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El temor a una devaluación obliga a empresas a recurrir a artilugios comerciales

La expectativa de devaluación está presente. Alimentada por el alza del 19% en el valor del dólar en los últimos seis meses, los empresarios e inversores descuentan que el sendero del tipo de cambio se dirige hacia arriba y todos tratan de asegurarse un precio futuro del billete y una tasa de interés.

Para ello, es cada vez más común que las compañías recurran a una nueva práctica comercial: recargar a los clientes con un 2 o 3% mensual sobre el precio de venta al contado para el cobro en cuenta corriente y así protegerse de una posible devaluación. Frente a esta alternativa, contratar un seguro de cambio, como los que ofrecen los bancos, resulta una opción que suele quedar relegada.

Los rubros cuyos costos son en dólares no pueden darse el lujo de que sus cobranzas queden descalzadas. Desde octubre, cuando el tipo de cambio se volvió más volátil, las empresas decidieron aplicar un porcentaje para el cobro en cuenta corriente, que les permita cubrir sus costos de reposición.

Empresas y expertos consultados por iProfesional.com compartieron las experiencias y prácticas que adoptan diariamente a la hora de concretar sus operaciones, en las cuales buscan lograr que, aun a plazo, terminen siendo rentables.

Prácticas de facturación
Desde que se acabó el régimen de convertibilidad, en la Argentina no está permitido indexar contratos. Frente a ello, para cubrirse del riesgo de devaluación y no caer en una práctica ilegal, las empresas recurren a:

* Facturar en dólares
* En pesos, al precio ajustado o
* Confeccionar una nota de débito por el costo de financiación.

Las compañías consultadas por iProfesional.com afirmaron que prefieren pactar un precio de facturación según el vencimiento del cheque con que se cancele la operación. Así, la factura se emite con precios distintos según se pague al contado o en cuenta corriente.

La vicepresidente segunda del Consejo Profesional de Ciencias Económicas, Flavia Melzi, explicó que no existe reglamentación de esta práctica de dólar futuro. “Se acuerdan entre partes diferentes precios de venta según el vencimiento de la factura -dijo-. No hay norma que me obligue a vender al mismo valor a todo el mundo”.

Y aclaró que “no tiene incidencia en términos tributarios” porque los impuestos al Valor Agregado y a las Ganancias se terminan pagando de la misma manera. En todo caso, el precio de venta al contado es inferior y debería dejarse explícito el descuento en la factura.

“Lo que se termina haciendo –agregó Melzi- es facturar en moneda extranjera y, al momento de cancelar, hacerlo con el tipo de cambio del día”. Como alternativa, “al facturar en pesos, si se quiere hacer un ajuste posterior, se confecciona una nota de débito por ajuste de precios”. Sin embargo, esta última práctica es controvertida, aclaró la especialista, porque el ajuste por inflación no está vigente. Tampoco el colocar una leyenda indexatoria en la factura que informe que a los 30 días se cobrará un precio distinto.

De hecho, de acuerdo con las normas de facturación vigentes y según la resolución 1445/AFIP/2003 se establece: “En los casos de operaciones realizadas en moneda extranjera se consignará en el comprobante que se emita el tipo de cambio utilizado”. Además, la normativa precisa que corresponde señalar en la factura “todo otro concepto que incida cuantitativamente en el importe total de la operación”.

Julio Pueyrredón, abogado y socio de PricewaterhouseCoopers, también aseguró que desde la salida de la convertibilidad se prohíbe la indexación, pero reconoció que en la práctica las empresas y particulares se “cubren y pactan en los contratos una suma en dólares que se reemplaza por determinada cantidad de pesos, de acuerdo a la cotización del mercado”.

“Es preferible un contrato en dólares que uno con cláusulas de indexación que puede ser declaradas nulas. Se escudan diciendo que es un precio pactado”, explicó el abogado.

Qué están haciendo las empresas
En el distribuidor mayorista de informática Corcisa, adoptaron como práctica dejar el dólar abierto en las operaciones con clientes grandes y cerrarlo en el momento en que se acredita el cheque que cancela la venta.

Para los importes menores, donde es difícil reclamar las diferencias de cambio, decidieron aplicar una tasa de 1,6% para cobrar a quince días -$3,80 por dólar- y de 3%, a un mes -$3,85 por dólar-, según las condiciones que publicó la compañía en su página web. La forma de pago se pacta en el momento de facturación y la diferencia resultante se carga a la factura.

Consultada por iProfesional.com, la encargada del área Administrativa de la empresa, Débora Bain, explicó que aplican esos porcentajes “como cobertura por si devalúan”. Desde octubre –cuando, por la crisis financiera internacional y la estatización de las jubilaciones privadas, el dólar se disparó 8%- empezaron con esa práctica, porque, “con la corrida, quedamos cubiertos”. Hasta ese momento, trabajaban como si el tipo de cambio se mantuviera estable.

La práctica es común en el sector. Daniel Gutiérrez, director Comercial de Stylus distribuidora mayorista de informática, explicó que por cobro con cheque al día aplica el tipo de cambio del día. Con los clientes de muchos años y de confianza, incluso, han firmado un mutuo o acuerdo para cobrar el tipo de cambio del día en el momento de cancelación de la venta.

