Inicio Empresas y Negocios La crisis financiera, ¿un Titanic de la economía global?

La crisis financiera, ¿un Titanic de la economía global?

En el hemisferio sur, agosto de 2007 se despidió preanunciando alegremente la primavera. Sin embargo, tanto para el norte como para el sur, el fin de mes ha estado cargado de nubarrones y malos presagios, como consecuencia del desmadre del sistema de préstamos hipotecarios norteamericano, que a su vez ha arrastrado a las finanzas internacionales a una colisión comparable a la del Titanic.

¿Sorpresa? No tanto… O, al menos, parece que se simuló sorpresa cuando, en realidad, los principales operadores responsables veían venir el inevitable choque contra el iceberg; un choque que ya se devoró 500 mil millones de dólares (sí, leyó bien) provenientes de varios Bancos Centrales. En los Estados Unidos, amenaza también con tragarse un millón de propiedades hipotecadas.

El uso de la metáfora del Titanic no es casual, lo trae Jacques Attali (funcionario del Presidente francés Sarkozy, ex presidente del Banco de Fomento de dicho país y ex asesor del fallecido Presidente galo Mitterrand) de la mano del prolífico Zygmunt Bauman quien retoma un viejo artículo de Attali al esbozar el tema de la crisis actual que significa la descomposición del Estado-Nación.

Según Attali, no es casual que, en épocas de ruptura, determinados filmes atraigan mayoritariamente al público, no por su calidad intrínseca, sino porque en el imaginario colectivo representan el destino implícito que la angustia colectiva no se atreve a expresar.

El razonamiento se aplica a los tres filmes hasta hoy más taquilleros del cine parlante: “Lo que el viento se llevó” como preanuncio de la Segunda Guerra Mundial, “Ben Hur” cuando se desencadena el proceso de descolonización de África y Asia y, por último, “Titanic”, que según él, anticipa la gran crisis que enfrentamos hoy.

Uno de los varios icebergs que nos amenazan (tal vez aquí y ahora sea el más importante que tenemos por delante) es el financiero. Dada su magnitud, puede llevar sin duda al hundimiento de nuestro Titanic. Mientras tanto, en la cubierta, seguimos bailando despreocupadamente como si nada pasara (pero sabiendo o al menos temiendo que se acerque el final).

Para Attali, la parábola del hundimiento del Titanic refleja muy bien nuestra época: arrogancia, improvisación, imprevisión. En suma, la soberbia humana envuelta y transportada en un aparato grandilocuente y estrellada sin esperanza contra un iceberg, en nuestro caso (como dijimos) el financiero, que es uno más de los muchos que nos acechan.

En síntesis, Attali nos ofrece un bosquejo con un diagnóstico que se corresponde con nuestra situación actual: “la desenfrenada especulación monetaria, las imparables ganancias y las acciones desvergonzadamente sobrevaluadas”. Pero esto no es todo. Además, hace una descripción del entorno que merece ser releída. Veamos…

“El Titanic somos nosotros, nuestra sociedad triunfalista, autocomplaciente, ciega, hipócrita, despiadada con los pobres; una sociedad en la que todo es predecible, salvo los medios de predecir (…) Todos suponemos que hay un iceberg esperándonos, oculto en alguna parte del brumoso futuro, contra el que chocaremos, para después irnos a pique mientras la música sigue sonando”. Quien lo dice es Jaques Attali, un graduado de la ENA, un hombre del mundo de las finanzas y la política, no un ministro religioso.

En febrero de 2007, cuando las calificadoras de riesgo norteamericanas seguían calificando con AAA a muchos de los fondos hipotecarios que hoy consideran basura, Attali volvió a alertar: “Sostengo que una grave crisis financiera puede venir de los Estados Unidos, donde los altos precios inmobiliarios estimulan a la clase media sin capital a tomar préstamos hipotecando su propiedad”.

Continúa: “Para cubrirse de la posible defección de alguno de estos deudores, los fondos forman paquetes de hipotecas, que a su vez colocan en el mercado financiero (…) Si el precio de los inmuebles se retrae, todo el sistema se desploma (…) Esto es lo que ha pasado, algunos de esos paquetes no valen nada (…) Así, los actores financieros se vuelven contra los bancos que han inventado estos activos novedosos pero de mucho riesgo (…) Y, como se trata de operaciones de reventa, nadie sabe donde se encuentran las víctimas finales ni el número de ellas”.

