Inicio Empresas y Negocios Fritos o en el horno, la opción hogareña

Fritos o en el horno, la opción hogareña

El “aceitazo” del 36% aplicado en dos cuotas por el complejo industrial que lo elabora y que acaba de anunciar otro aumento más para el mes que viene repercutió fuerte en los índices de precios de mayo y junio del INdEC y le dio una nueva vuelta a la cuerda de las remarcaciones, que armaron su propia cadena de valor creciente en los restantes productos de primera necesidad. El repetido aumento del aceite asume la condición de un leading case para el gobierno en cuanto a qué hará para que la distorsión en los mercados que se pretende corregir no termine de propagarse y se anexe al “canastazo” que se ha venido gestando desde los aumentos preventivos preelectorales del año pasado.


Del “canastazo” nadie se salvó, haya estado o no conectado a las redes domiciliarias de luz, gas y agua, porque en definitiva se anticipó al tarifazo, y de la mano de las bebidas y los aceites amenaza con reabrir otro ciclo. El propio ministro de Economía y Finanzas, Alfonso Prat Gay, lo admitió al querer justificar las alzas en los servicios: “El aumento de la electricidad se paga con dos pizzas”, fue el ejercicio de precios relativos que se le ocurrió.

En el primer caso, la argumentación empresarial es que aún después de los furibundos aumentos, que en el caso del gas se tuvieron que rever a instancias de la Justicia, lo que cobran no cubre los costos de producción, con lo cual necesitarán seguir recibiendo subsidios. En cuanto a la alimentación, cambiarse de una primera marca a una segunda, reemplazar recetas para gastar menos, reducir la cantidad de veces que se hacen las compras, achicar los tickets, son todas medidas que el ciudadano común tiene que adoptar para que le alcance lo que gana. Si la opción fuera pagar sí o sí un aumento del 400% en un servicio esencial para la casa, afrontar fuertes reajustes en las expensas (por lo bajo se duplicaron), las cláusulas indexatorias del alquiler, el salto aplicado al precio del transporte y naftas que ya son las más caras de la región, ¿cuántas pizzas, asados, fideos o el plato que fuere, que ya traen su dinámica propia de incremento, tendrían que sacrificarse para que le alcance el ingreso?

Si se cumpliera el pronóstico sindical y la botella de aceite se fuera en agosto a $90, con la nalga de ternera a $100, el pan rallado a $20 y los huevos a $30, preparar milanesas implicaría una compra de $240, que a lo sumo resolvería menos de un día de comida para una familia tipo. Y en caso de pedirse por delivery, costaría un dineral y encima seguramente se necesitaría estar muy atentos con el color, el olor y el sabor del aceite por las veces que se lo aprovecharía para no tirarlo.

¿Sirven los análisis y razonamientos a los que cada remarcador de precios, sea del Estado o privado, apele para explicar la legitimidad de su demanda, por más verosímiles que suenen? ¿Cuál es el límite de intentar equiparar los precios para arriba?

Autosubsidio

El ex secretario de Comercio, Guillermo Moreno, había inventado un sistema para desvincular el precio al público del aceite comestible de la cotización internacional, que estaba en alza: hace 8 años les había hecho firmar a las industrias elaboradoras la integración de un fideicomiso, al que le destinaban el 1,2% de las exportaciones del aceite de soja, girasol y sus mezclas. Era como un autosubsidio con fecha de vencimiento en agosto próximo.

Pero aún durante la vigencia del acuerdo, según datos oficiales del INdEC, el aceite subió un 17% en junio con la salida del plan de Precios Cuidados, que se sumó al 18% que se había aplicado en marzo.

El litro de girasol pasó de $26,74 en mayo a $31,02 el mes pasado, y fue el producto que más subió de la lista de alimentos y bebidas que publica el organismo conducido por Jorge Todesca.

Ya con 36% acumulado en tres meses, se anunció en el sector que para agosto habrá una nueva suba en los supermercados, por lo que según estimó el secretario general de la Federación Aceitera, Daniel Yofra, la botella de aceite se tendrá que llevar a una cifra cercana a los 90 pesos, a raíz de que el desfase existente entre los precios relativos es por lo menos de tres veces.

