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El fraude interno en un contexto de crisis

No es nuevo ni original decir que vivimos una crisis global con pocos antecedentes comparativos. Basta leer los diarios y encontraremos las medidas que muchas compañías están tomando o, aun mas cercano, podemos ver las decisiones que se han tomado en las firmas donde trabajamos. Recortes presupuestarios, cancelaciones y/o reprogramaciones de eventos y viajes, renegociaciones y búsqueda de “oportunidades”, suspensiones y/o despidos y tantas otras medidas forman parte del día a día que nos toca vivir.

También es habitual encontrar que muchas de las acciones que se toman están basadas mayormente (cuando no exclusivamente) en cuestiones económicas, sin haber sido sometidas a un análisis del riesgo de fraude que esa decisión implica para la actividad, unidad, área y aun empresa involucrada.

Algunas encuestas realizadas al respecto marcan algunos datos

uniformes y en alguna medida esperables del contexto: La mayoría de las empresas espera un 2009 austero, con menos presupuesto, reducciones en sus ingresos y varias restricciones. Sin embargo el dato llamativo es que más de la mitad de las compañías encuestadas respondió que no solo cree que los niveles de fraude interno se mantendrán en sus niveles actuales, sino que sufrirán un incremento significativo. Aun más interesante resultó ser que gran parte de quienes sostienen esta visión reconocieron no estar preparados para enfrentar sus efectos.

Pero, podríamos preguntarnos, que tiene que ver el riesgo de fraude con la crisis? Mucho.

Los sucesivos recortes salariales y de beneficios, suspensiones, privaciones, sobrecargas de tareas, etc. propician el terreno perfecto para que alguien, que en otras condiciones jamás hubiese pensado siquiera en tomar lo que no le corresponde, comience a ver como una alternativa aceptable el obtener “fuentes adicionales de ingresos” para satisfacer sus necesidades. Obviamente, a sus ojos no será ilícito y muchos atenuantes y justificativos saldrán a la luz.

Algunas de las situaciones comunes que se dan en este contexto pueden ejemplificarse a continuación:

La eliminación de puestos de trabajo, con el traspaso de las tareas sobre quienes continúan generará conflictos de intereses si no se analizaron adecuadamente los permisos y perfiles.

La persona que fue despedida puede haber sido el eslabón crítico de un sistema de controles, no solo por las tareas que realizaba, sino por el conocimiento que poseía. Peor aun, puede contar con los conocimientos suficientes como para violar los sistemas de control desde el exterior y aun tener una fuerte motivación para hacerlo: revancha.

La presión por lograr resultados y objetivos positivos, en un contexto negativo, da lugar a que los reportes e informes contengan cifras y estimaciones poco realistas y aun falsas, con el fin de mostrar una rentabilidad que no existe.

La falta de valores y ejemplo por parte de los directivos no estimula a los empleados a ceñirse a normas éticas e éstos imitaran el accionar de sus superiores, actuando muchas veces contra los mismos.

Además, no contar con adecuados controles internos y una apropiada línea de sucesión y delegación de tareas incrementa considerablemente los riesgos de fraude.

Muchas compañías prefieren no tocar el tema del fraude y asumirlo como un “gasto operativo”. Incluso algunas piensan que el fraude no es un tema que las afecte. Sin embargo, según distintos estudios realizados en diferentes países, históricamente las compañías han perdido, por año, un promedio del 5% de sus ingresos debido al fraude, principalmente interno. Las expectativas más pesimistas indican que este número se duplicara en los meses venideros. Si se analiza el margen de ganancias de muchas de las compañías afectadas y las expectativas de contracción para el futuro, no quedan dudas de que el fraude es un tema no menor el cual debe ser atendido adecuadamente.