Decidir no es una cuestión exclusivamente de adultos, ni siquiera es una actividad reservada para la raza humana. Consiste en optar entre cursos posibles de acción.
El acto nace en la mente del ser vivo, y se conforma de acuerdo a la manera en que éste interpreta la realidad circundante, con independencia de la precisión de esa interpretación y más allá de la calidad de la información previamente almacenada en su mente.
Decidir bien es una cuestión bien diferente, aunque tampoco es patrimonio exclusivo de adultos o humanos, sino de seres bien informados y metódicos.
Incluye una interpretación certera del asunto en cuestión y de su relación con el malestar individual o la situación a ser removida. También incluye la precisa recolección y ponderación de información de contexto relevante, la cual, combinada con información pertinente previamente almacenada (en la mente, en computadoras, o en registros de series de datos), abre cursos posibles de acción.
Decidir bien bajo incertidumbre es el mayor desafío que tienen los seres pensantes, informados y preparados. En ambientes de gran incertidumbre, la información es deficiente, incompleta o imperfecta. No se tiene control sobre la situación ni se conoce cómo pueden interactuar las variables del problema. Si bien se pueden plantear diferentes alternativas de solución, no se les puede asignar probabilidad de ocurrencia.
Bajo estas condiciones, el margen de error aumenta, y el resultado obtenido puede apartarse drásticamente del esperado, ocasionando daños y pérdidas irreparables.
La actual coyuntura doméstica e internacional plantea un ambiente de negocios de gran incertidumbre, requiriendo altas dosis de prudencia a la hora de decidir sobre la marcha de una organización. Frente a este contexto, es importante tomar acciones que reduzcan la vulnerabilidad de la empresa.
Veamos algunas pautas para lograrlo:
Construir pronósticos realistas: Eliminar, de los pronósticos de ventas, todas las “expresiones de deseos” que “inflan” o distorsionan los presupuestos, generan expectativas ilusorias, y finalizan montando escenarios potenciales de frustraciones y tensiones internas. La crisis ha afectado el consumo en todo el mundo. Resulta imperioso que los pronósticos de ventas den cuenta del nuevo escenario de demanda.
Gestión financiera: Alivianar los vencimientos de deuda de corto plazo, descomprimiendo posibles situaciones de iliquidez que asfixian el normal funcionamiento de la empresa y comprometen su sustentabilidad.
Mejorar la productividad: Aplicar creatividad e ingenio para obtener mejoras en productividad. Así como en épocas de vacas gordas la energía directiva debe aplicarse a capturar más clientes y ganar mercado, en épocas de vacas flacas debe mirar hacia adentro.
El rediseño de procesos, la revisión de la política de stocks y la reorganización del trabajo con proveedores, son algunos ejemplos de acciones que pueden liberar recursos humanos, materiales y financieros necesarios para mejorar el funcionamiento de la empresa.
Cuidar los activos de la empresa: Prestar especial atención en el cuidado de los activos de la compañía, ya sean máquinas, computadoras, rodados o mobiliario. Extender la vida útil de los activos permite reducir la magnitud de la línea de amortizaciones de la cuenta de resultados, mejorando el EBIT y, eventualmente, liberar fondos para invertir en la mejora de la productividad.
Cuidar a las personas: Es importante preservar el personal de la empresa, con el doble propósito de mejorar la moral y el clima interno de trabajo y, a su vez, permitir que los empleados retomen lentamente el hábito de consumo precrisis.
Muchas organizaciones, por iniciativa de las juntas de dirección, han implementado reducciones salariales equitativas para todo el personal, a cambio de preservar la totalidad de los puestos de trabajo, generando una gran adhesión interna y estableciendo las bases de un nuevo contrato laboral.
En definitiva, desensillar hasta que aclare, en el actual contexto de negocios, lejos de parecer una estrategia defensiva, es un acto de prudencia e inteligencia directiva.
Reducir el margen de error hasta que la niebla se disipe debería ser un curso de acción altamente recomendable para aquellas empresas que, a pesar del zarandeo cotidiano en el que están insertas, mantienen una visión de largo plazo y una perspectiva esperanzadora.