Inicio Empresas y Negocios Cómo y por qué ahorrar la energía… de los empleados

Cómo y por qué ahorrar la energía… de los empleados

Aprender a vivir la vida con un uso eficiente de la energía ha asumido un significado nuevo. Ya compramos automóviles y construimos edificios que hacen un uso racional de la energía, que son más económicos y contaminan menos. Los últimos avances de las neurociencias, en particular, los descubrimientos de la Dra. Benziger, demuestran que aprovechar las habilidades naturales de un empleado o compañía ahorra la mitad de los esfuerzos y produce un rendimiento superior.

En otras palabras, si seleccionamos trabajos que usan el área más eficiente de nuestra corteza cerebral mejoramos significativamente tanto nuestro desempeño como nuestra salud. Entonces, ¿por qué las empresas continúan instando a la “Falsificación de Tipo” de sus colaboradores? Estamos en presencia de descubrimientos revolucionarios y las empresas no lo advierten.

Durante los últimos años, ha crecido sustancialmente el reconocimiento sobre la importancia del capital humano ya que constituye uno de los factores determinantes para la obtención de valor agregado. Del capital humano parten el conocimiento, las habilidades, los valores y el potencial innovador de la organización. Por lo tanto, la gestión de dicho capital requiere de una atención muy especial, que supone la capacidad de los directivos de identificar, desarrollar y aprovechar el talento natural de sus colaboradores para que realicen con placer lo que mejor saben hacer.

Cada uno de nosotros tiene un área cerebral especializada que funciona con una eficiencia 100 veces mayor que las demás, debido a los menores niveles de intercambio electro-químico presentes allí en forma innata. Cuando operamos en dicha área, que es naturalmente más eficiente, razonamos clara y fácilmente, nos desempeñamos sin inconvenientes y mantenemos un alto grado de interés y entusiasmo con nuestro trabajo. Por el contrario, cuando nos desviamos de esa área, tendemos a toparnos con dificultades, a ser víctimas de la irritabilidad, a cometer errores y a resentirnos contra nosotros mismos, nuestro trabajo y hasta contra nuestro empleador.

Estudios realizados por la Dra. Benziger con más de 10.000 casos muestran que más del 70% de la fuerza laboral “desvía su tipo” y no despliega su potencial ni sus mejores competencias bajo la embestida de factores estresantes que afectan sus vidas personales y laborales como resultado del uso ineficiente de sus cerebros. La falsificación crónica o adaptación excesiva del tipo hace que el cerebro se caliente mucho, literalmente, y por lo tanto, repercute en la persona bajo distintas formas: baja de desempeño, pérdida de eficiencia, frustración, desmotivación, desencanto, días perdidos por enfermedad y estrés o riesgo de depresión.

Un error común en las organizaciones es que sus programas de desarrollo se concentran demasiado en mejorar las áreas de debilidades de sus colaboradores en vez de potenciar sus fortalezas. Estos enfoques frecuentemente nacen de la creencia de que las personas podrían mejorar si tan solo supieran un poco más, o se esforzaran más.

Lo increíble es que las organizaciones no se dan cuenta de este error y pagan un costo muy elevado por desconocer que “es más caro tener a las personas haciendo cosas que no le gustan”, trabajando como verdaderos autómatas, con capacidades mínimas y limitadas para el pensamiento crítico, el ingenio y la innovación. Así es como los más talentosos se van en busca de horizontes más atractivos, un gran riesgo en una época de carencia de talentos.

El desafío de las organizaciones es cuidar a las personas y crear un ambiente de trabajo donde los “cerebros ignorados” realicen con placer lo que mejor saben hacer. ¿Estarán los gerentes y los jefes a la altura de las circunstancias?