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Destino Cachi

Cae la tarde y se encienden los faroles tiñendo de un cálido amarillo el entorno. Dos jinetes pasan al trotecito y desde la cercana iglesia se escuchan los cánticos de los feligreses. Delicias de una noche en Cachi, cuando envuelve al pueblo un misterioso encanto. Algo difícil de percibir en las luminosas mañanas, con el trajinar de tantos turistas que recorren el lugar.

La imagen de la Colonia está ahí, a la vuelta de cada esquina del Pueblo Viejo. Con sus altas veredas, las casas de adobe con ventanas de rejas y los característicos postigones de madera, junto a la bella iglesia del siglo XVIII con su espadaña y la recova de arcos ojivales, completan la ilusión de asomarse a un pueblo que parece detenido en el tiempo.

Atravesado por la ruta 40, rodeada por algunas cumbres de más de 5000 metros de altura, Cachi no es sólo un lugar de paso. Son muchos los que lo eligen para instalarse unos días y disfrutar de sus encantos y del benigno clima vallisto ya sea para tomar las excursiones que salen de aquí hacia varios sitios arqueológicos que rodean la zona o, simplemente, para disfrutar de largos paseos por sus callecitas en medio del ir y venir relajado de los pobladores.

La hotelería acompaña al antiguo pueblo con un armónico estilo neocolonial, visible, por ejemplo, en El Cortijo y el Sol del Valle. El primero es un hotel boutique, con cuidada decoración en un edificio reciclado sobre una antigua construcción que se enfrenta, calle de por medio, con el amplio edificio del complejo perteneciente a la red del ACA, con jardines, piscina, galerías y restaurante.

También está el nuevo Llaqta Mauka, con una serie de cabañas, ideales para compartir con la familia. Y, en una franja más económica, hay sencillos hospedajes como Don Arturo, sitio favoritos de los jóvenes que recorren el norte argentino con su mochila a cuestas.

Para disfrutar de una atención familiar, lejos del centro, en una auténtica finca vallista, La Paya es el sitio indicado. Allí, los Ruiz Moreno hacen los honores de la casa en los cálidos ambientes y las galerías, donde saborear las ricas recetas caseras.

Tierra adentro
A unos pocos kilómetros del pueblo, el camino se interna en un paisaje rural con sembradíos, algarrobos y cardones, coronados por el imponente cordón montañoso Nevado de Cachi, enclavado en la Cordillera Oriental.

Es una zona que ofrece varias opciones para disfrutar de unos días de campo, como en La Merced del Alto. Inaugurado hace unos meses, como otra muestra del constante desarrollo turístico en la provincia, este hotel boutique de blanca arquitectura de hacienda hispánica resalta sobre el verde del valle. Con cómodos espacios interiores, tiene un estar con diferentes áreas, salón comedor y un bar con barra que miran a los cerros. Igual que en las habitaciones, se destaca la decoración elegante.

Diego Patrón Costas es el factótum del lugar, que se sumó al Manantial del Silencio, en Purmamarca, y al Solar de la Plaza, en Salta capital, los otros exclusivos hoteles del grupo, y que fue el encargado de armar la bodega con elegante cava donde descansa una completa colección de los mejores vinos de los valles y el país, perfectos para acompañar la gastronomía del lugar, supervisada por el chef salteño Víctor Aranda.

En la zona también está El Molino de Cachi, la finca que Nuni y el Payo Durand, los anfitriones, convirtieron hace ya varios años en una posada de lujo, donde se puede compartir con ellos su cuidado confort y su celebrada cocina, que ahora acompañan con su propia bodega en marcha y una cava donde catar los diferentes vinos que producen.

Para los que buscan un reducto íntimo donde pasar unos días de campo, está Finca Santana, el bed & breakfast de Adriana Barreda, que brinda dos suites en las que comparte el buen gusto de su casa, un rico desayuno, y por la tardes una copa de vino y selección de quesos de la región. Para llevar en los paseos y a pedido, preparan un picnic gourmet.

Payogasta
Siempre de paso en el Circuito de los Valles, Payogasta es una visita ineludible. El pequeño pueblo, de calles angostas y construcciones de adobe, cobra cada vez más una identidad propia y protagonismo a través de los viñedos que van creciendo en la zona y ya producen vinos de gran calidad.

Este es el sitio que eligió hace unos años el suizo Donald Hess para plantar distintas variedades de uva, como una extensión de su bodega de Colomé. Ahora, el emprendedor proyecta nuevos viñedos en la zona, bendecida además con bellísimos paisajes.

Sobre la ruta está la Sala de Payogasta, donde deleitarse con una gastronomía sorprendente. El sitio, que mira al imponente Nevado de Cachi, forma parte del proyecto al que próximamente se le sumará un hotel boutique, conservando el estilo original de lo que fuera la finca familiar de los Ruiz de los Llanos, apellido de hondo arraigo en la región.

Julio, su descendiente, que desde hace unos años produce en su finca de La Poma excelentes quesos de cabra, acaba de sacar al mercado el primer Tannat salido de sus viñedos, que ha merecido ya muy buenas calificaciones. Estas delicias se pueden degustar junto con memorables recetas a base de cordero, cabra, quinoa y quesos en el parador con comedor, ideal para almorzar a la sombra de la galería, con ventiladores en el techo de cañizo y vista al sector boutique de rosado adobe; allí se pueden encontrar finas artesanías, lanas crudas teñidas a mano y delikatessen varias de la zona.

Un impasse lleno de sabores antes de emprender la vuelta por la ruta, que se interna en los amplios horizontes del cercano Parque Nacional Los Cardones, con más de 64 hectáreas.

La Paya, La Poma y Los Gemelos
En una zona donde la incursión incaica dejó sus huellas, los sitios arqueológicos son una invitación a realizar excursiones para sumergirse en las raíces culturales de la provincia de Salta.

A pocos kilómetros de Cachi está el yacimiento arqueológico de La Paya, con interesantes vestigios de construcciones, igual que el Potrero de Payogasta, a 8 kilómetros del pueblo, para apreciar las ruinas circulares y las altas paredes de piedra como testimonio de lo que fue un asentamiento del Camino del Inca. Un poco más lejos está La Poma. Merece la pena recorrer los 48 kilómetros que se internan en un paisaje de cerros y sembradíos hasta llegar al viejo caserío de adobe, que conserva intacto su primitivo encanto, junto con atractivos panoramas como los dos cráteres de Los Gemelos, la singular extensión de piedra pómez de Campo Negro, los túneles del Puente del Diablo y un poco más allá, los graneros incaicos, un tesoro que guarda bajo sus aleros esculpidos en la roca, silos de más de 500 años y pinturas rupestres.