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Coronavirus: las marcas con propósito anteponen las personas a todo lo demás

Coronavirus: las marcas con propósito anteponen las personas a todo lo demás

Confrontadas con la crisis del coronavirus hay dos tipos de empresas: las que anteponen las personas a los intereses económicos y las que practican el juego del ocultamiento para preservar sus propios intereses.


En los tiempos inciertos que corren, los que ha impuesto de manera absolutamente impepinable el coronavirus, es vital que las marcas cuiden con sumo mimo su “employer branding” para trasladar a sus empleados credibilidad, transparencia y confianza.

Con el coronavirus soplando su gélido aliento en el cogote, las empresas se enfrentan actualmente a múltiples escenarios posibles y el más grave (pero en absoluto improbable) es que alguno de sus empleados se contagie de la enfermedad.

¿Qué deben hacer entonces las compañías cuando se enfrentan a este tipo de coyuntura? ¿Es posible actuar con calma y simultáneamente con celeridad ante este tipo de situaciones?

En situaciones así la preparación es vital para encarar las crisis con las mayores posibilidades de éxito. A una crisis se la vence preparándola de antemano y enarbolando la bandera de la anticipación, asegura Mirko Kaminski en un artículo para Horizont.

Ante una crisis (la originada por el coronavirus en particular) hay fundamentalmente dos tipos de empresas. Aquellas que toman medidas de naturaleza consistente, que impregnan de transparencia sus comunicaciones y que se toman la molestia de ir más allá (exagerando si es necesario y trabajando sobre supuestos, no sobre certezas). Y están, por otra parte, aquellas empresas que esconden la cabeza como el avestruz, entran en fase negacionista, imponen prohibiciones y emiten información en cuentagotas.

Las compañías adscritas es este último grupo anteponen sus intereses económicos a los de sus empleados. Y ello las lleva paradójicamente a sembrar la zozobra en sus empleados, en sus clientes y en sus socios.

En tiempos complicados las marcas sacan a relucir su verdadero rostro (que no siempre es hermoso). ¿Están las empresas dispuestas a lidiar con pérdidas económicas a fin de proteger lo mejor posible a sus empleados, a sus clientes y a sus socios? ¿Están dispuestas a actuar de manera consistente y a comunicarse de manera tan abierta como honesta (permitiéndose el lujo de salirse del guion si es necesario)?

Hablando sobre el propósito se han gastado litros y litros de saliva en los últimos tiempos. Y ese propósito (cubierto a menudo por la neblina del fariseísmo puro y duro) se demuestra en momentos como el actual.

El propósito es una suerte de inversión. Aquellas marcas que invierten en su propia credibilidad y luchan por ganarse la lealtad de sus empleados robustecerán su imagen de cara al futuro. Y aquellas compañías que optan por no asumir responsabilidades están abocadas a quedarse huérfanas de credibilidad (además de pecar de negligentes).

Los frutos emanados del propósito no siempre se recogen de manera inmediata sino a largo plazo. Apostar por el propósito (de verdad, no de mentirijillas) implica actuar con claridad y con consistencia a partes iguales. Y puede a que bote pronto a algunos les parezcan exageradas ciertas actuaciones, pero el propósito no se construye lamentablemente de la noche a la mañana. Y sus verdaderos frutos caen del árbol bastante después de ser plantada su simiente, concluye Kaminski.

Fuente: Marketing Directo