determinado nivel de energía, de horas en el trabajo e imagen, y flaquear en estos aspectos es una señal de que algo te está pasando”, se confiesa Alonso.

Y concluye: “Es verdad que puedes estar atravesando una situación personal que no sea buena. Pero no era mi caso. Yo estaba empezando una transición de esas en las que te empiezas a preguntar seriamente qué es lo que quieres de tu vida y hacia dónde te mueves. En mi caso estaba clarísimo que era una decisión de vida.”

Heinemann cree que siempre existe una pareja, un amigo o alguien de confianza con quien charlar este tipo de situaciones. “Hay que hablarlo con un tercero”, recomienda.

Ante la consulta de iProfesional.com, Mejías aconseja a los ejecutivos “siempre” intentar hablar con el superior. No obstante, aclara que esto no significa que convenga hablar todo ni ser abiertos en un cien por ciento.

“Lo sugerible es que el ejecutivo pregunte si hay previsto alguna alternativa de “cambio” en sus tareas diarias. Podría ser, por ejemplo, otra área u otro tipo de trabajo. En definitiva, mi consejo es que le deje implícita al jefe la necesidad de cambiar”, concluye la especialista en transiciones de carrera.