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Gobiernos toman el timón de la economía mundial y dejan serias “secuelas” a largo plazo

La crisis global no dejó otra opción a los Estados que ponerse en acción para salvar las economías de una catástrofe. Después que se dejó caer a Lehman Brothers y los mercados colapsaron, ningún país en el mundo, con Estados Unidos a la cabeza, dejó de destinar millones de dólares para salvatajes de bancos o empresas, como así también aplicar políticas activas para remontar la demanda y evitar un mayor desempleo.

La Argentina no escapa a esta nueva realidad, en la cual los distintos Estados toman el timón de sus economías y dejan relegado al sector privado en su función de dinamizarlas. ¿Se trata de una nueva era del capitalismo mundial?

Para los expertos, la mayor intervención de los gobiernos es algo transitorio y durará hasta tanto los bancos, empresas y consumidores vuelvan a recobrar protagonismo como impulsores de la actividad económica. El problema es que, dada la magnitud de la crisis y los multimillonarios rescates anunciados, esta “situación transitoria”, en realidad, puede permanecer un largo tiempo.

Por otro lado, este nuevo ciclo que se gestó a partir del colapso financiero mundial trae aparejado fuertes consecuencias:

* Aumento en el pago de impuestos de la sociedad a largo plazo, pues será la que finalmente “pague la fiesta” de los millonarios planes de salvataje.

* Mayor protagonismo de la banca pública para fijar las condiciones del crédito.

* Mayor participación estatal en empresas privadas.

* Discrecionalidad en la dirección del crédito estatal, direccionado a determinados sectores.

* Más negociaciones destinadas a evitar despidos.

* Cambio radical en el comercio exterior de los distintos países, que buscarán proteger a sus industrias y frenar las importaciones aplicando mayores trabas y regulaciones.

* Procesos inflacionarios importantes, producto de la mayor emisión monetaria de los países (no en el corto plazo, pero sí en el mediano plazo).

Planes de estímulo
No hay país en el mundo que no haya encarado un plan o política para estimular la actividad económica y el mercado de crédito.

En aquellas naciones donde el sistema financiero fue fuertemente sacudido por la crisis mundial, no se han regateado fondos aplicados al salvataje y a las nacionalizaciones de bancos.

En tanto, los bancos centrales han procurado elevar la liquidez y estimular el crédito deprimido inyectando dinero y bajando las tasas de interés.

En el plano fiscal, dado que la pérdida de empleo es la mayor preocupación, se han tomado medidas orientadas a aumentar el gasto público, a través de un incremento de las transferencias directas a la población o a programas de inversión en infraestructura.

Estados Unidos, Europa y Sudamérica
Así las cosas, el Congreso del país que fue el núcleo de la crisis, Estados Unidos, aprobó un plan de u$s700.000 millones, durante la presidencia de George W. Bush, y acaba de darle al nuevo presidente, Barack Obama, un nuevo fondo de más de u$s787.000 millones para evitar un colapso de su economía, el que fue promulgado este martes por el actual mandatario.

Entre tanto, la Reserva Federal expandió 150% la cantidad de dinero prestado en el último año, según contabilizó la consultora Econviews. Y el Tesoro acaba de lanzar un Plan de Estabilidad Financiera, que puede llegar a u$s1 billón, para sanear a los bancos (comprando activos tóxicos) y así devolver la confianza en el sistema financiero para que retorne el crédito.

En Europa, los distintos países también tomaron conciencia que los estímulos fiscales no sólo son apropiados sino también inevitables y se han embarcado en la tarea de sanar el sistema financiero y estimular la economía.

Los países de América latina no han sido inmunes a la crisis. Brasil, por ejemplo, inyectó liquidez, facilitó créditos para el comercio exterior, amplió la capacidad de inversión pública hasta u$s8.800 millones y el presupuesto para los sectores agropecuarios, petrolero y programas alimentarios y de salud y educación.

Pero la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPALl) explica, en su último informe, que los países de la región se encuentran limitados a financiar estas políticas con recursos públicos. Y cuando involucran moneda extranjera, la capacidad está dada por la cantidad de reservas internacionales o la posibilidad de acceder a líneas de financiamiento.

¿Nuevo paradigma?
Ante el avance fenomenal de las políticas públicas para enfrentar la crisis financiera, la posibilidad de que nazca un nuevo orden económico mundial es tema de debate entre los expertos.

Este nuevo ciclo muestra a los distintos Estados con más poder e intervención en los mercados y relegando al sector privado a un segundo plano como impulsoras de la actividad económica.

Al respecto, Dario Epstein, economista y presidente de Sur Investment, se encargó de afirmar: “Esta crisis es la más fenomenal de los últimos tiempos y como consecuencia se está llevando puesta a las empresas, bancos y entidades financieras y el único jugador que tiene músculo para sacar esto adelante es el Estado, no importa de que país”.

