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Inflación en Argentina: causas y consecuencias

La Argentina ostenta el récord mundial de años consecutivos con una inflación anual de más del 100 por ciento.

Fueron 18 años entre 1975 y 1991. En el período que va de mayo de 1989 a marzo de 1990, sufrió una hiperinflación de 11 meses de duración con una tasa acumulada de 15.167 por ciento (una inflación mensual promedio de 58 por ciento).

De esta forma, la Argentina sufrió de inflación crónica e hiperinflación según las definiciones tradicionales del modelo de Phillip Cagan (1956): hay inflación crónica cuando los precios aumentan más de 100 por ciento anual durante varios años e hiperinflación cuando se registran aumentos superiores al 50 por ciento mensual.

Ahora bien, los períodos inflacionarios de las décadas del ’70, ’80 y principios de los ’90 pueden explicarse por la monetización del déficit fiscal. No obstante, esta interpretación no es aplicable a la Argentina de los últimos años.

En la situación de alto desempleo de 2002, había un amplio margen para ejecutar políticas públicas keynesianas que fomentaran la demanda agregada.

En efecto, en un escenario donde la economía subutilizaba sus recursos, un incremento de demanda aumentaba la producción prácticamente sin impacto sobre los precios.

No obstante, una vez que la economía alcanza una situación de relativo pleno empleo, la oferta agregada tiende a ser vertical.

Es decir, el aumento de la demanda agregada no genera un incremento en la producción sino que, como sostiene la teoría monetarista, se refleja mayormente en aumentos de precios. Y aquí puede detectarse la causa de la inflación que actualmente aqueja a la Argentina.

Ahora bien, para situarnos en el presente contexto, observemos que según Samuelson, Nordhaus y Pérez Enrri (2008) hay inflación galopante cuando la tasa supera el 20 por ciento anual.

Según la versión oficial del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), en 2007, la tasa de inflación fue del 8,5 por ciento.

No obstante, la inflación real habría alcanzado el 26 por ciento en 2007, según un documento (1) elaborado por una comisión técnica del INDEC, compuesta por técnicos desplazados de sus puestos por mantener su independencia frente al gobierno nacional.

Por otro lado, las expectativas de inflación para 2008 alcanzan el 34,7 por ciento, según la encuesta (2) del Centro de Investigación en Finanzas (CIF) de la Universidad Torcuato Di Tella.

Así, de acuerdo con Samuelson, Nordhaus y Pérez Enrri, la Argentina ha entrado en inflación galopante.

Ahora bien, estas altas tasas de aceleración de los precios acarrean graves consecuencias económicas pues erosionan las tres funciones básicas del dinero: reserva de valor, unidad de cuenta y medio de pago.

En primer lugar, la inflación galopante reduce significativamente las remuneraciones reales de los sectores de ingresos fijos (asalariados, jubilados y pensionados) y eleva las líneas de pobreza e indigencia.

En segundo lugar, la inflación galopante reduce el contenido informativo de los precios y distorsiona las decisiones de consumo, producción e inversión. En este marco, los agentes buscan mecanismos para reducir los costos del fenómeno como acortar el plazo de los contratos y establecer actualizaciones monetarias periódicas.

En tercer lugar, la inflación galopante erosiona también el valor real de la recaudación tributaria a través de lo que se conoce como “efecto Olivera-Tanzi”, que ocurre cuando los impuestos se pagan un tiempo después de ocurrido el hecho económico que les dio origen. Debido al retraso en el pago, la inflación disminuye el valor real de lo recaudado.

De esta forma, si el gobierno tiene deudas en moneda local, tiene incentivos a licuarlas generando más inflación.

A medida que crece la inflación, se reduce la demanda de dinero que es la base sobre la cual se cobra el impuesto inflacionario. Así, cada vez se necesita una mayor tasa de inflación (la tasa del impuesto) para obtener por esa vía un cierto nivel de recursos para el Estado.

En definitiva, en este artículo hemos expuesto las causas y consecuencias del gran problema económico que enfrenta actualmente la Argentina.

Afortunadamente, a lo largo de los años, los economistas han diseñado diversos modelos que pueden orientar políticas económicas para combatir la inflación.