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Crece el fenómeno de los hiperconectados

Miguel Erquicia, un licenciado en administración de empresas de 28 años, se levanta y prende la computadora para ver las noticias y su mail personal. Después de desayunar, inicia el viaje a la oficina desde la que vende computadoras, pero no viaja solo: lo acompañan su celular, la agenda PDA y el iPod. En su escritorio, lee nuevamente los mails e ingresa en la red Linkedin de contactos laborales para salir luego, con su notebook bajo el brazo, a visitar clientes.

“¡Es mucho peor olvidarse el celular que las llaves!”, dice. “El teléfono tiene todos mis contactos, me permite trabajar. Siempre lo tengo encima, igual que la PDA; ahí anoto todo, desde las reuniones de trabajo hasta la lista del supermercado. Estar conectado me facilita el trabajo, pero no hay que abusar. Los viernes llego a casa a la noche y apago el teléfono hasta el sábado a la tarde.”

Martín y María Bernasconi, de 42 y 41 años, respectivamente, desayunan todas las mañanas con sus dos hijos y salen a trabajar con sus celulares encendidos. Ella va a un laboratorio de análisis clínicos, y él, a un estudio de arquitectura. No conciben la vida sin el teléfono móvil e Internet. “Yo hablo con proveedores y clientes por mensaje de texto, mail o Messenger. No apago nunca el celular, y menos ahora que hasta la empresa de alarmas me envía un mensaje si detecta algo”, comenta María, que disfruta con sus hijos de los últimos juegos de Nintendo.

Los casos de Erquicia y el matrimonio Bernasconi son un claro ejemplo de un fenómeno que crece a pasos agigantados: el de los trabajadores “hiperconectados”. Según un informe de la consultora IDC y la tecnológica Nortel, hoy el 16% de la fuerza laboral mundial está hiperconectado, es decir que utiliza por lo menos siete dispositivos para trabajar y de acceso personal (desde TV por cable, celular y iPod hasta GPS) y nueve aplicaciones, como mensajería instantánea, mensajes de texto, redes sociales o conferencias web.

En apenas 5 años, los hiperconectados representarán el 40% de la fuerza laboral y serán un desafío para las empresas, que deberán contar con la infraestructura necesaria para soportar la avalancha de soluciones y equipos. En la región, los hiperconectados son el 12% de la población en actividad, mientras que el 52% está “crecientemente conectado” (cuatro dispositivos y seis o más aplicaciones). “Es un fenómeno mundial. Casi el 20% de la gente ya está dispuesta a comunicarse con el trabajo en vacaciones, en restaurantes, desde la cama y hasta en sus lugares de culto. La mayoría de estos empleados está en China, pero América latina muestra una de las mayores tasas de crecimiento”, explica Alejandro Bourg, director de la Alianza de Comunicaciones Innovadoras entre Nortel y Microsoft en América latina y el Caribe.

Alta penetración
“No va a ser difícil llegar a la hiperconexión. Basta que alguien que ya está en la segunda categoría incorpore alguna red social o se compre el último teléfono de Apple. En América latina son altos la penetración de celulares y el uso de la banda ancha; veremos un estallido de esta masa de trabajadores”, agrega. Para esta fuerza laboral sumida en la cultura de la conectividad, olvidarse el celular es mucho peor que dejar atrás la billetera o las llaves: el 38% de los encuestados eligió su teléfono móvil por encima de los otros objetos.

Para Nicolás Parodi su celular es “indispensable”. El fotógrafo, de 35 años, trabaja en forma independiente y necesita estar disponible las 24 horas. “En el MP3 llevo las fotos a los clientes o las envío por e-mail. El correo electrónico me permite también participar de concursos internacionales”, comenta, y agrega: “No apago nunca la computadora. Además ahora aprendí a diseñar páginas web y también me procuro un ingreso con eso. Es tanto lo que estoy conectado que me resulta más fácil tener videoconferencias que hablar por teléfono”.

María Eugenia de la Fuente, Laura Torres Cárdenas y Patricia Blanco dirigen la consultora de comunicación Paradigma PEL Comunicación y encontraron en la tecnología la mejor forma de preservar el tiempo con la familia. Las tres cargan con dos celulares -uno exclusivo de la oficina- y una laptop. Con el MSN están “permanentemente” conectadas, y como sus máquinas están en red con el servidor de la empresa pueden actualizar los datos sin problemas. Para ellas “no existe” estar 9 horas en una oficina.

“Patricia y yo somos madres, y poder estar en casa nos mejora la calidad de vida. Podemos manejar los horarios. Yo me levanto a las seis, y hasta las nueve trabajo. Después saco a pasear a mi hijo y organizo lo que me resta el día. Voy a la oficina unas tres veces por semana”, dice De la Fuente.

Javier Fontenla también puede tener su oficina en dos manos: en una el iPhone y en la otra la notebook. El ingeniero vende servicios de conectividad a empresas y se la pasa visitando clientes. “Si no tuviera mis equipos, mi trabajo sería imposible. Tampoco podría funcionar sin mi música o los contactos que llevo en el iPhone. La oficina me la llevo puesta, y en casa tengo otra computadora para seguir”, relata Fontenla, que acude a su GPS si necesita orientarse.

En la Argentina, ya hay 1,3 millones de hogares con “oficinas virtuales”, de acuerdo con un reciente informe de la consultora Carrier & Asociados. En esas casas, el 45% de las personas realiza su actividad laboral principal, lo que equivale al 22% del total de hogares conectados a la Red; el 29% realiza una actividad secundaria. Según Enrique Carrier, director de la consultora, “las cifras ponen en evidencia que existe un importante mercado para empresas de servicios de telecomunicaciones y proveedoras de tecnología. Pero abordar ese mercado no será tarea fácil, porque los proveedores no pueden detectarlos si pagan abonos residenciales”.

A este desafío se suma el de los empleadores, que deberán adaptarse a los hiperconectados. Bourg lo plantea así: “El informe nos permite concluir que esta masa de trabajadores cambiará la forma de hacer las cosas, y las empresas tendrán que estar listas para aguantar la variedad de dispositivos y aplicaciones”.