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El campo atrapa

Graciela Macías nació en el campo y se fue a vivir a la ciudad. Luego de 22 años, las circunstancias de la vida la obligaron a volver al campo. A Bragado, a 200 km de Buenos Aires, en la intersección de la ruta nacional Nº 5 y la provincial Nº 46, su terruño. Y ya no quiso irse más.

Ella armó una granja modelo en el campo de sus padres, que además son vecinos y vienen a saludar cada tanto. Todo está prolijo y cuidado: los alambrados, la tranquera de madera con faroles, una fuente de agua frente a la cálida casa, las jaulas donde cacarean las gallinas, gallinetas, los faisanes y pavos reales, el tanque australiano con deck de madera, la lagunita donde se bañan los patos, y las flores que se comen las ovejas, los guanacos y los ciervos, si los dejan.

Ella los alimenta con cuidado amoroso, rodeada de sus dos perros labradores. Los chulengos aún toman mamadera, los faisanes se comen el maíz que no creció. Todos se alimentan de su mano; es increíble la mansedumbre de estos animales.

Se puede pasar el día o pernoctar en alguno de los dos cuartos con televisión y aire acondicionado. La casa es chica, de estilo inglés con techo de chapa y pisos de cemento alisado, y la calidez hace que todo luzca perfecto. Está ambientada con telas y regalos de sus pacientes (es contactóloga). Y hay un tercer cuarto en una cabañita lindera con la casa.

“El Angel de José se llama, por Angel, mi papá, y Josefa, mi mamá, y también por el ángel que ella tiene con los animales, que en parte heredé”, comenta Graciela mientras prepara la comida en su cocina con el verde que se cuela por las ventanas.

El campo posee 400 hectáreas dedicadas a la agricultura, con algo de ganadería. Frente a la casa, la soja de segunda se perdió por la sequía, no tiene retorno ya que “llegó al punto de marchitez permanente: por más que le agregamos agua no se recupera”, informa la ingeniera Marina Marelli, que junto con su hermano Juan Cruz se ocupan de la agricultura de los Macías, además de arrendar parte del campo.

La ingenierita , como le dicen cariñosamente en sus pagos, recorre a pie los lotes sembrados para ver las plantas y los insectos; según eso decide el tipo de producto que debe aplicar. Juan Cruz hace el trabajo de campo. Sus otros dos hermanos también forman parte de la sociedad, ocupándose de distintos rubros. La desazón por la sequía se siente en su voz cansada y en el fulgor de sus ojos celestes: “Si no llueve mucho, pero mucho en serio, no vamos a cubrir los gastos de ninguna manera”, asegura Juan Cruz.

Historias de amor
“Mi abuelo vino de León, al norte de España, esquivando la guerra. Antes había conocido a mi abuela en un baile. Ella viajó a Buenos Aires para buscarlo y le ofreció vivir juntos toda la vida y formar una familia. Así fue: en 1928 se casaron y nueve meses y un día después nació mi mamá”, cuenta orgullosa Graciela.

Aún Angel y Josefa preparan facturas de cerdo caseras y las brindan generosamente a los invitados, junto con los fiambres ahumados de la zona y los manjares de la dueña de casa, siempre acompañados por buenos vinos.

Graciela quiere aprender a hacer los chorizos para que no se pierda el legado. “Quise venir para acá para cuidar a mis padres, y luego los animales y el campo me fueron atrapando. Hay que ayudar y ver que se hace con éste, a pesar de gobiernos poco amigables. Mis abuelos me enseñaron el amor por la tierra: hoy valoro el origen, es por algo que una nace y crece en un lugar”, concluye Graciela.

Daniel Bertora, experto en equinoterapia -a cargo de la escuela Luna Creciente junto con Laura, su mujer-, llega al campo con los animales necesarios para cabalgar. Se le enseña a quien quiera aprender, y los que ya saben pueden dar una vuelta más larga por la laguna de Bragado, famosa por la pesca de pejerreyes.

También se realizan cabalgatas nocturnas con linternas por algunos senderos donde se pueden ver animalitos y sus nidos, intentando no perturbarlos demasiado.

Dicen los que cuentan que Bragado era el nombre de un brioso caballo de un pelaje rojo espectacular, con una raya blanca en la panza. Para no dejarse atrapar por los paisanos, el animal se suicidó en la laguna. El mismo espíritu de resistencia ligada a la esperanza se percibe en las arrugas de esta gente de campo que aguanta, con resto o sin él, en estas tierras que hoy lucen yermas, castigadas por el implacable sol y la falta de agua.

Datos útiles
* Rutas nacional Nº 5 y provincial Nº 46, Bragado, a 200 km de Buenos Aires.
* Día de campo con pernocte y desayuno del día siguiente, con todas las comidas incluidas sin bebidas, $ 650 por persona.
* Hay alojamiento, cocina regional, cabalgatas, posibilidad de participar en tareas rurales, bicicletas, piscina y sesiones de masajes opcionales.
* Informes: 02342-430077, 02342-15-461722, elangeldejose@crebragado.com.ar, www.elangeldejose.com.ar