Surge entonces la pregunta sobre si este cambio llegó para quedarse o es un fenómeno transitorio.

Para el socio director de Corporate Finance de la consultora Deloitte, Miguel Arrigoni, la intervención estatal nace a partir de la magnitud de la crisis.

“Es obvio que, después de que en los 30 tardaron años en reaccionar, hoy empiecen a hacerlo”, sostuvo Arrigoni. Y aunque estimó que esta política es “transitoria”, se encargó de advertir que “se puede volver cuasi-definitiva, porque no sabemos cuánto va a durar la crisis”.

En tanto, el economista del Centro para la Estabilidad Financiera (CEF), Fernando Baer, coincidió en que, aunque se ven Estados más activos, esta situación es “transitoria” y permanecerá hasta que el sector privado despierte.

“La economía se está deshaciendo y los gobiernos, dada la falta de eficacia de la política monetaria, aplican política fiscal para impulsar la demanda y mantener el empleo y para que el sector privado vuelva a traccionar y dinamizar el crecimiento”.

Arrigoni agregó que los gobiernos “están tratando de salvar a los bancos, que son los multiplicadores de la economía, y así salvar a las empresas”.

”La idea no es mantener el capital en cartera, sino hacerse cargo para resolver la crisis medianamente rápido, para que salgan a prestar. Para, luego de que se recuperen las instituciones, que el sector privado pueda administrarlos más eficientemente”, dijo Baer.

Y añadió: “Hoy la única fuente de crecimiento es a través de la política fiscal, pero no significa que haya una destrucción del capitalismo y que el sector publico será determinante para marcar el crecimiento. Va a haber cambios en los servicios financieros, pero el Estado no sustituirá al sector privado”. Así, Baer advirtió que en los próximos dos años habrá una complementariedad estrecha en cuestiones regulatorias en cuanto al funcionamiento del sector privado.

Riesgos de los planes estatales
En esa mayor intensidad de la actividad estatal prima “el dirigismo y la discrecionalidad”, según coincidieron los expertos. “Hasta dónde llegará tiene que ver con cómo reaccionan las variables”, dijo Baer.

“En la Argentina estamos en un año electoral, con grandes desequilibrios en precios relativos y ajustes pendientes, lo que genera situaciones que pueden dar lugar a una mayor discrecionalidad”, enfatizó.

Aunque esa manera de manejarse puede poner los pelos de punta de los empresarios, un 43% de los 1.820 ejecutivos alrededor del mundo respondieron, en una encuesta realizada por McKinsey Quartely, que las acciones gubernamentales han ayudado en la crisis y la mayoría piensa hoy que los gobiernos deberían ser más activos en el estímulo a los negocios y los mercados, al menos por un tiempo.

Inflación futura y más impuestos
Los riesgos que se vislumbran en el horizonte como consecuencia de la aplicación de los grandes planes de salvataje son el fuerte endeudamiento para solventar los millones puestos en juego y la inflación producto de la emisión de moneda.

Para Epstein, estos planes “no generan inflación en el corto plazo dado que hay como un torniquete al crédito y la plata no se está volcando al mercado, pero en el mediano plazo vamos a ver procesos inflacionarios importantes en aquellos países que están emitiendo, que son todos”.

Sin embargo, Epstein aclaró que el riesgo inflacionario por ahora no es lo primordial dado que “parar la recesión es el desafío más fuerte”.

Otra consecuencia clave de todo este proceso y que concentra la atención de varios analistas es el futuro aumento en el pago de impuestos, necesarios para afrontar estos millonarios paquetes de ayuda.

Muchos de los planes anunciados para estimular los préstamos prendarios e hipotecarios, la extensión del seguro de desempleo y otras transferencias de recursos para la gente, en el futuro, se verán reflejados en un aumento de la presión tributaria.

El déficit que enfrentan los distintos Estados para financiar las políticas fiscales activas recaerá en los pagadores de impuestos. “Hay una transferencia intergeneracional del costo de la crisis”, dijo Baer.

Mayor protagonismo de la banca pública
Al Estado argentino también se lo ve más fuerte y trata de copiar lo que hace el resto del mundo.

Al respecto, el economista y profesor del IAE, Eduardo Fracchia, explicó que el Estado hoy tiene más protagonismo que en los 90, a través del control de precios y recuperación de empresas de servicios públicos. “Hay una voluntad de mayor presencia del Estado –dijo-. Es una continuidad del gobierno anterior, pero con ocasión de la crisis, tomó más protagonismo”, señaló.

La catarata de anuncios oficiales para paliar la crisis comenzó en octubre último con eliminación de las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones (AFJP) para que sea la Administración Nacional de Seguridad Social (ANSES) la que administra los fondos previsionales.

