Inicio Empresas y Negocios Estoy desesperado…

Estoy desesperado…

Cuando lo descrito al principio empieza a suceder en nuestro negocio y la inquietud va conquistando cada vez más territorio (hasta que al final es un estado de tensión constante) entonces el siguiente paso habitual es… comenzar a “hacer marketing”.

Mientras las cosas van bien o van como siempre muy pocas empresas se acuerdan del marketing, de que tienen que hacer un esfuerzo consciente por aumentar el conocimiento de su empresa entre los posibles clientes y por hacer llegar sus mensajes hasta ellos de una manera lo bastante atrayente como para que les elijan.

Se confía en el flujo habitual de personas que pasan por delante de la puerta, en el día a día, en la llamada esporádica o en que las cosas sigan como están. Pero de repente algo cambia, las ventas bajan y sólo entonces empezamos a acordarnos del Marketing.

“Hay que hacer algo” comienza a gritar nuestra desesperación.

Hasta entonces no nos hemos ido haciendo nada en absoluto y sólo empezamos a construir el refugio cuando ya están cayendo las primeras gotas de lluvia.

Así que la respuesta en esos casos suele ser:

1.- Nos lanzamos a realizar acciones promocionales esporádicas, con prisa, haciendo llamadas, contactando, enviando correos, haciendo visitas…

2.- O bien otras veces juntamos los pocos recursos que nos quedan e intentamos hacer una “gran campaña” hacemos una promoción rápida y luego rezamos para que por favor alguien la vea y surta efecto, porque si no…

Por experiencia el primer curso de acción suele terminar pronto y sin resultados, al principio nos impulsa el miedo, el “tenemos que hacer algo” y eso nos da un empuje inicial, pero cuando vienen las primeras negativas el efecto es devastador y pronto bajamos los brazos.

El segundo modo tampoco suele ser muy efectivo y además puede resultar muy costoso. Nadie que empiece a ver nuestras ofertas por primera vez y que apenas nos conozca (porque no nos hemos preocupado antes porque lo hiciera) se va a fijar excesivamente, no le importamos, así que vamos a quedar enterrados entre un montón de publicidad y ruido que esa persona también va a recibir ese día.

Cuando sólo tienes para una bala y casi nunca has probado a disparar es complicado hacer diana…

La conclusión de todo esto es que, al menos por mi experiencia (jamás se me ocurriría predicar que algo es una verdad universal, y menos si es algo que yo digo…) el peor lugar para planificar y ejecutar el marketing es el de la desesperación y por desgracia he visto que en muchas ocasiones es el único desde el que lo hacemos, porque ocurre como en el cuento de la cigarra y la hormiga, que hasta que no llega el invierno y las punzadas del hambre comienzan nadie se mueve.

Para paliar eso lo que mejor me ha funcionado es comenzar a comprender e introducir firmemente en nuestra mentalidad que el Marketing es tan importante como puedan serlo otras áreas de la empresa como la producción o la gestión de personal.

Y la táctica más sencilla y eficaz para poner esto en práctica es guardar al menos una hora todos los días sólo para el marketing, es decir sólo para acciones que impliquen:

– Extender el conocimiento de nuestra empresa: promociones, llamadas, reuniones, visitas, hacer nuevos contactos, gestar alianzas…

– Mejorar la percepción que se tiene de nuestra empresa entre aquellos que nos conocen (ya sea que sepan de nosotros por las acciones del punto anterior o bien porque ya son clientes actuales). Es decir, profundizar en las relaciones con aliados, comunicarnos más con clientes ya conseguidos, hacer un seguimiento de interesados que todavía no sean nuestros clientes, nuevas demostraciones sin riesgo, hacer algo por ellos sin pedir nada a cambio…

Hay dos factores fundamentales para que el marketing funcione.

Uno es que nos conozcan (obviamente si no nos conocen no van a comprarnos), el otro es que les parezcamos lo suficientemente interesantes como para elegirlnos, porque si esto falta da igual lo mucho que nos demos a conocer, simplemente no van a querer lo que hacemos.

Una hora diaria es realmente poco, si la jornada tiene 8 y estamos diciendo que el Marketing es tan importante como, por ejemplo, la producción, es obvio que 1/8 de nuestra dedicación no es mucho, pero es un comienzo, y lo que es más importante, es mucho más de lo que la gran mayoría va a hacer.

Además, cambiar de repente y bruscamente un hábito no funciona, si de repente comenzamos a dedicar media jornada a algo de lo que sólo nos acordábamos cuando las cosas se ponían feas probablemente a los dos días lo habremos dejado porque las cosas “no encajan” y todo se resiente.

Empezar poco a poco, con el compromiso de dedicar una hora cada día es algo mucho más alcanzable, algo más factible que con el tiempo nos puede ir sirviendo de base para hacer más espacio gradualmente al marketing en nuestra empresa. Al final tiene que ser un hábito, como lavarse los dientes…

Qué cosas, repasando el artículo nunca creí que pudiera acabar hablado de marketing y de higiene dental en un mismo párrafo.