Para el resto de los clientes, la distribuidora aplica un 2% mensual sobre el dólar libre. “De esa forma cerramos el tipo de cambio, el cliente compra en pesos y nosotros apostamos a que, si el dólar fluctúa, tengamos un diferencial”, dijo Gutiérrez.

El director de Corporate Finance de la consultora Deloitte, Marcos Bazán, explicó que esta modalidad de cobro se puso en práctica por “la combinación de poca liquidez, el escaso crédito a proveedores y el riesgo devaluatorio. Cada tesorero hace un análisis de riesgo devaluatorio e inflación y trata de mantener una especie de tipo de cambio”.

En el caso de Corcisa, el cálculo del recargo se realiza “día a día”, dijo Bain. No utilizan la cotización que surge del mercado de futuros de dólar porque “es bastante relativo”. Contó que por un tiempo aplicaron el 1% mensual, pero que no les permitió cubrir los desfasajes que hubo a fin del año pasado.

De ahí que en noviembre último el recargo llegó a ser del doble, después del stress que significó la fuga de casi u$s5 mil millones en octubre. El recargo tuvo “un pico entre octubre y noviembre, que tuvo que ver con la tasa que cobraban los bancos, que llegó a ser del 36% cuando hoy es del 16%”, dijo Gutiérrez. Desde diciembre, el recargo viene bajando.

El denominador común de estas empresas es que su negocio está dolarizado porque importan los productos que venden. Si bien un alza del billete verde los beneficia, porque sus costos operativos están en pesos –sueldos y servicios-, no tienen margen para absorber la diferencia de cambio. Por ejemplo, Stylus cuenta con un margen de utilidad neta del 3 por ciento.

Esta práctica ya se viene implementando desde la convertibilidad. En los ´90, se pactaba un interés financiero. Desde que la inflación comenzó a aquejar, se aplica una lista de precios y se otorga una ventaja por pago al contado, o se factura la diferencia de precio bajo el concepto de costo financiero.

Seguro de cambio
Gutiérrez señaló que, con el diferencial que se cobra por el riesgo cambiario, la empresa puede negociar líneas de crédito con los bancos. “Con los centavos [de diferencia] cubrimos la tasa de descuento de cheques a las 48 horas. El problema de cobertura se limita, entonces, a esos dos días”. Hoy en día, los bancos cobran, en promedio, entre un 18 y 23% el descuento de cheques.

Además de la diferencia por cuenta corriente, en Stylus evaluaron contratar un seguro de cambio en un banco, pero finalmente decidieron que no era conveniente. “En este momento, el nivel [de tipo de cambio] que te dan es elevado. De acá a junio, después de las elecciones, te dan $4 y no se si va a llegar a ese valor”, dijo Gutiérrez. Si el cliente está dispuesto a pagar la diferencia de cambio, obtienen mejores precios y cubren la operatoria en dólares.

Los bancos ofrecen el seguro de cambio, que es un compromiso mediante el cual se obligan mutuamente con el cliente a intercambiar una cantidad de cierta divisa a un precio fijado en una fecha futura. Según aseguró el director de Notibancos.com, Gustavo Giraldez, “los clientes están solicitando este producto”.

Hoy en día, el banco contrata un futuro de dólar en el Mercado Electrónico de Rosario (Rofex) o en el Mercado Abierto Electrónico (MAE) a una tasa implícita de un 13% anual. Luego se pauta un valor de cobertura cambiaria con su cliente y gana con la sobretasa calculada a partir de la tasa implícita, que puede ser de 300 puntos básicos.

Para evaluar la demanda de cobertura de las empresas y bancos basta ver que el mes pasado, el volumen negociado en el mercado de futuros subió 23,2% respecto de febrero, al llegar a u$s7.200 millones. El jefe de Research del Rofex, Alejandro Bour, explicó que cerró en el mismo nivel que mayo del año pasado, mes de operatoria considerable, por lo que estimó que los próximos meses serán importantes en términos de volumen de negocios.

Sin embargo, Giraldez aclaró que el nivel de colocaciones en seguro de cambio “es acotado” porque “son sofisticadas y todavía no se conocen”. Además, explicó que los bancos no masifican el servicio para evitar el descalce que provocaría si existiera un cambio de reglas de juego como el que se produjo en la crisis de 2001.

“El mercado de futuros funciona en contextos de volatilidad e incertidumbre cambiaria”, dijo Bour. “Si tenés la idea de un sendero alcista del tipo de cambio, debés cubrirte ante movimientos de la divisa porque sino quiebra el negocio”, añadió. Según Bour, las tasas de cobertura no son altas, del 1% mensual contra una tasa de devaluación esperada superior.

Mientras siga la devaluación por goteo que administra el Banco Central, las empresas acumulan la suficiente experiencia para cubrir su operatoria. Distinto sería el escenario de un cambio brusco en la cotización del peso, que obligaría a proveedores, clientes y bancos a negociar cómo repartir las pérdidas por el descalce de monedas. Por ahora, nadie espera tener que pasar por eso.