La intervención en el mercado para que se multiplique el crédito es uno de los pilares fundamentales de los planes que se lanzan en el país y en el mundo, en momentos en que los bancos están más precavidos y las condiciones para otorgar nuevos préstamos son más restrictivas.

En ese sentido, Arrigoni ve “razonablemente activo” al Gobierno argentino. “Es fundamental la participación en el mercado de la ANSES y del Banco Nación para que se mantengan las tasas bajas, y que se reactive la economía”, afirmó.

La ANSES presta fondos a los bancos a tasas del 11% anual, cuando llegaron a pagarse el doble en los bancos. En tanto, el Banco Nación, ante el retraimiento de los bancos privados, ganó dos puntos de mercado durante el año pasado, hasta el 14%. Pero, al mismo tiempo, la salida de las AFJP del mercado de capitales redujo las posibilidades de financiamiento de las empresas.

En tanto, las acciones de compañías que en la actualidad están en manos de la ANSES implican una participación estatal en empresas privadas y aún no fue informado el criterio con que se administran los fondos previsionales.

Sectores beneficiados
Para Fracchia, la mayor ingerencia del Estado y su tendencia a dirigir el crédito implica mayor discrecionalidad en la asignación de los préstamos. “Con los propios bancos públicos se trata de hacer política de gobierno”, señaló.

Actualmente, el préstamo de los fondos que administra la ANSES está dirigido a financiar a tasas menores a las de mercado la compra de automóviles, bienes durables, exportaciones y obra pública.

Es por ello que se espera que los sectores más beneficiados por el empuje estatal sean los productores de bienes durables y la construcción. Aun cuando, por ejemplo, como respuesta al plan de compra de autos baratos se hayan vendido pocas unidades y deba ser flexibilizado, según reconoció el propio Gobierno.

Para el economista de Econviews Juan Manuel O´Donnell, los planes gubernamentales, tanto de la Argentina como del mundo, beneficiarán a las empresas constructoras, que fueron las más afectadas por el estallido de la crisis, o de servicios públicos, porque van a llevar adelante bastantes obras de infraestructuras para empujar la demanda.

Empleo y proteccionismo
Un aspecto central para la gente y las empresas es el de evitar la pérdida de trabajos. “Es el deseo de todos que no se reduzca el empleo pero es consecuencia de la caída de la actividad”, contó Arrigoni.

Y para ello, el Estado se muestra activo: “Las suspensiones de personal -dijo Arrigoni- son parte de las medidas que se toman para no empezar con los despidos. Veo a los Estados interviniendo para que no suceda, pero lamentablemente va a pasar. Aunque si no intervinieran, sería más grave”.

Fracchia coincidió en que cuando cae el nivel de actividad, no se puede frenar el proceso y pretender que no haya desempleo. “El Gobierno insiste en preservarlo, con voluntarismo, pero luce forzado. Hay una decisión política de que no haya despidos que se refleja en los casos testigos de Paraná Metal, Siderar, entre otras. Pero el gran desempleo no lo va generar Techint, sino las Pyme, donde es imposible de frenar”, dijo.

Cambio sustancial del comercio mundial
Otro camino para evitar los despidos de personal y ante la caída del comercio mundial, es el de levantar barreras contra las importaciones o realizar devaluaciones de las monedas para proteger a las empresas locales no competitivas.

Esto ya despertó un intenso debate en el todo mundo sobre cómo la limitación del comercio condicionará la recuperación de la crisis.

La Aduana implementó mayores controles sobre productos de “sectores sensibles de la industria nacional” como textiles, calzados, productos metalúrgicos y línea blanca entre otros, desde que estalló la crisis financiera, en octubre. Se instrumentaron valores de referencia, aumentos en los derechos de importación y se aceleraron los procedimientos relativos al comercio desleal.

En la misma línea, EE.UU. estudia aplicar el “comprar americano” (buy american, en inglés) que fija el uso exclusivo del hierro, metal y productos manufactureros estadounidenses para todo proyecto de infraestructura federal. En tanto, hace 15 días Brasil dio marcha atrás con la implementación de las licencias previas que afectaban al 70% de los productos argentinos.

Estimaciones
Para Epstein, tomará diez trimestres decir “estamos afuera” de la crisis. Por lo pronto, Baer previó que el sector privado se va a achicar de la mano del sector público.

“Durante el período 2003-2007, la caja daba para todo, pero en la medida en que el sector público tiene problemas para financiar la infraestructura, el sector privado dejará de invertir”, dijo Baer.

Las empresas y consumidores, pero, sobre todo, los ciudadanos esperan que las acciones de los Estados pongan en pie al sector privado.