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Cómo reciclar paradigmas en tiempos de Taringa!

El caso Taringa! ha despertado un mar de elucubraciones apresuradas acerca de un supuesto cambio de paradigma de Internet que intenta desestimar las normas de convivencia que teníamos antes de la existencia de la gran red.
Esta hipótesis no sólo es falsa sino que no resiste el menor análisis desde el punto de vista jurídico, ni lógico. Suponiendo que las voces que se manifiestan en este sentido hayan leído a Thomas Kuhn lo están interpretando erróneamente. Es decir, el nuevo paradigma consiste en realidad en una nueva manera de hacer cosas similares y otras que antes no se podían y ahora son posibles realizar.
En este sentido, los impulsores de la renovación deberán contemplar los derechos de propiedad intelectual y la responsabilidad que significa el ejercicio de esos derechos. Internet es un vehículo pero los derechos de cualquier persona se ajustan a donde empiezan los derechos de los demás. Entonces, no se han convertido absolutos los derechos de uno y relativos los derechos de otros por el sólo hecho de que haya una nueva herramienta, una nueva manera de difusión y, si se quiere, una nueva cultura.
En el caso Taringa! no fue la industria del software sino la industria editorial quien se sintió damnificada y formuló la denuncia, pero ciertamente la propiedad intelectual es horizontal a prácticamente todas las industrias productivas del país. Argentina tiene más del 70% en la actualidad de piratería y, evidentemente, ese es un fenómeno que no nos ayuda como economía en general.
Ahora bien, aquellos que suponen que la acción de Taringa! obedece a un acto libertario, por parte de la plataforma, para democratizar la información en detrimento de los defensores de la propiedad intelectual deberían revisar el daño que este tipo de acciones le causan a la industria. Su política es, una vez más, aberrante a la lógica y está fuera de toda consideración legal. Y tampoco autoriza, sólo por disentir con una sentencia judicial, a producir daños o cometer delitos informáticos como represalia al disenso. Estos actos de soberbia, en nuestro país, conducen a un solo lugar: el fracaso.
El tan anunciado cambio de paradigma se resuelve confiando en las instituciones y aplicando las leyes como corresponde a quien quiera convivir en un sistema republicano. Nada más. O empezamos a convivir, también en Internet, o en ese “sálvese quien pueda” seguramente van a ser los más débiles quienes más sufran las consecuencias. Y eso corre para todos.
Si los damnificados en realidad no lo eran tendrán que someterse a la regla. Si el sitio de Taringa! resulta ser legal en una sentencia firme quienes se sienten hoy damnificados deberán rever algunas otras cosas, pero todo esto forma parte de las reglas de un juego en las que estamos sumergidos. Se puede aceptarlas o no. Lo que no es razonable es que el disenso se pague con sangre porque en esa instancia el delito es indiscutible.