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¿El regreso del capitalismo estatal?

En las décadas del ’80 y ’90, el liberalismo vivió un esplendor académico y político. Reagan y Thatcher encabezaron, en los países desarrollados, una ola de privatizaciones y recortes del gasto público que luego fue imitada por los gobiernos de pueblos en desarrollo.

Así, muchos vislumbraban un siglo XXI dominado por corporaciones globales apátridas, sin lealtades hacia un pueblo en particular ni escrúpulos nacionalistas a la hora de mover sus capitales a través de las fronteras para captar oportunidades.

Las leyes estatales, por su parte, parecían cada vez menos efectivas en la regulación de las decisiones tomadas en la cúpula de las multinacionales.

Ahora bien, ¿se cumplieron aquellas predicciones sobre el advenimiento del capitalismo liberal planetario orientado por la iniciativa privada?

En buena medida, señala un artículo de Harvard Business School, es la tendencia opuesta la que parece consolidarse.

Los Estados nacionales, en lugar de retroceder, parecen adquirir mayor peso sobre la economía global a través de su control de fondos soberanos de inversión y corporaciones estatales.

En efecto, los gobiernos de China y Rusia hoy controlan algunas de las mayores empresas mundiales.

La estatal PetroChina, tras su oferta pública en la bolsa de Shanghai, encabeza el ranking de las compañías más valiosas del planeta, destronando a la estadounidense ExxonMobil.

Abu Dhabi, un fondo controlado por el gobierno de los Emiratos Árabes, incrementó enormemente su disponibilidad de liquidez gracias a los estratosféricos precios del petróleo.

A finales de 2007, Abu Dhabi desembolsó 7.500 millones de dólares para quedarse con una parte de uno de los íconos del capitalismo americano: nada menos que el Citigroup, aquejado por sus pérdidas en el mercado inmobiliario.

De esta forma, el regreso de los Estados al centro de la escena económica global está transformando el ambiente competitivo de maneras insospechadas hasta hace unos pocos años.

De hecho, para una corporación privada no es lo mismo competir contra otra compañía privada que contra una empresa pública que recibe asistencia del gobierno.

Incluso, en ciertos casos, el nuevo auge del capitalismo estatal genera preocupaciones geopolíticas.

La compra de parte del Citigroup por parte de un fondo controlado por el gobierno de un país árabe levantó suspicacias en el gobierno estadounidense e incrementa la presión por la transparencia.

En definitiva, el capitalismo global está mutando. Sin embargo, parece no dirigirse necesariamente hacia la primacía de los intereses privados sino, quizá, a un nuevo auge de la acción estatal.

Difícil es predecir si la tendencia se consolidará o si se irá extinguiendo lentamente.

Por el momento, sólo hay interrogantes: ¿pueden las leyes nacionales regular los mercados globales o se necesita un nuevo orden regulatorio internacional? ¿Importa realmente de dónde provenga el dinero de los fondos de inversión? ¿Tienen futuro las corporaciones de origen gubernamental o acabarán sucumbiendo, como ha ocurrido con frecuencia en el pasado, ante las malas decisiones de sus directivos y la corrupción?