Una perfecta descripción, cinco meses antes, preanunciando con detalle, lo que ocurrió el nueve de agosto último, cuando estalló esta enorme burbuja especulativa, desencadenando la intervención masiva de los Bancos Centrales en un intento desesperado de parar la hemorragia y evitar lo imposible: que el pánico financiero se extendiera a todo el planeta.

Vale la pena detenerse aquí e intentar aprender de la situación con algunas reflexiones, no desde el ángulo económico y financiero, sino desde el análisis estratégico.

1) Errores de predicción

En primer lugar, observamos una gran falta de previsibilidad estratégica de bancos, empresas y, sobre todo, de las autoridades financieras. Como bien señaló Attali, todo es predecible, salvo los medios de predecir. Tenemos aplicaciones complejas y costosas de IT, modelos estratégicos sofisticados, asistidos por consultores de gran porte. Pero, en realidad, como en el Titanic, no estábamos preparados para prevenir la contingencia y enfrentarla.

El barco más grande del mundo (y supuestamente más completo y lujoso) tenía imperfectos compartimentos estancos, insuficiente cantidad de botes salvavidas y una rueda de cabillas del timón demasiado pequeña para maniobrar ágilmente. Y, por último, el comandante y sus oficiales estaban demasiado confiados en la potencia y capacidad de la nave y decidieron tarde y mal.

A semejanza del Titanic, algo así nos ha pasado en esta crisis, no sólo no contamos con los mecanismos para predecir y prevenir, sino que los medios para actuar con rapidez son imperfectos e insuficientes. Pero además las decisiones han sido, sin duda, vacilantes.

Esto nos lleva a una primera reflexión: hay que revisar nuestros modelos y prácticas de gestión a fin de desaprender y reaprender los mecanismos de anticipación estratégica y de manejo de crisis. Todo un desafío, porque ésta no es la primera burbuja que estalla en los últimos quince años, por lo que no podemos aducir sorpresa o novedad.

2) El papel de las calificadoras de riesgo y los bancos

En segundo lugar, debemos analizar la actitud de las evaluadoras de riesgo y los bancos colocadores. Estas instituciones han jugado el papel del “mal alumno” pues se suponía que debían asegurar la calidad de los papeles en juego.

Sin embargo, esto no ocurrió. Así, su falta de responsabilidad profesional ha quedado en evidencia y exige un reordenamiento y un control estricto de sus actividades. Otro tanto se aplica a las entidades financieras involucradas. No se puede cometer la ingenuidad de creer que la crisis se resuelve con la quiebra de algunos fondos hipotecarios.

3) Los errores de los organismos financieros reguladores

Frente al resultado de esta enorme maniobra especulativa (expresión del conocido jueguito financiero del “apalancamiento por el endeudamiento”) se requiere una revisión de fondo sobre el funcionamiento operativo concreto de los organismos de regulación financiera.

4) La universalidad de la crisis

La ruptura del sistema de hipotecas norteamericano no sólo salpicó al resto del mundo sino que lo involucró a fondo. Esto implica una acción internacional de primera magnitud para encuadrar las prácticas necesarias de “salud y moral financiera” que incluyan una limitación del uso de instrumentos especulativos.

En definitiva, la “incineración” de 500 mil millones de dólares requiere un punto de reflexión y una decisión posterior no sólo de los países intervinientes, sino de toda la comunidad internacional. Tal vez sea necesario un esfuerzo similar al de Breton Woods al finalizar la Segunda Guerra Mundial.

¿Se puede esperar que algo de todo lo antes mencionado ocurra?

Se trata de una crisis compleja, que aún está en proceso, que no sabemos como concluirá y cuales serán sus costos financieros y humanos finales.

Pero también es cierto que la comunidad toda espera una respuesta de sus dirigentes, respuesta que no es sólo financiera y reglamentaria, sino que también es moral, pues la responsabilidad de los que dirigen es insoslayable en cuanto a las consecuencias de sus acciones.

Vale entonces recordar que en la escena culminante de Titanic, el protagonista principal, murmura al morir una frase que es todo un símbolo: “es necesario vivir después de mi muerte”. O sea, es necesario aprender, rehacernos y continuar hacia adelante. Eso es dirigir.

Dora Rizzuto

Doctor of Business Administration (DBA) Research Associate- Henley Management College UK. MBA – Henley Management College UK. APM Practitioner (UK)– Association for Project Management UK-. Profesora de UADE. Profesora invitada de Advanced Strategy del Executive MBA en Universidad Torcuato Di Tella