La Cámara de la Industria Aceitera de la Argentina (Ciara) desarmó la bomba, al asegurar que “el incremento no excederá del 30% y sólo para el 20% del mercado total” en cuanto se levante el fideicomiso que se reunió con el 1,2% del valor de las exportaciones de harinas de soja y girasol como compensación para poder mantener planchado el precio del aceite. Sumaron USD 111 millones que se venían repartiendo desde 2008 entre los asociados que envasan y comercializan en el mercado interno en función de los litros de aceite que venden.

Si el sindicalista calculó que el final de ese fondo “provocará una suba de 300%” no responde a que maneje los costos de las empresas, como él mismo reconoció, sino a razonar que “nunca ocurrió que un litro de aceite salga más barato que un litro de gaseosa. Hace 10 años atrás con una botella de aceite comprabas 3 ó 4 latas de gaseosa”, explicó en diálogo con Luis Novaresio, por radio La Red.

Liquidación de exportaciones

La eventual supresión de esta retención sectorial por la que batallaban la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (CIARA) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC) durante la administración kirchnerista coincide con el anuncio que durante la última semana realizaron las entidades que representan un tercio de las exportaciones argentinas: la liquidación de US$446.788.340, que tomando lo que va del año asciende a U$s 13.775.241.309. Fundamentalmente se encuentra relacionada con la compra de granos que luego serán exportados ya sea en su mismo estado o como productos procesados, luego de una transformación industrial.

El gobierno anterior, precisamente, se quejaba de que los agroexportadores le escondían la mayor parte del ingreso de divisas que se produce con bastante antelación a la exportación. Tal anticipación, que depende también del momento de la campaña y del grano de que se trate, ronda los 30 días en el caso de la exportación de granos y alcanza hasta los 90 días en el caso de la exportación de aceites y harinas proteicas.

Pero el “aceitazo” ha vuelto a poner en una encrucijada al gobierno de Mauricio Macri, porque si bien no cree en los controles de precios y se identifica más con las leyes del mercado y la competencia, ya el director del INdEC, Jorge Todesca, admitió la preocupación oficial por la inflación que no cede y que se nutre en un 60% de las remarcaciones privadas de precios.

De poco sirve que desde la industria digan que el efecto será neutralizado porque “el 75% del mercado hace rato que paga un precio más alto por el litro de aceite, ya que sólo el 20% se vende en el canal de supermercados, que tenía el precio controlado”.

Reguero de precios

Según la página web oficial de Precios Claros, en algunas cadenas se consigue a casi $30, aunque el de girasol, que también estaba en el acuerdo, vale en las cadenas a un promedio de $36, está en la canasta básica y, por más que tenga mucho retraso en su valor, semejante convalidación como la lanzada por Yofra podría propagarse a los otros productos de primera necesidad.

La evaluación que se hará el mes próximo sobre si continuar con el fideicomiso o eliminarlo, tal como se comprometió con el sector, se contextualizará con el resto de los productos que forman parte de Precios Cuidados, ya que la Secretaría de Comercio tendría la intención de mantenerlos hasta septiembre y probablemente hasta fin de año, en virtud de que la inflación no cede y, como ocurre con el plan Ahora 12, los Precios Cuidados tienen muy buena receptividad en los consumidores.

Las galletitas, pastas, aceites, yerba mate y papel higiénico son infaltables en las alacenas, al igual que sucede con la leche en el 95% de las heladeras de casi 12 millones de hogares. No se representan en una factura como la de servicio público, que llega por correo o por aplicación en el celular, sino frente a cada caja del supermercado.

Entre cepos, devaluaciones, precios descuidados, etc, la canasta básica que abastece tanto a ricos como a pobres, aunque cada uno la llene como pueda, sufrió en conjunto, de un año a otro, una tasa de aumento superior al 50%. Frutas y verduras, bebidas, aceites y grasas y lácteos llevaron la delantera, pero las carnes ocupan el lugar central en la compra y vienen serruchando hacia arriba en el tira y afloje entre una hacienda escasa y la presencia de sustitutos alternativos, como el cerdo y los pollos.

En casi todos los productos se reproduce la enorme diferencia entre los precios que reciben los productores y los que paga la gente.

La negociación de alimentos se elucida entre pocas marcas líderes y tres cadenas comerciales que manejan las ofertas con el objetivo final de ganar 60% en bruto, según insiste en subrayar el periodista K, Roberto Navarro. Es cierto que también intervienen recargos de intermediación, logística, mayoristas, mano de obra, pero al final de la cadena, todo suma y el consumidor paga.