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La oportunidad ya pasó para Argentina, ahora viene la crisis

La crisis está entre nosotros. Todos pueden determinar aproximadamente cuándo empezó, pero nadie sabe cómo ni cuándo termina.

Hoy, los países del mundo desarrollado procuran implementar medidas para contener la debacle. Todos asumen que llegaron tarde porque dejaron hacer, quizás, en exceso.

Ahora bien, la realidad es que no todos los países serán afectados por igual. Los cracks tienen muchos perdedores. Pero también presentan algunas oportunidades a los pueblos capaces de aprovechar las circunstancias para mejorar su posición absoluta o relativa en el concierto de las naciones.

¿Podría la Argentina estar entre los ganadores?

En principio, pareciera existir una oportunidad. Simplemente, porque somos insignificantes en el mundo actual y nuestra economía real guarda relación con lo que efectivamente nos sucede.

No estamos tan contaminados o contagiados de todas las operaciones virtuales y financieras de carácter especulativo (aunque, sin dudas, nos afectará la caída de los precios del petróleo y la soja que se habían inflado en tiempos de la burbuja).

En este contexto, es necesario comenzar por un correcto análisis de la economía argentina: su pasado, presente y futuro.

Lo cierto es que, antes del crack bursátil, el gobierno ya tenía los deberes sin hacer.

Durante su gestión, no se implementó una reforma impositiva para favorecer la producción y la reinversión, no se crearon planes de mediano y largo plazo para dotar al país de mejor infraestructura ni se diseñaron reformas de fondo en educación y asistencia social.

Ahora bien, ¿qué podría hacer el gobierno para generar una oportunidad?

Es fundamental dejar de declamar que tenemos una situación ideal y ponerse a trabajar en líneas de acción muy simples.

1) Gasto público e inversión

Es hora de bajar el gasto público improductivo e incentivar la inversión para que las empresas puedan tener mejores costos, ser competitivas y exportar más. La clave para afrontar esta crisis global es generar verdaderas divisas, mediante la venta de productos y servicios.

2) Impuestos

Es alarmante la proliferación de acciones de municipios y provincias que, para resolver sus cuentas fiscales, empiezan a introducir pseudo impuestos (a los que llaman “tasas” y “contribuciones”) sobre los ingresos y/o las ventas.

Estas medidas distorsionan la cadena de valor y producen competencia desleal donde los que cumplen se ven penalizados por una mayor presión fiscal.

En materia impositiva, también es imprescindible desgravar la inversión en bienes de capital de producción local, para diferenciar en el impuesto a las ganancias, al que gasta del que reinvierte.

3) Revisar los acuerdos comerciales internacionales

Ante el enfriamiento de la demanda en las economías desarrolladas, diversos países intentarán colocar más productos en la Argentina. En algunos casos (como China), a precios de remate. Otros, con precios de contraestación.

Y, dadas las enormes escalas de producción de estas economías, muchos artículos llegarán a precios que nos sorprenderán como si fuesen “dumping”.

Para evitar que la “avalancha” importadora afecte a la industria nacional, es necesario negociar bilateralmente con cada país. En el contexto de la crisis, el multilateralismo de la globalización será severamente limitado y muchas negociaciones comerciales volverán a ser bilaterales.

Esto mismo vale para las exportaciones argentinas. Se requiere una acción y despliegue múltiple de las autoridades económicas y de la cancillería, para negociar bilateralmente con todos los países de mundo, para colocar nuestros productos, y permitir que aquellos con mayor valor agregado puedan acceder a nuevos mercados.

En este sentido, es crucial cambiar la ideología de la beligerancia, y negociar día a día desde el Estado, y junto a las empresas locales, dejando de lado acciones temibles, como las que destruyeron los mercados de lácteos y carnes, mudando los clientes del exterior a Uruguay, Chile, Brasil y Paraguay.

En definitiva, la crisis mundial ha llegado. En principio, la Argentina parece encontrarse en mejor posición que otros países para convertirla en un escenario de oportunidad.

Pero esto sólo ocurrirá si se produce un viraje de 180 grados en las políticas seguidas en los últimos cinco años, en defensa de las actividades locales, para acrecentar el valor agregado y el empleo, premiando la reinversión y eliminando el gasto torpe e improductivo.